No sé cuál será la percepción que tiene el lector sobre lo que ocurre hoy con los premios, los homenajes y en general las distinciones, en especial me refiero la forma de otorgarlos; pero tengo que confesar que en mi concepto por experiencias personales cercanas, así como también por noticias locales, nacionales e internacionales creo que en múltiples casos se ha dado una seria desviación de lo que significa ganarlos y creo que pierden mucho valor y prestigio cuando son otorgados a personas que no los merecen. Obviamente por respeto a ellos y porque debe ser vergonzoso recibir algo que se sabe no merecido, me abstengo de citar nombres, pero el lector seguramente podrá ilustrarlos.

Es cierto que puede haber conceptos distintos, y que no siempre se logra que todos estén contentos con la elección, pero finalmente deben existir criterios, algunos explícitos y rigurosos como en los certámenes, otros que pueden tornarse implícitos como en los homenajes, donde en general creería uno que quien recibe honores lo hace por estar orientado hacia el bien. En otras palabras, no existe un manual para saber a quién dar honores o no, y cada colectividad elige a quien reconocer según sus propios códigos, pero uno de fondo comprende la sola palabra a lo que apunta, dar honor significa reconocer que aquello es bueno, incluso extraordinario al punto de que amerita ser destacado, visto por otros, resaltado porque es de alguna forma un ideal de bien para esa colectividad, sea cual fuere. Por eso mismo, cuando más allá del mérito se percibe la estrategia, el congraciarse con otro, el llamar la atención, o simplemente recibir un premio se vuelve algo rutinario como el que espera en la fila para que le toque, hace que estos reconocimientos pierdan peso, en ocasiones a tal punto que da pena recibir una siguiente nominación o incluso invita a que algunos que lo han recibido piensen seriamente en devolverlo. Cuando de exaltar virtudes se pasa a conductas viciosas que corrompen el sentido de lo honorable se pierde todo.

Y quiero llamar la atención sobre este punto, porque es una lástima que aquellas palabras y gestos simbólicos que normalmente usábamos para destacar a alguien, hoy hayan entrado en ese juego macabro que no solo no distingue el bien del mal, sino que a veces termina exaltando este último. Como ya lo debe haber advertido el lector este artículo lo motiva la polémica causada por el homenaje al “Mono Jojoy” que realizaron las “nuevas” FARC, y por supuesto quiero extenderlo a la reflexión de ¿qué significa homenajear a alguien?, porque, aunque este caso de lejos es de los más polémicos, no ha sido el único que en nuestros días genera inquietudes sobre los modelos o líderes que queremos promover en la sociedad, y es que finalmente eso buscan los premios y homenajes, destacar a alguien y de fondo que los demás lo sigan, lo tomen de referencia, se inspiren en dicha figura, sirva de modelo. Valga aclarar también, que quien hace las cosas bien no busca ser reconocido, pero es desalentador ver que alguien que ha hecho el mal o que no hecho lo suficiente sea aclamado.

Dicho esto, debo subrayar algo, no me sorprende que las FARC hayan homenajeado a alguien que para ellos es importante, desde su perspectiva, seguramente desde la clandestinidad ya lo habían hecho muchas veces con varios de sus cabecillas; y bueno, a veces no tan clandestinamente, incluso hasta con apoyo de gobiernos vecinos, basta recordar que en 2008 la cancillería colombiana envió una nota a su homólogo venezolano expresándole “el sentimiento de indignación de la Nación y el Gobierno de Colombia con ocasión del ofensivo homenaje en Caracas al terrorista “Manuel Marulanda Vélez”, quien cometió múltiples delitos de lesa humanidad contra el pueblo colombiano” (El Tiempo, 27 sept. 2008).

