Sufrí por esas llamadas libertades del libre deterioro de la personalidad y es que desde muy niño inicié el consumo de tabaco y unos dos años después el del licor que, en ese tiempo, era considerado para machos y teníamos unas premisas muy permisivas, tolerantes y ahora después de muchos años, considero degradantes de la condición humana.

El hecho es que ambos me cogieron ventaja y estuve un tiempo desorientado y en ocasiones muy molesto para quienes han sido mis amigos desde la infancia, situación que los llevó a eludir mi compañía por lo incómodos que se sentían con mi presencia.

Tuve la oportunidad de surgir de ese marea desordenada y ahora puedo disfrutar en paz con mis amigos, levantarme fresco y sin angustias, acostarme a dormir en paz y aprovechar cada momento de mi existencia al máximo deleitándome con los amaneceres, atardeceres, el trino de los pájaros y todos esos regalos que nos da la vida, cuando tenemos todos nuestros sentidos en plena armonía con el entorno.

La luz llegó cuando entendí que de nadie diferente a , dependía ese presente que vivía con terror, angustia e inseguridad sobre mi futuro; cuando llegué a esa conclusión honesta y sin tapujos, comprendí que mi problema se solucionaba evitando reanudar el consumo y para eso busqué la más fácil: No tomarme o fumarme el primero en el día de hoy y, si ese día se me hacía largo, lo fraccionaba en períodos tan cortos como fuese necesario. Todo parte de una decisión inquebrantable: Yo no quiero depender de un bastón que decidí usar sin necesidad y mi serenidad no puede depender de un cigarrillo o un aguardiente.

Este testimonio me sirve para adentrarme en el tema de ese libre deterioro de la personalidad que quiere facilitar la corte constitucional con ese fallo, que permite el consumo de alcohol y otras sustancias sicoactivas en el espacio público.

En primer lugar es importante anotar que en países más desarrollados está prohibido salir al espacio público exhibiendo envases de licor y estos siempre deben estar envueltos en papeles opacos que impidan su identificación. Allí las multas son onerosas y el ciudadano lo entronizó en sus costumbres hasta el punto de que se molesta cuando alguien las vulnera. No sucede con las sustancias prohibidas puesto que por estar, reitero, prohibidas, no pueden expenderse libremente al público y por ende no tienen etiquetas o distintivos que las diferencien de la competencia.

La decisión de consumir o no es personal, aquí es importante anotar que cuando la sociedad es permisiva o propicia ese primer consumo en edades tempranas el riesgo de la adicción es muy superior  puesto que la madurez individual, según estudiosos del tema, empieza a consolidarse alrededor de los 23 años, edad ideal para la toma de decisiones con respecto a estos asuntos tan complejos como es el consumo de sustancias que inciden en el comportamiento individual.

Esa afirmación que las drogas o el alcohol no afecta las relaciones interpersonales es sinónimo de un desconocimiento extremo del  infierno que se desata alrededor del adicto incontrolado.

Familias en desgracia y en la inopia por los efectos de la adicción en uno de sus integrantes, hogares destruidos debido al deterioro crónico, incurable y progresivo del enfermo adicto que lo lleva a comportamientos violentos a ultranza, asesinatos, perversiones y acciones por fuera de la lay con tal de conseguir la manera de menguar la ansiedad que se origina en la abstinencia.

El individuo termina como un desechable más y una carga para las comunidades  y todo porque una camarilla de jueces ignaros o interesados en el negocio de este tipo de sustancias, decidió que el libre ¿desarrollo? de la personalidad de unos pocos, prima sobre el respeto a los niños o familias que ante esa monstruosidad, no pueden salir de sus casas a los espacios de esparcimiento debido a que están invadidos de adictos que deterioran su personalidad con plena libertad a costas de las más simples normas de convivencia.

La prohibición para hacerlo en público no vulnera para nada la posibilidad o el derecho del consumo como una decisión del individuo, pero si preserva el derecho de los más, no consumidores, para disfrutar del espacio público destinado a la libre movilidad, el esparcimiento, el descanso y el libre desarrollo de su personalidad.

Postre: Cualquier adicción empieza con el primer consumo y este desencadena una marea que el individuo no alcanza a dimensionar. Mientras más temprano se inicie en la vida el consumo de sustancias adictivas el riesgo de que la vida se vuelva ingobernable es más alto. Evitemos en niños, impúberes, adolescentes y jóvenes esas primeras veces y muy seguramente  tendremos generaciones más responsables de sus vidas.

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Redacción Minuto30

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