Pasaban apenas unas horas del desastre de Hidroituango y el alcalde de la época afirmaba sin sonrojarse que las fuerzas de la naturaleza habían generado el desastre que sufrimos ¿La naturaleza? Preguntamos algunos impávidos cuando vimos la noticia como si hubiera sido un fenómeno natural el de represar el río.

Con el mismo tono relajado y mentiroso las elites que gobernaron la ciudad han tratado cada uno de los hitos en el desenlace de la tragedia, para las elites que producen el sentido de los acontecimientos los desastres siempre han sido culpa de dios o la naturaleza y los aciertos siempre su responsabilidad.

Las decisiones del gobierno siempre implican un riesgo y muchas veces ese riesgo se realiza, la responsabilidad de un gobernante va más allá de cortar la cinta, debe también poner la cara.

Para gestionar los riesgos de esas decisiones se suscriben por obligación legal pólizas de seguro cuando los riesgos se realizan, es decir, cuando las decisiones de los que gobiernan fallan entonces el sistema de aseguramiento repara hasta donde tenga asegurado el daño.

El negocio de las aseguradoras es cobrar primas de seguro y, en la medida de lo posible, no pagar. Esta razón es la objetiva para pensar que las aseguradoras podrían no cubrir todos los daños causados por las decisiones que dieron lugar al desastre de Hidroituango, ahora, asunto distinto es el de la responsabilidad fiscal que busca resarcir los daños que esas decisiones públicas le causan al erario.

La propaganda de la élite combinó muy convenientemente la responsabilidad fiscal en el desastre con la responsabilidad política por tomar esas decisiones y, de contera, la reparación que se produjo tras la conciliación entre las aseguradoras y la contraloría absolvería ante la historia a los que tomaron esas decisiones.

Salieron esos responsables a decir que la decencia siempre triunfaba cuando la conciliación dio resultado de la terminación del proceso. El proceso terminó no por ausencia de responsabilidad, terminó por reparación de los daños considerados por la contraloría; para poner un ejemplo, una vez cumplida la condena el homicida queda libre no por no haber cometido el homicidio sino por haber pagado por su delito, pero ese homicida no tiene los medios ni la superioridad moral de decir que cuando cumple su condena y es liberado es la decencia la que triunfa. En su fabula el daño lo causó la naturaleza y lo reparó la decencia.

Otra de las características que tienen las aseguradoras es que castigan en sus cálculos futuros a los agentes de riesgo: cuando un carro se accidenta o no tiene las condiciones de seguridad no son las necesarias para evitar los daños las aseguradoras no le venden el seguro. Lo mismo pasa con los contratistas y tomadores de decisiones a los que se les realizan los riesgos, en el futuro muy difícilmente una aseguradora venderá seguros a esos funcionarios, son un riesgo no asegurable.

Lo cierto es que la sociedad antioqueña y colombiana debe hacer el mismo análisis que las aseguradoras hacen con ellos y no volver a correr el riesgo de permitirles gobernar.

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Redacción Minuto30

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