Esta semana y la anterior han sido de gran polarización en el país. Uno de los desafortunados efectos de este fenómeno, además de la penosa confrontación en escenarios como las redes sociales en las que ya es común ver los insultos desplazando los argumentos, es la invisibilización de las grandes y excelentes noticias para el país, como la reciente aprobación del Plan Nacional de Desarrollo “Colombia, Potencia Mundial de la Vida 2022-2026”.
Más allá de la alegría propia de lograr el éxito en el trámite legislativo, lo más relevante, y de lo que debería estar hablando el país, es de los grandes hitos y propósitos contenidos en el articulado que es, ni más ni menos, la carta de navegación de Colombia para este cuatrienio.

Es un plan que, por primera vez, responde al mandato ciudadano: el de hacer realidad un país a la altura de los sueños de cada colombiano y colombiana; un plan que defiende la vida, el ambiente, los animales, que se construyó no en las oficinas de la capital sino desde el territorio en encuentros con la ciudadanía; un plan que privilegió a las mayorías y no a los mismos de siempre; un plan que, de manera histórica, escuchó a Colombia y a su gente.

El plan centra su espíritu en el ordenamiento territorial alrededor del agua; seguridad humana y justicia social; derecho humano en alimentación; transformación productiva, internacionalización y acción climática; y convergencia regional. Plantea metas ambiciosas como la reducción de la pobreza a un dígito, la entrega de 2,9 millones de hectáreas a campesinos y la ampliación a 1,7 millones de hectáreas de las áreas en proceso de restauración ambiental, por citar algunos entre muchos propósitos de esta apuesta social que suma inversiones por 1.154 billones de pesos.

No podría ser de manera distinta: hace ya, prácticamente un año, Colombia dio un giro a su rumbo con la elección de un gobierno de la gente, con la fuerza de una ciudadanía libre que con más de 11 millones de votos delegó la confianza a un proyecto colectivo que hoy estamos forjando tambien desde espacios como el Congreso.

Justamente, desde esta curul, logramos resultados importantes frente a la defensa del ambiente y de todas las formas de vida. Aunque el componente animal pudo ser más robusto como lo propusimos desde siempre, hay algunos logros importantes: de más de 500 propuestas de nuevos artículos presentados en Cámara y Senado, solo se aprobaron nueve, uno de ellos, el artículo 27 nuestro que da luz verde a la creación de la estrategia nacional contra el tráfico ilegal de fauna silvestre, el tercer negocio ilegal más lucrativo en el mundo.

Para tener un ejemplo de su dimensión, cada año en Colombia unos 18 mil animales son rescatados de las bandas criminales dedicadas a esta actividad infame, una cifra solo de referencia frente a los miles de animales más que no corren con la misma suerte y terminan muriendo despues de haber sido extraídos de su hábitat natural, tras ser torturados y tratados como mercancías sin el valor de la vida.

Además, se avaló un protocolo también de nuestra autoría que permite el retorno más rápido de los animales incautados a sus ecosistemas naturales, puesto que hoy hay procesos de esta naturaleza que tardan hasta 10 años en culminar, un acto de injusticia y de revictimización con los animales.

De otra parte, en otros artículos del documento logramos la inclusión de un plan de restauración ecológica para la recuperación de los ecosistemas de Colombia afectados por la deforestación; el fortalecimiento de los Consejos Territoriales del Agua, para que preparen a las comunidades frente a la gestión del riesgo y ayuden a salvar vidas; finalmente y, como resultado de un trabajo colectivo con otros congresistas, se logró la creación del Sistema Nacional de Protección y Bienestar Animal, – Sinapyba- y se fortaleció la tarea al Ministerio de Defensa para mejorar la capacidad de respuesta a los delitos que atentan contra los animales.

En suma, este Plan Nacional de Desarrollo que arranca a ser realidad, y que la ciudadanía debe seguir defendiéndo, pues es su mandato expreso, es el inicio del camino para superar la injusticia social, la degradación ambiental y la deuda histórica de décadas que nos llevó a ser una de las naciones más desiguales del planeta. Es, en resumen, la política del amor al servicio de la gente, traducida en un plan que le devuelve dignidad a Colombia y que centra su acción en la defensa ambiental y el cambio climático.

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Redacción Minuto30

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