La situación de la historia en Colombia durante los últimos 25 años da testimonio de tendencias y situaciones contradictorias. La historia ha ganado un amplio reconocimiento social y su producción logra niveles de divulgación con los que habría sido difícil soñar hace pocos años, incluso para otras ciencias sociales. La sociología se ha desmontado de algunas facultades para dar paso a la Ciencia Política. Las licenciaturas que antes eran muy específicas, actualmente tienen un componente de énfasis en determinado tema. La geografía ha venido ganando terreno y hoy tenemos hasta astrónomos en la formación y divulgación investigativa. Los historiadores profesionales han venido ganando credibilidad y figuran entre los científicos sociales más prestigiosos y menos cuestionados.

Para mediados de la década de 1960, surgió una nueva forma de hacer historia en Colombia, clasificada hacia 1977 con el nombre sensacionalista de la “nueva historia” que no era muy novedosa en términos internacionales pero que en el país representaba una clara ruptura con la tradición dominante. Esa tradición la imponía las academias de historia, conformadas en su gran mayoría por abogados ansiosos por conocer los detalles de los procesos de conquista, colonia, independencia, república y constitución de la geografía colombiana, sin visitar archivos y dedicados a transcribir documentos de la época, sin darle el contexto que se merecían.

En Colombia se han venido organizando congresos de historia, que han posibilitado una mayor demanda en los temas de la historia política y la violencia reciente, sorprende la dificultad con que se realizo el Congreso de Historia el pasado año 2017, para ser exactos en el mes de octubre, dónde no se pudo contar con el apoyo suficiente de las instituciones municipales de la capital de Antioquia y su gobernación. Sin embargo, el evento se puedo realizar por la gestión de rectores y profesores dolientes del programa que contaba con invitados nacionales e internacionales. Las conferencias tenían un eje transversal de temas anexos a la problemática nacional que hoy vivimos latentemente y en especial por estos meses de campaña electoral. Los historiadores son los indicados a tratar de analizar, sin emociones, con el contexto del atrás y del presente interpretar el futuro de un país con incertidumbres y afanes por mejorar lo ya vivido.

Podría seguir con un inventario inagotable de temas y trabajos nuevos, orientados por las más variadas líneas teóricas, guiados por los ejemplos, europeos o americanos, más diversos. Lo único significativo de esto es mostrar una situación de dispersión temática, de ruptura de teorías unificadas, de imposibilidad de generar una “historia de Colombia”, como la que pedía García Márquez: la verdad única no es definible ni narrable, y debemos aceptar una fragmentación de imágenes, una multiplicidad de perspectivas, métodos y visiones. Pero no las exageraciones de desconocer los miles de muertos de las bananeras. Y estudiemos la historia para hablar de lo que pasa en Colombia.

Director Corporación Educativa, Cultural y Cívica HABITAN
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Redacción Minuto30

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