“Concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo y sabiduría para reconocer la diferencia” Atribuida a San Francisco de Asís.

El Presidente Duque debe estar imbuido del espíritu de esta máxima puesto que tiene presiones de todos los lados para que en muy corto tiempo el rumbo de Colombia se vea despejado y con certeza para llegar a puerto seguro.
Desde el triunfo de su candidatura en el partido que representa se han conformado unos grupos radicales que lo han tildado de traidor en ciernes y por consiguiente, esperan cualquier acción que no esté acorde con sus aspiraciones radicales para endilgarle todo tipo de calificativos denigrantes, puesto que no ha cumplido en tres meses lo que propuso en campaña para 4 años.

La cosa pública no es un automóvil que puede cambiar el rumbo con un solo timonazo; la dinámica es tal que las medidas que se toman hoy tardan, en ocasiones, generaciones en surtir los efectos esperados pero hay inmediatistas que pretenden que con un plumazo se borre todo un entramado que forjó el desgobierno anterior para que las cosas fluyan como en un apacible arroyo en medio de la llanura.

Estamos a la espera de esos cambios necesarios todos, algunos urgentes y la mayoría importantes, pero es imperativo que quienes decidimos que el país no podía caer en las fauces del socialismo del siglo XXI entendamos que la mejor manera de lograr eso es apoyando y esperando que las medidas que se tomen sean oportunas, eficaces y eficientes. Esto quiere decir que “no por mucho madrugar, amanece más temprano” y “del afán no queda sino el cansancio”. Es mejor meditar sobre ellas, ver en lo posible todas las consecuencias (positivas y negativas) y una vez analizadas decidir sobre la materia. Corto pero necesario, esto requiere tiempo.

Mirar aquí es el inmediato y más allá es el mediano y largo plazo. Un dolor de cabeza se calma con una aspirina pero ver la causa y aliviarla necesita tiempo, estudio y acciones más radicales.

Después de estos aparecen los malos perdedores que creen que llegaron al cielo por una cantidad de votos que nunca han sido ni serán suyos.

En la dinámica democrática hay hechos que son tozudos y uno de ellos es la elección que realizan los votantes. En el 2018 los colombianos decidimos un cambio de rumbo y dentro del contrato estatal hay cosas que se pueden cambiar y otras que no, a no ser por un trámite demorado anta las instancias competentes. Cuando hay respeto por la democracia y aceptación de las reglas del juego es primordial aceptar que las cosas que se pueden cambiar se cambien y quienes perdieron acepten eso y no se consideren parte de un gobierno a la sombra y con facultades ejecutivas.

Pero la agresividad y el desorden que quieren implantar los perdedores supera lo que se pudiese entender como oposición y está llegando a límites intolerables.

Tienen unos frentes revoltosos en las universidades, sindicatos, algunas fracciones de gremios que desde siempre se han apoderado de los cargos directivos y pretenden incendiar al país. No pasan de unos cientos que con base en discursos incendiarios y arengas populistas consiguen movilizaciones relativamente numerosas para mostrar un poder que no tienen. El rebaño que aparece en esas marchas a duras penas entiende el porqué de esa manifestación. “¿P´a dónde va Vicente? P´a donde va la gente”.

Alguien tiene que ponerle cortapisa a esas aspiraciones ilegítimas de personajes sin autoridad moral y trayectoria límpida dentro del trasegar de la democracia. Es que tener prontuario judicial y pasado borrascoso, además de costumbres actuales muy cuestionables no te hace un individuo confiable y mucho menos indicado para adelantar una cruzada anticorrupción.

He ahí el asunto: quienes dicen ser los adalides de la pulcritud tienen un rabo de paja que no pueden acercarse a menos de 500 metros de la candela. Todos sin excepciones tienen en su haber hechos vergonzosos que desdicen de sus palabras y acciones. Me atrevo a decir que ninguno pasaría la prueba del polígrafo por entrenados que estén.

Ellos creen que el pueblo no tiene memoria y que olvida las cosas con la misma velocidad con que se divulgan, además olvidan que “nada hay oculto bajo el sol” y de ahí que aparecen videos de entregas de grandes sumas de dinero, o declaraciones veraces de testigos o actos de corrupción juzgados y condenatorios y todo tipo de hechos que de entrada descalifican al supuesto adalid de la pulcritud.

Postre: En este estado de revuelta, los medios de comunicación son corresponsables de lo que sucede. Magnifican los hechos y divulgan sandeces contribuyendo a la generación de un clima de confrontación.

Author Signature
Redacción Minuto30

Lo que leas hoy en Minuto30... Mañana será noticia.

  • Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio