La semana pasada un muy buen amigo me dijo “no te vayas a convertir en un político”. Dicha frase representó el umbral que me llevo a reflexionar sobre el papel de los ciudadanos colombianos en la Cultura Política del país y su esencia básica en la nación.

Normalmente culpamos a la política y a los políticos de nuestros males cotidianos y eso no está mal; es posible que la mayoría tenga una influencia directa en nuestra manera de vivir y actuar colectivamente. Los colombianos hemos entendido la necesidad de culpar a algunos políticos por sus malas gestiones, su mala reputación, sus posturas ideológicas y mejor aún, sus actos vinculados con corrupción. Sin embargo, al día de hoy, nos sigue costando darles crédito sobre las nuevas oportunidades y maneras de ver la vida que nos han brindado.

Es urgente que la sociedad reflexione sobre lo esencialmente positivo que nos han dejado los malos políticos, que los colombianos reconozcamos que en los problemas de dichos políticos nace la oportunidad entender la manera incorrecta de gobernar. Nos hemos enfocado simplemente en culpar a los políticos de todo, reflexionando sobre acusaciones y no sobre las propias causas. Entendemos que existe un político corrupto, lo odiamos y lo repugnamos; pero todo odio es malo, el odio ciega la imaginación; esa imaginación que nos permitiría innovar y pensar en ideas para el desarrollo de una mejor nación.

Aún así, creemos tener imaginación, pero esta tiene que ver más con una fantasía. Siempre utilizamos frases comunes como el “sí se puede”, pero nunca nos cuestionamos sobre el “¿Cómo se puede?”.

Los colombianos tenemos la urgente tarea de cambiar la forma de criticar y cuestionar. Más allá del problema institucional, es necesario reflexionar sobre el problema cultural de nuestra sociedad. Es urgente que pasemos de un “todos los políticos son iguales” a un “¿Por qué seguimos eligiendo a esos mismos políticos?”. Esa tarea no es tan fácil de lograr, pero esa tarea se logra con participación.

Mi amigo me recordaba: “si quieres hacer política no te vuelvas político, vuélvete activista, intelectual, cualquier cosa menos político”. Mientras tanto, dentro de mí, pensaba: Si no sabes quién eres ¿cómo sabes a dónde puedes llegar?

Normalmente nos cerramos al mundo del ser político y obviamos el mundo de las habilidades y los valores que nos hacen diferentes dentro de una sociedad. Primero, es importante aclarar que si se hace política, sea desde el activismo o la intelectualidad, ya se es político. Segundo, si nuestro fin es generar un cambio, tenemos que hacerlo desde lo que más nos apasiona; algo que entiende muy bien un verdadero líder.

El gran poder de un líder no está basado en que un grupo de personas cumplan sus expectativas, está enfocado en interpretar a este grupo de personas y que juntos, así sea por diferentes caminos (acorde a sus diferencias), lleguen a un mismo camino. Sea desde la política, sea desde el activismo o sea desde el sector financiero.

Martin Luther King algún día dijo “La última medida de un hombre no es donde se encuentra en momentos de comodidad y conveniencia, sino en donde se sitúa en tiempos de desafío y controversia”. No existe excusa, no justifiquemos, el miedo a cambiar y la pereza de participar, con la atrevida tarea de acusar.

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Redacción Minuto30

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