No pudo Chávez presentarse a Caracas, luego de su último viaje por el Sur, con la promesa o certeza del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, de que el narcotraficante venezolano, Walid Makled, sería extraditado a Venezuela y no a Estados Unidos.

Manuel Malaver

Objetivo que fue el fin supremo de sus visitas de rutinas (casi familiares) a Cristina Kirchner en Argentina, José Mujica en Uruguay y Evo Morales en Bolivia y que, en muchos sentidos, simularon la ansiedad, la tortura que le carcome porque el también exempresario revolucionario y de estirpe “rojo rojita”, no pare en manos de autoridades policiales y judiciales de Estados Unidos que están dispuestas a sacarle todo lo que sabe sobre las relaciones de los altos jerarcas de la revolución chavista con los viejos y nuevos carteles colombianos –y dicen que hasta mexicanos-de la droga.

Lo cierto es que se trata de un tema -más bien de una incógnita-, que está entre los primeros ítems de la agenda de todos los organismos y agencias antidrogas de América y Europa y que busca descifrar las claves del por qué y el cómo Venezuela se convirtió en menos de un quinquenio en el principal corredor del tráfico de la cocaína que viene del sur y sigue hacia los mercados de América, Europa, África, Asia y Oceanía.

Pero, igualmente, del origen de las inmensas fortunas que de la noche a la mañana exhiben conocidos y altos funcionarios de la administración castrochavista (casta que ya se conoce en el mundo como boliburguesía), y de la incontrolable violencia social que en todos los rincones de Venezuela, (pero sobre todo en las barriadas populares y en los estados fronterizos) produce un saldo que, entre 1999 (el primero año de gobierno de Chávez) se elevó de 5000 asesinatos, a 21.000, que fue la cifra oficial del 2010, último año del mandato del también comandante y presidente.

O sea, que números que espeluznan, que superan con creces los que se suscitan en México, el país que centra en este momento la atención mundial por sufrir la “segunda guerra de la cocaína” de la historia, y los de la Colombia que sufrió la primera (1990-1996), y aun los que se producen en guerras convencionales como en Irak y Afganistán.

Y que en el caso venezolano, hay razones para pensar que no encuentran otro origen que en el narcotráfico clandestino que se protege desde sectores ultrapoderosos del gobierno, que a su vez se retroalimenta del empobrecimiento generalizado que cunde desde hace 12 años entre las clases medias y las clases menos favorecidas del país, producto de la destrucción del aparato productivo interno que ha sido devastado en un 70 por ciento, de la marginalidad y del imperio del subempleo estatal que viene vía de ayudas y pensiones, y de la conversión de Venezuela en un país importador en el que, el que no vive de las cuantiosas y cien mil millonarias licencias, se rebusca en las redes de distribución de alimentos que van desde el transporte, hasta la distribución y el expendio.

Agreguemos, por último, que el estado venezolano, el que ha surgido como consecuencia del desmantelamiento del anterior, el revolucionario, antiimperialista y socialista siglo XXI, sirve para todo, menos para combatir el delito, ya que sus preocupaciones fundamentales son contribuir a la construcción de la “nueva sociedad” y el “hombre nuevo”, persiguiendo a sus enemigos, acorralando a las organizaciones políticas a las que pertenecen, controlando e intimidando a los medios y periodistas independientes y prestando su concurso a las tareas de movilización de las masas revolucionarias y a su comandante en jefe, que, desde luego, es casi de lo único que se ocupa el gobierno,

De modo que, no es exagerar establecer que en lo que se refiere al acoso, persecución, instrucción y presentación ante los tribunales de los individuos indiciados, o sorprendidos in flagrancia en la comisión de delitos contra la sociedad, el estado venezolano es un “estado fallido”, uno que se ha desencajado de sus funciones básicas y constitucionales y solo existe para garantizar que el estado de cosas políticas imperantes en Venezuela persista y Chávez pueda cumplir su sueño de permanecer en la presidencia hasta que Dios y la biología lo permitan.

