En Tuluá -en el corazón del departamento del Valle del Cauca- han asesinado 152 personas en lo que va corrido del año. La cifra horroriza por tratarse de una ciudad de apenas 180 mil habitantes. En el último mes mataron 31. En los últimos 10 días han asesinado 16, de acuerdo con los números que maneja el colega Gustavo Álvarez Gardeazabal, de «La Luciérnaga», de Caracol Radio.

Cuadro impresionante.

Ayer mataron a un N.N., a quien trataron de despedazar con un machete. No pudieron. Entonces, los criminales le pagaron a un muchacho para que lo llevara en una carretilla de mano. Pese a que iba envuelto en un plástico, la sangre que todavía chorreaba lo delató.

Ajuste de cuentas.

La Policía local le atribuye toda la estremecedora escalada de violencia a un ajuste de cuentas entre bandas. La verdad es que esto se mexicanizó, según el escritor y periodista valluno. Algunos tulueños se habían ido a trabajar a México como parte del grupo de Poveda, el dueño del narcozoológico a quien detuvieron en México y en febrero extraditaron a USA. Volvieron pobres, pero con ganas de subir en la escala del crimen. Al mismo tiempo, en febrero mataron al abogado Candamil, de quien se creía que era la memoria jurídica y predial de «Los Rastrojos». Por esos días se entregaron «Comba» y detrás de él todos los que manejaban el negocio del poder maldito en Tuluá.

Los sobrevivientes.

Quienes quedaron luchan por ser reconocidos como los más poderosamente criminales o los más crueles. Y como el modelo es México, pasa lo que pasa. El primer episodio de proporciones se produjo cuando asesinaron al presidente de la Cámara de Comercio de Tuluá Jesús Ernesto Victoria y a su sobrino. La orden era «maten a todos los hombres de esa casa» (que estaban en un almuerzo familiar). Dispararon contra todos los seis hombres. Contra las mujeres nadie intentó. Hasta ahora nadie se ha impuesto. La Policía dice haber investigado, pero se escucha en diferentes círculos que a la Fiscalía le da miedo autorizar los procedimientos. Es posible. Pero también es posible que al miedo se una la corrupción que campea en muchos ámbitos.

Minoría guerrillera.

Como si fuera poco, las Farc, con un grupito no mayor a 12 guerrilleros, llevan un mes sembrando el terror en la ciudad. Primero volaron las dos hidroeléctricas del río Tuluá, de propiedad de los antioqueños de CIELSA. Ese día quemaron 11 vehículos de los contratistas de las obras. Dos semanas después quemaron cuatro vehículos de los contratistas de la Agencia Nacional de Hidrocarburos que buscan petróleo en la misma zona. Ayer les quemaron seis. ¡Es decir, 21 en menos de un mes!

Tapen, tapen.

Según Gardeazabal, este baño de sangre de dimensiones tan alarmantes no es noticia nacional porque ni a Santos ni al alcalde de Tuluá, ni al periódico del pueblo, que es de su suegra, les conviene publicarlo.

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Redacción Minuto30

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