En eso se ha convertido el Concejo de Medellín. He aquí a los responsables.

El «máximo recinto de la democracia en Medellín», el espacio del otrora mejor Concejo Municipal de Colombia, se ha convertido en sitio de episodios bochornosos. Quienes hacen una oposición cerrera al alcalde Quintero Calle han convertido al hemiciclo del Concejo en un verdadero hemicirco.

Pero este no es el «Circo Máximo» donde bravíos gladiadores luchaban por su vida ganando el favor del pueblo y pagando con su sangre el precio de su libertad. Mucho menos es la Cámara de los Comunes, ni el Ágora ateniense o el Foro republicano e imperial de la Antigua Roma, cuya historia tanto apasiona al concejal Julio González Villa, no. Los debates rigurosos y argumentativos en el Concejo de Medellín cedieron el paso a vituperios, ataques virulentos y adjetivos peyorativos.

Escudándose –y excusándose– en “vehemencia”, el verbo incendiario del concejal González Villa, PhD., quien llegó al Concejo tras la renuncia de Gabirel Dib, le echa más gasolina al fuego. Los simbolismos de sus figuras retóricas, dignas del también incendiario Laureano Gómez, son tomados al pie de la letra por seguidores del cabildante que no dudan en insultar a quienes González Villa ataque. Se le recuerda al Dr. González que Laureano Gómez también justificaba su prosa incendiaria de “exterminar a sangre y fuego al partido liberal” en “la vehemencia del ejercicio democrático”. Recordemos qué consecuencias tuvo.

Alternándose con González Villa está Alfredo Ramos Maya, quien le debe su curul en el Concejo al Estatuto de Oposición, fruto de los Acuerdos de La Habana que tanto ataca, pero cuyo premio de consolación no dudó en aceptar. Ramos, que tiende a ser más respetuoso y diplomático que sus compañeros de oposición, lanza indirectas y eufemismos rebosantes de ironía que a duras penas disfrazan sus ganas de decirle a sus colegas cabildantes, “¡Estudien, vagos!”.

Otro de estos gladiadores de armadura oxidada es Simón Molina, el escudero de “los Paolos” en el Concejo de Medellín. Aunque Molina ha llevado en el pasado debates con rigor técnico y objetivo, estando en oposición ha dejado ver su lado más oscuro y virulento, criticando acciones que él mismo, en el cuatrienio anterior, pasaba por alto, como las irregularidades en Empresas Públicas de Medellín.

Y es que “hacer oposición” es mucho más que decirle “no” a todo. Reglamentada por la ley colombiana, la oposición se ejerce de manera propositiva y reflexiva. Si la administración de un mandatario presenta un proyecto, y la oposición no lo comparte, puede proponer enmiendas y alternativas. Por eso rescato la oposición rigurosa y propositiva de Nataly Vélez, Dora Saldarriaga, Lina García Gañán, Paulina Aguinaga y Albert Corredor, savia joven que renueva nuestra democracia.

Cabe aclarar que admiro el conocimiento enciclopédico de Julio González Villa; disfruto de sus alusiones a episodios de la Historia y le sigo en YouTube. De igual manera, estoy seguro que las cualidades profesionales y académicas de Alfredo Ramos Maya puede aportarle mucho a Medellín. Pero, ¿dónde están las enmiendas y propuestas alternativas de estos dos concejales?

Pero decirle “no” a todo, sólo por diferencias políticas, es mezquindad y limitarse a descalificar al oponente es mediocridad.

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Redacción Minuto30

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