Digamos que el caso del narcotraficante, Walid Makled García, ciudadano venezolano de origen sirio, epitomiza el origen, la naturaleza, la historia y el modus operandi de un proceso de formación de un estado que el poeta y pensador mexicano, Octavio Paz, calificó como “un ogro filántrópico”, y cuyas vetas de comportamiento básico empiezan por la captación de individuos que comparten las ideas del cambio, se incorporan a tareas para las cuales revelan vocación, capacidad y destreza especiales y van recibiendo ventajas que aumentan o disminuyen según su capacidad de compartirlas con quienes se las proporcionan.

En lo que se refiere a Makled, esas disposiciones eran para el comercio minorista y mayorista, pero después pasó a tener una red de transporte de carga, “Transporte Makled”, una finca, El Rosario, de más de 5000 Ha en el Sur del Estado Carabobo, una distribuidora y venta de electrodomésticos, varias constructoras, una almacenadora “Transgar”, una empresa aduanera “Conacentro”, una editorial que publicaba un diario, “El Periódico”, y una línea aérea con rutas nacionales e internacionales, Aeropostal, a la par que inversiones en acciones de empresas nacionales e internacionales.

Y todo este “ábrete sésamo” creado en menos de un quinquenio, y al abrigo de las autoridades políticas y militares del Estado Carabobo, del gobernador, general Luís Felipe Acosta Cárlez y del general jefe de la IV Brigada Blindada de Valencia, Clíver Alcalá Cordones, quienes, según Makled, lo conectaron con grandes figuras nacionales del chavismo y de la revolución que fueron decisivas para concederle las licencias, permisos y plácets para crear un imperio que el mismo Makled ha evaluado en 5000 mil millones de dólares.

Todo lo cual no le valió para que, habiendo llegado demasiado lejos, o quizá por choques con otras mafias de dentro o fuera del país, se desplomara en pocas semanas o meses, fuera desterrado de sus predios personales y capitalistas, expropiado, acusado de mandar a matar a un periodista, y transfigurado en una bestia salvaje y fugitiva detenido una tarde por autoridades colombianas en un pueblito, “Los Patios”, del Norte de Santander.

Dos peticiones de extradición pesan en este momento contra Makled ante las autoridades colombianas, una del gobierno de los Estados Unidos y otra del gobierno venezolano, una y otra, al parecer, con razones jurídicas para ser concedidas.

Ahora bien, como el acusado Makled viene a su vez acusando a funcionarios del gobierno de Chávez de ser sus cómplices y de estar protegidos por el comandante de la revolución en persona, es evidente, que no solo Colombia, sino Estados Unidos, están interesados que sea allá, en el Norte, donde cuente la que dice es “su verdad”.

Que también tendría que ser del interés del gobierno venezolano si, como dice, Makled está mintiendo y por ningún respecto, ni sus funcionarios, ni mucho menos el comandante presidente, Chávez, tienen que ver con sus andanzas.

Pero, si es así ¿por qué ese miedo, ese terror, ese espanto, porque Mackled cuente su historia, si se trata de fábulas y leyendas que pueden ser desmentidas y poner a brillar el prestigio del gobierno de la revolución bolivariano hasta alturas que no soñaron ni siquiera sus peores enemigos?.

Chávez, por el contrario, parece que tiemblan ante tal eventualidad, es capaz de pagar y arriesgar lo que sea porque ello no ocurra y su reciente viaje al Cono Sur, que no era sino un pretexto para pasar por Colombia y traerse a Makled, acaba de demostrarlo.

Pero no fue así, porque curiosamente el avión de Chávez en Cochabamba sufrió un desperfecto, se tardó un día en repararlo, y el comandante-presidente que pudo tomar otro avión, o aplazar la cita por unas horas, tendrá que esperar una semana para que Santos resuelva si complace, o a quien fue hasta hace poco su archienemigo Chávez, o a la institución que será la principal responsable del éxito de su gobierno: las Fuerzas Armadas colombianas.

En otras palabras: que para Chávez otra semana sin Makled, que le valdrá para no darse cuenta de que en Venezuela regresaron los apagones, que no se ha construido una sola de las 150 mil casas que prometió para este año, y que ya los secuestros, como los atracos, no se están haciendo en forma individual, sino colectiva.

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Redacción Minuto30

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