Parece que es universal la necesidad de extinguir todo atomismo o dualismo, porque causan el efecto de una enfermedad cultural autoinmune, con la que se promueven múltiples formas de daño, algunas mortales, a seres humanos en nombre de la libertad.

Este virus cultural está diseminado en las entrañas de las mayores estructuras de poder, en organizaciones internacionales y estatales y en la intimidad de muchos, que, en vez de sancionar el proselitismo con que se enseña a la población un falso derecho a hacer los mayores daños a seres humanos, lo señalan como “pluralismo”.

Una vez socializado este error, logran incluso que miembros de nuestra especie vean como “normal”, en nombre de una falsa libertad, que haya seres humanos que se autodestruyan o aniquilen el cuerpo de otros.

Desde muchos ministerios de salud, como el colombiano, promueven estas formas de violencia, con resoluciones y proyectos de Ley a favor del aborto y la eutanasia, y dañan la unidad familiar, por ejemplo, aniquilando a los hijos con su “descarte de embriones sobrantes o imperfectos” en procedimientos de reproducción asistida, o extinguiéndolos con medios que, además de anticonceptivos, también son abortivos como los anticonceptivos hormonales http://aebioetica.org/revistas/2015/26/86/69.pdf?fbclid=IwAR07owfr01VzAuKrHs47aAD6YniXNVqDdWMK2qid5-Z0CxZOj_g2fNlBNIo y la píldora del día después, y otros procedimientos, o acabando con los que sufren practicándoles la eutanasia, o promoviendo que se use el propio cuerpo o el de terceros como objetos de mero placer promoviendo pandemias como la del SIDA, que es evitable con buena educación, y otras formas de diseminar errores generalizados incluso en materiales oficiales de “educación sexual” usados en colegios públicos de nuestro país, desde hace decenas de años, con que impactan negativamente el desarrollo personal, físico y afectivo, que constitutivamente está unido al modo de vivir la libertad del modo necesario para aprender a amar. https://revistacientificaesmic.com/index.php/esmic/article/view/169

Hay que liberar la libertad, de abusos y empobrecimientos, en el modo de entender y vivir la realidad corporeoespiritual que cada ser humano es, desde su concepción hasta el final de su ciclo vital.

Actualmente en muchos miembros de la familia humana hay profundas y destructoras ataduras al error, causadas por ignorancia, dispersión, adicción, maltrato a sí mismo o por parte de terceros, “educación” antieducativa porque no tiene en cuenta la Antropología filosófica con la que se aprende quién se es, para qué se es y cómo hacer bien la tarea de la propia vida. Conociendo esto se acierta mucho más en el hacer para volverse mejor persona.

Hay que liberar la libertad, del adiestramiento de multitudes desamoradas y atrapadas en su sensualidad, inermes ante cualquier ideología que las reduce a auto y heteropercepciones, de mera materia sensible para satisfacción del deseo, descontextualizadas de la capacidad prospectiva que hace posible prever el grado de acierto respecto del aporte de las decisiones y la conducta propia y de terceros, hasta lograr el pleno desarrollo humano.

Hay que liberar la libertad, de daños por carencias de conocimiento y coherencia.

La libertad contingente, que es la de todo ser personal limitado, siempre es causada libremente y de esa causa se aprende, con el buen uso de la racionalidad humana y la coherencia, quién se es y se puede llegar a ser.

Todo el obrar humano está en un contexto relativo respecto de su razón de ser, por la que se le dio origen. Si ser es perfección, ser causado es ser acogido y receptor de participación en el ser, al que le es dada la continuidad y, si es persona, su origen muestra la ruta de su tarea o razón de ser: la gratuidad del don es el lenguaje más contundente y aportante del amor entre personas que intentan poner todos los medios para optar, en cada decisión y acción, por estar a la altura de su perfección, la de todo otro ser personal y la de su entorno.

El sentido del ser de todo lo que constituye el universo, es proveer el bien o perfección, según es cada ser personal, por tener mayor intensidad de ser.

En la relación entre seres libres que tuvieron inicio, no existe algún motivo razonable para pretender empoderarse abusando de otro, así nadie se hace mejor persona.

Hay que liberar la libertad, del abuso con proteccionismos que impiden el pleno desarrollo humano y que suelen ser excusas para un dominio despótico en las relaciones con miembros de nuestra especie.

Hay formas de subsidiar en las que no se pone como condición que las personas hagan todo el esfuerzo que les sea posible, sin el que no se desarrollan plenamente, para solucionar sus necesidades, ni se les exige la responsabilidad de ser solidarias con los demás.

La razón del subsidio es suplir lo que, después de que cada uno pone todos los medios adecuados, no se alcanza a lograr y se sigue necesitando.

Un gran riesgo de la oposición al pleno desarrollo humano con la estrategia del asistencialismo, es un debilitamiento de las personas que las hace mucho más dependientes, ignorantes respecto de sí mismas y los demás, indefensas, manipulables, indiferentes, con crecientes desequilibrios en la exigencia de lo que imaginan que son sus derechos y las omisiones de sus deberes, impidiendo lo que hace posible un desarrollo armónico, en y desde ellas mismas, su familia y sociedad.

Todo abuso contra sí mismo o terceros, es una falsa versión, por antitética, del libre desarrollo de la persona humana, incluyendo el de su personalidad, que no es posible sin vivir asertivamente la libertad de autogestión.