En 2008 todavía se exigía respeto por las víctimas, algo que hoy aparece borrado con el argumento de que aquí todos somos víctimas y victimarios. Por eso lo que si me impacta es que la sociedad esperara algo distinto y que se escandalicen los que estuvieron de acuerdo con otorgarles curules en el congreso sin necesidad de votos (visto con calma un premio que ni el ciudadano mejor formado y más juicioso tiene), ¿qué esperaban?, ¿qué desde la “legalidad” como partido cambiaran su discurso e ideas?, ¿qué rechazaran el pasado histórico que han tenido?, ¿qué a sus cabecillas los condenaran o al menos hicieran ejercicio de autocrítica?… no hay peor ciego que el que no quiere ver, las FARC siempre han ratificado su lucha y dentro de su ideario lo que para el común de los colombianos es un terrorista, para ellos es un “defensor de los humildes” como le pusieron en el pendón a Jojoy, algo que muchos y con razón calificaron de una nueva burla a las víctimas. Si las FARC desearan cambiar no deberíamos estar presenciando actos como estos, los modelos a exaltar tendrían que ser otros, pero de nuevo repito ¿en realidad de ellos esperábamos algo distinto?, indirectamente con este acto nos vuelven a mostrar una vez más cuál es su idea del “bien”. Nadie rinde homenaje a quien de fondo no lo representa.

Lo peor de todo esto son los mensajes a la sociedad, no demoraremos en ver jóvenes usando camisetas con los rostros de quienes masacraron el país, de la misma forma que hoy tantos usan las del Che, se ponen una boina con la estrella roja, o los del otro lado del espectro ideológico usan una esvástica, algunos creyendo ingenuamente que se trata de una moda que los hace sentir “rebeldes”, “revolucionarios”, probablemente ignorando el pasado de sangre y muerte que representan estos símbolos. Como tampoco será extraño, si seguimos así, que el día de mañana nos encontremos en textos de colegio una nueva historia donde el recién homenajeado de las FARC junto a otros posen como grandes héroes. No es tan imposible ese escenario, ya son legisladores (las curules las tienen garantizadas) y como cualquier otro partido quieren ser gobierno, la pregunta como colombianos es si queremos llegar a eso o no, ¿queremos que esos sean los modelos a seguir?

Me pregunto ¿qué pasaría si un personaje como “Popeye” o cualquier otro conformaran un partido político y desde esa plataforma propusieran un homenaje a Pablo Escobar?, ¿o si un paramilitar quisiera armar un partido y homenajear a Carlos Castaño?, estoy segura que la sociedad en pleno, empezando por nuestras autoridades civiles locales y nacionales se hubieran hecho sentir en un contundente rechazo… con las FARC lo piensan, y muchos callan.

Es cierto que las sociedades necesitan la memoria histórica, es cierto que necesitan sanar heridas y seguir adelante, es cierto que debe haber justicia (desde el Estado) y en lo posible perdón (desde lo moral) que sea acompañado de arrepentimiento y compromiso de cambio; pero cuando las oportunidades para dar esos pasos se convierten en hacer apología al delito y aplaudir al delincuente, debemos hacer un alto porque vamos por el camino equivocado y dejando un mal mensaje a las generaciones venideras… nos están fallando esos procesos que en alguna ocasiones se llamaban “reintegración a la sociedad civil”.

Apostilla: A manera de reflexión, y como dice un amigo después de que ya ha bajado la indignación por el impacto del titular, ¿qué estamos haciendo para que desde afuera no nos lean como “la patria de los narcos”?… es de pensar con cabeza fría porque las verdades duelen y más cuando se dicen de manera tan cruda, que aquí algunos hacen esfuerzos grandes y que hay gente buena por supuesto, pero hay realidades que preocupan y son innegables: el aumento en coca es muy grande en el país al punto de que EEUU nos amenace con una descertificación, por otro lado sentamos a narcotraficantes en el congreso y lo buscamos disculpar como conexo al delito político, y encima algunos exportan esa imagen de narcotráfico con los productos que venden, las narconovelas por ejemplo. Amo esta tierra y me duelen los malos comentarios, pero ¿seguro estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo por cambiar la visión que tienen de nosotros?, de nuevo ¿a quienes exaltamos, premiamos, homenajeamos?

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Redacción Minuto30

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