Rodrigo Pareja

Que el escritor inglés Ian Fleming, en el inagotable  e inofensivo mundo de la ficción le haya dado vida a un  personaje con licencia para matar como el temible agente James Bond, vaya y venga,  pues es algo que de todas maneras no ocasiona contrariedades ni es causa de mayores problemas, no obstante los supuestos enfrentamientos entre gobiernos o bandas de criminales.

Rodrigo Pareja

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Pero que en pleno siglo XXI y en un país real como Colombia, alguien tenga o se atribuya por sí y ante sí la omnímoda licencia de convertirse en el as del rumor, la insidia, la mentira, la acusación sin pruebas, la sindicación temeraria y además de eso, en el poseedor de la verdad absoluta, sí es como para “apagá y vámonos”.

Sucede con el expresidente Álvaro Uribe, quien huérfano ahora pero nostálgico del poder que detentó durante ocho largos años, no ha tenido, no tiene y seguramente no tendrá en el inmediato futuro, reparo alguno en mantener una cerrera y brutal oposición apoyado en ese “todo vale” que hizo carrera en Colombia entre el 2002 y el 2010.

Una de sus últimas hazañas fue haberse inventado la entrega de dos millones de dólares en el año 2011 a la campaña de Juan Manuel Santos, supuestamente para pagar deudas que habrían dejado las tareas proselitistas y de promoción y propaganda mediante las cuales llegó a la Presidencia de la República.

Con la más perversa intención tal infundio fue lanzado en plena campaña electoral, e inclusive se atrevió a proclamar a los cuatro vientos –aunque ahora no lo reconozca- que disponía de las pruebas suficientes para corroborarlo, las cuales, en una caprichosa desviación de la institucionalidad, dijo que entregaría a la Procuraduría y no a la Fiscalía, como le correspondía hacerlo.

Al cabo de las quinientas como dice el vulgo, es decir al día de hoy, las tan cacareadas pruebas resultaron inexistentes y se convirtieron, gracias a picapleitos con suerte, en “informaciones de unas líneas investigativas con siete fuentes diferentes de información con el fin de que se investigue”, según la ininteligible explicación dada por Jaime Granados, defensor del ahora senador Uribe.

Esta peregrina tesis fue la que el abogado dio a los periodistas luego de haber acudido como testigo dentro de la investigación que se adelanta por el ingreso de esos supuestos dineros de dudosa procedencia, y tras afirmar que el expresidente no entregó ninguna prueba porque no la tiene.

En otra de sus irresponsables sindicaciones, Uribe afirmó que en la Universidad Javeriana  se estaba ejerciendo “matoneo” contra aquellos estudiantes que en las elecciones presidenciales pasadas habían sufragado por su manipulable candidato, Óscar Iván Zuluaga, versión calificada de temeraria y carente de contexto por el centro docente.

En un comunicado, la Javeriana lo dejó sin sustento alguno, al señalar que para la época del supuesto “matoneo” la Universidad ya no contaba con estudiantes porque el semestre académico  ya había terminado.

Lo mismo ha ocurrido últimamente con sus acusaciones acerca de un presunto fraude en las elecciones, y sobre “el fusil al cuello” con el que las Farc, supuestamente, obligaron a votar por Juan Manuel Santos.

“Es el colmo del cinismo que quien tamaña falacia pregona sea precisamente el mismo que en elecciones anteriores resultó victorioso por medio del método infame de la intimidación y el chantaje que pretende adjudicarnos”, reviró la guerrilla.

Lo anterior es apenas una muestra del delirante mundo en el que ha vivido últimamente el expresidente Uribe, sin que hasta ahora haya tenido que responder por sus precipitadas y alocadas versiones, lanzadas al ritmo que le marque su calenturienta imaginación o el termostato de su resentimiento.

De pronto, a partir del 20 de Julio, tenga que responder en el Senado.

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Redacción Minuto30

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