Necesitamos ayudarnos generosamente, con más cultura y coherencia, para liberar la libertad de toda falsa educación y de todo disfraz de “valor”, “principio”, “derecho”, “deber” y “justicia”. Sin esto, a la ignorancia y al error, que son vacíos de conocimiento y de acierto, se les seguirá confundiendo con el pluralismo, que es apertura a modos diversos de alcanzar los mayores bienes.

Hay que liberar la libertad, de las distorsiones de la relación entre persona, familia, sociedad y felicidad, de la confusión entre información y educación, y de que se le trueque con un “derecho a decidir” sin contexto que haga posible el mejor desarrollo personal.

La elección es solo una acción de la persona libre; es necesaria pero no suficiente, para que alguien se haga mejor a sí mismo. Por los efectos negativos del desacierto en las elecciones y acciones, la persona se incapacitará cada vez más, por la plasticidad cerebral con la que fácilmente tiende y se adapta a lo que repite, para hacerse plenamente libre, que es condición necesaria para acrecentar la donación de sí por amor, como única garantía de entrega mutua y entera, entre personas.

El verdadero amor no puede alcanzarse libremente de otro modo porque el mayor bien para una persona es otra persona y, para todas, es quien es tan buena persona que participa ser causando a otras personas.

Hay que liberar la libertad, del error de confundirla con el mero ejercicio de la capacidad de elegir y actuar, que lleva a ser dominado mientras se piensa que se está dominando. La felicidad de dominar es una de las más cortas y superficiales.
Algunos alcanzan a darse cuenta de esto cuando, ya con poca vida biológica, se enteran más vivencialmente, que sí morimos y que solo nos llevamos lo que dimos.

También es un acto de la persona humana con su libertad, aceptar o rechazar lo que es necesario, según es -ella no se diseñó- y lo que por sí misma no puede cambiar. Es capaz de identificarse con su facultad de ser en cada momento asertiva -coherente con su dotación natural-, porque la voluntad no es solo de dominio, sino sobre todo, de aceptación, acogida, acompañamiento y servicio, según el bien o perfección en que cada uno consiste.

Como voluntariamente se tiene apetito por el bien, hay que liberar la libertad, de lo que se oponga a que cada ser humano opte por alcanzar el mayor bien y no otro cualquiera o un motivo diferente al mejor.

Ceder ante un estímulo negativo implicaría someterse a la influencia que se opone, en cada instante, a hacerse la mejor persona posible. Lograr algo mejor que ceder a esa tendencia que dificulta el acierto en la gestión de la propia libertad, es un estímulo persuasivo por sí mismo, para que también otros se identifiquen con esta meta del pleno desarrollo humano, ¡esto sí es educar en libertad!

La opción por un bien menor conlleva una privación o pérdida, de la felicidad que se habría podido alcanzar y que tendría proporciones relacionadas con la diferencia entre el bien mayor y el que se ha elegido.

Hay que liberar la libertad, de influencias que nos dispersarían de lograr siempre el bien mayor.

No por elegir algo diferente se es más libre, sino por procurar siempre lo mejor. Tampoco se es más libre porque lo digan muchos o los que poseen más poder, bienes o placeres, sino por saber darse por amor y esto implica poseerse; nadie da de lo que en realidad no es propietario.

Hay que liberar la libertad, de la fantasía de pretender ser superhombres con acciones que, por ser de seres humanos, son menos perfectas que éstos.

Hay que liberar la libertad, erradicando del mundo humano la fantasía de percibirse determinador de la vida de los demás, como si se tuviera autoridad para imponer el propio parecer, y se ignorara que se puede causar una autodestrucción disfrazada de liberación, que amenazaría a la humanidad entera de sí mismo y de otros miembros de la familia humana. El poder suele estimular tendencias a estas falsas y nocivas ilusiones, que deben ser siempre descartadas inmediatamante.

Se aprende a ser libre respetando incondicionalmente a cada ser humano en su libertad.

Sentir no da derecho a consentir, sino a gestionarse haciéndose mejor persona y facilitando que otros opten libremente por serlo.

Hay que liberar la libertad, procurando el uso óptimo de todas las facultades humanas.

Hay que liberar la libertad, de toda opción reduccionista, que es egoísmo, con el que la persona causada se excluye del bien mayor a ella, que es su causante, rechazándolo en sí misma y reemplazándolo por la absolutización del bien contingente, que es causado, como ella y todo lo que surge de su ser.

Hay que liberar la libertad, de la absolutización ciega del propio deseo, que desde adentro opaca la capacidad de ver lo más valioso e importante. Hay que lograr la libertad necesaria para que, desde afuera, se ayude a su restauración.

Hay que liberar la libertad, sujetada por los efectos negativos de la desacertada gestión de sí mismo.

Liberemos a cada ser humano aprovechando libremente lo de cada instante, para amarlo, que es procurar su mayor bien y no otro. Tengamos la libertad de superar todo obstáculo y siempre volver a intentar alcanzar lo óptimo.

Hay que liberar la libertad, de modo que se pueda hacer, en cada oportunidad, lo mejor para el mejor; otra opción conduce a menos y a cada uno le va según sus elecciones.

A cada persona que emprende libremente esta liberación, le rinde mucho si se deja
acompañar por quienes van más adelante que ella.

También la buena amistad libera la libertad.

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Redacción Minuto30

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