La pandemia descubrió una realidad que muchos se empeñaban en ocultar. El mundo no está totalmente conectado.
En Colombia, a las zonas más alejadas no llega el internet, lo que dejó a cientos de niños, niñas y jóvenes por fuera del sistema educativo, mientras estuvimos confinamiento por causa de la pandemia.

Y de esa situación Medellín no es la excepción. Pese a que por muchos años se ha autodenominado la más innovadora, al parecer su innovación no le ha alcanzado para llegar hasta los hogares más desfavorecidos, y ni siquiera para tener una cobertura eficiente en todo el territorio.

Las brechas digitales que vive la ciudad son preocupantes tanto en acceso, uso y apropiación. No porque la mayoría de las personas tengan un teléfono móvil están conectadas. La falta de recursos para acceder a los datos los excluye de información de importancia para resolver tanto temas económicos, como de salud, y de diversión, a lo que se suma que no hay suficientes puntos de Wifi de acceso gratuito.

La cobertura de conectividad en las comunas y corregimientos varía entre los 92,1% en Laureles, hasta 44,4% en el corregimiento de San Sebastián de Palmitas. Una situación inaceptable para una ciudad que promete ser el primer Valle del Software de los colombianos.

Y como siempre los pobres son los que más pagan, tal como sucede con el transporte o los servicios públicos. Mientras que en los estratos 4,5 y 6, las familias pagan menos del 2% de sus ingresos económicos por conectividad a internet, en los 1,2 y 3 el porcentaje asciende al 9% y al 11% de sus ingresos.

Y aunque usted no lo crea, del pregón a la realidad hay mucho trecho. Medellín es la ciudad con menor despliegue de fibra óptica en el país, solo el 4,4% de los hogares cuentan con esta tecnología, lo que impacta considerablemente las velocidades de internet. En su lugar, estamos llenos de cobre, una tecnología obsoleta y de alto costo, que además es botín de los ladrones, que lo venden a buen precio.

Es urgente recuperar el control de Une-Tigo, con el fin de avanzar en la instalación de fibra óptica para toda la ciudad, garantizar un mínimo vital de internet, es una urgencia y una prioridad para la ciudad.

Hoy la conectividad potencializa derechos fundamentales como la educación, el trabajo y la información pública. Generar procesos de capacitación digital, que permitan la apropiación óptima de esta herramienta, tanto para adultos mayores, como mujeres, jóvenes, niños y niñas, es el reto.

El Covid-19 nos puso en un escenario diferente. La virtualidad y la digitalización de muchos procesos importantes, que nos transforman la cotidianidad avanza a pasos agigantados, mantener la brecha digital es condenar a las clases más desfavorecidas al ostracismo y a la imposibilidad de salir de ahí.

El Big Data, la inteligencia artificial, el internet de las cosas, todo lo que la Cuarta Revolución Industrial (CRI) nos trae requiere de conectividad, sin ella los más pobres permanecerán excluidos de los avances y desarrollos más importantes de las comunicaciones, la información, las transformaciones sociales, las gestiones bancarias, la educación y el trabajo.

La era digital es ya. Estamos en la obligación de reducir las brechas digitales. Eso es democracia y equidad. Es un asunto de Derechos Humanos, un asunto más serio de lo que algunos creen.

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Redacción Minuto30

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