La mentalidad, capacidad e inteligencia de los candidatos a las gobernaciones, alcaldías, asambleas y concejos se puede deducir en gran medida de sus propuestas y sus discursos o reacciones ante hechos de la vida cotidiana.

En Colombia tenemos problemas tan diversos como sus regiones, pero hay muchos que afectan a la generalidad de la población y estos tienen que ver con la seguridad, la movilidad y la corrupción, que afectan la calidad de vida de todos por igual.

Sin muchas excepciones los candidatos a ocupar esas dignidades en los entes regionales se refieren a estos temas por separado como si no tuviesen un hilo conductor que viene desde la primera infancia. Para ellos son situaciones independientes que deben solucionarse con medidas puntuales. Para la seguridad: mayor número de agentes del orden, para la movilidad: más vías y mejoramiento del sistema de transporte público, y para la corrupción: se inventan estatutos y penas que se convierten en un canto a la bandera.

Muchos tienen un lema y un discurso lleno de lugares comunes sin nada de creatividad que dicen lo que quiere oír la gente pero que al final del día poco los compromete.

Hay un libro de Lin Yutang titulado “La oportunidad de Euridice” que narra las vivencias de la protagonista en una isla en el Océano Pacífico cuya población tiene una organización social muy singular puesto que es diferente a las convenciones sociales que han primado desde hace rato.

Allí se castigaba a los padres por las faltas de los hijos puesto que si los progenitores se hubiesen ocupado diligentemente de la educación de sus vástagos esas faltas no se presentarían; el castigo era proporcional a la gravedad de la falta además de la vergüenza y la sanción social.

En una ocasión en estos días observé como un niño ante la expresión de un padre reprendiendo a su hijo le hizo una precisión: Ese padre regañando a su hijo la dijo malcriado y ante eso otro infante un poco mayor le manifestó: “si le dices malcriado a tu hijo, te estas inculpando tú, puesto que son las padres quienes educan a sus hijos”.

Estas ideas, la una escrita y la otra vivida en la actualidad, pueden servir para que empecemos como sociedad a repensar el modelo social que estamos aplicando.

Sabemos que la represión no basta por si sola si no va acompañada de proyectos de resocialización del infractor y hay unos remedos para esto con los cursos sugeridos para esas infracciones de tránsito que se ven estimulados con una rebaja en el costo de la multa. No hablemos de las cárceles que son la escuela superior del delito.

En los países con mayor índice de desarrollo hay paradigmas muy sencillos que demuestran el nivel cultural de sus habitantes: “Sí no es mío es de otro”, “Respeto el turno, la fila y el derecho del otro”, “No estorbo” y cosas simples que resumen la cultura y ayudan con la convivencia.

Es raro el candidato que se refiere e estos temas como parte sustancial de su programa de gobierno y el que en alguna manera se ha acercado, ha tratado el tema de la educación y para esto se dedican a construir colegios, bibliotecas, parque bibliotecas y un sinnúmero de obras o edificios que sirven para gastar dinero y recursos públicos pero con resultados inicuos.

Lo primero que debemos proponer como candidatos es la construcción de sociedad y esta se basa en algo tan simple que por obvio lo hemos olvidado. La familia.

Construyendo familias armónicas, respetuosas, solidarias, leales y llenas de principios perennes conseguiremos una sociedad con iguales paradigmas y así veremos el transporte público organizado, los buses parando en donde está permitido, los pasajeros esperando en esos lugares, los motociclistas cumpliendo las normas de tránsito, los conductores de taxis circulando con normalidad y recogiendo sus pasajeros en sitios autorizados, los funcionarios públicos y en general los trabajadores cumpliendo con su labor sin necesidades de estímulos diferentes a la satisfacción del deber cumplido, los patronos y empresarios acatando y las normas de seguridad social sin esguinces ni nada que afecte el presente y futuro de sus subalternos y así las pequeñas y grandes corrupciones se verán relegadas al ostracismo.

Utópico sí, pero si queremos una sociedad equitativa, solidaria y con oportunidades para todos debemos empezar por la raíz y esta está ubicada en el seno de los hogares. El irrespeto, la corrupción y el incumplimiento de las leyes son conductas aprendidas y si el niño ve que en su familia hay esto lo tomará como su paradigma y forma de vida.
Construyendo familias sanas obtendremos una sociedad saludable.

Author Signature
Redacción Minuto30

Lo que leas hoy en Minuto30... Mañana será noticia.

  • Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio