En septiembre del 2012 tras varias semanas de rumores sobre los clandestinos diálogos entre el gobierno de Juan Manuel Santos – quien rechazaba los rumores – y las “Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia” (FARC) – una de las organizaciones criminales más sanguinarias del hemisferio – se anunció el proceso de las negociaciones entre el Gobierno colombiano y el grupo terrorista. El lugar de las negociaciones, La Habana, al igual que los patrocinadores, Cuba y Noruega, y los nombres de los “negociadores” de inmediato provocaron sospechas sobre la legitimidad y el futuro de este proceso.
Antón Toursinov

Desde que en Cuba llegó al poder, de manera ilegal por vía del engaño a los cubanos y al resto del mundo, la familia Castro que estableció un régimen de terror en la isla, comienzan a surgir en los países latinoamericanos los grupos terroristas que “luchan por la justicia social”: entre ellos, Fuerzas Armadas Rebeles (FAR) en Guatemala en 1962, las FARC en 1964, Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en El Salvador en 1972, Sendero Luminoso en el Perú en 1980 y otras clicas del castrismo creadas y apoyadas con las finanzas y armas provenientes de La Habana y con el adiestramiento de los guerrilleros en Cuba.

Todas estas organizaciones son responsables por miles de víctimas (asesinados, secuestrados, torturados) en su paso por el continente. El mismo ilegítimo gobierno cubano que ha creado y ha mantenido el crimen organizado en Latinoamérica ahora aloja y patrocina el “proceso de la paz” en Colombia. Aunque patrocina solo a una parte de los negociadores: a los subordinados del castrismo.

Lo mismo que ha hecho Noruega en nuestro continente. Todas las buenas intenciones que ha tenido aquel reino europeo al patrocinar los procesos de la mal llamada “paz” en América Latina (y sobre todo, en Centroamérica), se han traducido en realidad en el financiamiento de los exgrupos subversivos que ahora se autodenominan “defensores de los derechos humanos” – pero siguen sembrando terror y cometiendo delitos – y cuyos líderes se han enriquecido con este financiamiento europeo, principalmente noruego.

Mientras que estas negociaciones le cuestan a los colombianos un dineral (según los cálculos más modestos, en los 2 años y medio el gobierno ha gastado alrededor de US$8 millones), para las FARC este circo sigue siendo un negocio redondo, con viajes y hoteles pagados tanto por los propios colombianos y con las promesas de conseguir más fondos a mediano y largo plazo para la organización política que se formará por los guerrilleros con los fondos europeos.

No en vano una de las “negociadoras” es la criminal holandesa Tanja Nijmeijer, apodada en los Países Bajos “gallina de oro de las FARC”, quien está en busca y captura por varios gobiernos. Ahora ya se sabe el vínculo de esta terrorista, Nijmeijer, con el diputado socialista del parlamento holandés Harry van Bommel quien promueve de manera demasiado activa la participación de Países Bajos en estas negociaciones colombianas y organiza los fondos financieros para “el apoyo” a las FARC desde Holanda en particular y la Unión Europea en general.

Las FARC, al igual que los demás grupos subversivos del continente, nunca han sido de fiar en ningún proceso de las negociaciones. Estos procesos funcionan de maravilla como una cortina de humo para desviar la atención y seguir cometiendo la barbarie. Muestra de esto son los más de 30 asesinatos que han cometido las FARC en Colombia desde los inicios del diálogo en La Habana. El último ataque, el 15 de abril pasado, que dejó 11 solados perecidos, debería haber puesto el punto final a esta farsa de negociaciones con los terroristas, sin embargo, el Presidente Santos insiste en continuar el show. ¿Cuántos más colombianos asesinados son necesarios para que el gobierno entienda que con los terroristas no se negocia?

En cualquier caso, si se logra firmar “el acuerdo” o no, ganarán las FARC y perderá el pueblo colombiano. Los terroristas lograrán legitimarse y llegar al poder (mejor dicho, infiltrarse en el poder) para el beneficio propio de sus cabecillas y para vengarse del ejército colombiano y todos aquellos quienes han luchado por el país. El camino ya está trazado, por ejemplo, en Perú, donde han alcanzado dominar el poder judicial para enjuiciar a los militares que defendían a los peruanos del terrorismo, o en Guatemala, donde los exguerrilleros lograron entrar hasta el Ministerio Público y en todas las esferas del estado y desde allí siguen delinquiendo. Ya describimos todo este proceso en una de las columnas anteriores (https://www.minuto30.com/lo-que-puede-pasar-en-colombia-y-ojala-no-pase-por-anton-toursinov/266681/).

Los colombianos, por suerte, saben cuestionar y no confiar en las promesas politiqueras de una efímera paz que sale más cara que la victoria y derribo del terrorismo. Las marchas y manifestaciones en contra de las FARC y de la farsa del “proceso de la paz”, que se han organizado a lo largo y ancho del país desde el 2008, son una prueba de ello. @atoursinov

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Redacción Minuto30

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