«Et unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam»

Colombia es, ante todo, y por antonomasia, un País Católico. Bien podrá decirse que con la promulgación de la Constitución Nacional en 1991 se eliminó el componente religioso del ideario colombiano, pero el empeño que ha puesto el progresismo cultural por hacer la religión a un lado, hasta ahora, con bastante tardanza, empieza a recoger sus frutos. Colombia no dejará de ser un País profundamente religioso y de valores conservadores por más que los herederos del Frente Popular traten de hacernos sentir lo contrario. El Estado es laico, pero Colombia es Católica.

Es entonces cuestionable y lamentable que el seno de la comunidad religiosa más importante en el mundo acoja en sus instalaciones a un criminal que representa la antítesis de la Santa Iglesia Católica. No logro entender cómo algo tan cínico e irónico logró gestarse, cómo alias Santrich fue respaldado implícitamente por una Institución que ha sufrido el actuar delictivo de este asesino y sus copartidarios. Vale la pena preguntarse por las explicaciones que deberá entregar el Cardenal Salazar a los familiares de los once Sacerdotes que han sido ultimados por las FARC en la década pasada, entre ellos Cesar Darío Peña en Antioquia o Monseñor Duarte Cancino, quien fuera Arzobispo de Cali, ¿cómo ver a los ojos a sus padres y hermanos para decirles que ahora cuidan de sus verdugos?

Como Católico que soy, como intransigente defensor de la Institución que se edificó en San Pedro, creo profundamente en los dogmas y doctrina que han sido transmitidos milenariamente para seguir los pasos que nos conducen a Dios y tratan de acercarnos un poco a la Santidad, sin embargo, disido completamente de acciones tan infames y deleznables como esta. No es posible que la Iglesia Católica, ante el límite histórico en el que se encuentra, ignore palabras tan dicientes como las que la encíclica “Rerum Novarum” pregona: “Cuando las sociedades se desmoronan, exige la rectitud que, si se quieren restaurar, vuelvan a los principios que les dieron el ser”. La Santa Iglesia no puede ser partícipe de los juegos corruptos e ilegítimos del desgobierno nacional, su deber es con Dios y no con el presidente de turno. Retornar a sus componentes más elementales es menester en esta época tan vacía y falta de espiritualidad.

Don Nicolás Gómez Dávila ya trataba la cuestión al afirmar que “La obediencia del Católico se ha trocado en una infinita docilidad a todos los vientos del mundo”, y es que no hay otra manera de entender cómo se ha dado una sumisión eclesiástica ante las peticiones de un gobierno. Debo coincidir con un gran catedrático rosarista al afirmar que se debe defender a la Iglesia, a pesar de la Iglesia, pues la carencia de principios asoma en los nuevos dirigentes de la misma.

Con gran pesadumbre contemplo cómo el púlpito se ha relegado a un papel meramente decorativo y la figura de autoridad que antaño poseía el Sacerdote se ha ido desvaneciendo poco a poco. ¿Qué diría Monseñor Carrasquilla si viese los desaciertos de la Iglesia en Colombia? Seguramente, con su prominente figura y esplendorosa voz, recriminaría esta conducta impía de sus superiores, como lo hizo más de cuarenta años desde la Capilla de La Bordadita en el Colegio Mayor del Rosario. También haría lo propio el Arzobispo Duarte Cancino, cuya valentía no vaciló para decir las verdades que todo el mundo callaba ante el miedo que imponían los grupos insurgentes.

Y aunque me pese decirlo, con profundo dolor, debo admitir que razón tenía Gómez Dávila al decir que “Pensando abrirle los brazos al mundo moderno, la Iglesia le abrió las piernas”.

Le pido a la Iglesia, a mi Santa Iglesia, que no confunda misericordia con sivergüenzura, que se haga un examen de conciencia y que reconozca su errar en este fatídico hecho que no hace menos que recordarnos aquellas palabras del Rey David en el Salmo 94:

“¿Hasta cuándo, Señor, los criminales, hasta cuándo van a triunfar los criminales?
Estos delincuentes son unos arrogantes,
Unos insolentes y unos fanfarrones;
Aplastan, Señor, a tu pueblo
Y oprimen tu heredad”.

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Redacción Minuto30

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