Como se agrava en lugar de resolverse, hay que dar otra mirada a la protesta que tiene el Cauca por epicentro.

Uno, la “minga” tiene el objetivo de aumentar los privilegios y beneficios que el Estado le da a los indígenas, como se ve en la exigencia de que se les entreguen 49.100 hectáreas adicionales a las que ya tienen y 4.6 billones de pesos más (3.6 de ellos para los indígenas caucanos), adicionales a los 10 billones del plan nacional de desarrollo. O en las peticiones de que se de carácter de autoridad medio ambiental a los cabildos y no se permitan los sobrevuelos sobre sus territorios.

Dos, pero además de buscar los intereses de los indígenas, el bloqueo es parte de un proceso de movilización política mucho más amplio que pretende ganar “la calle”, anunciado por Petro en su discurso después de las elecciones. Derrotados en las urnas, pretenden conseguir los objetivos de su agenda política a través de paros, protestas y bloqueos. Es pieza clave de la estrategia de la oposición política al gobierno de Duque y de posicionamiento para el 2022. Como en el caso de los movimientos estudiantiles, le miden el aceite al Presidente. Su pretensión es arrodillarlo y por eso no aceptan su invitación a dialogar en Casa de Nariño. Así que los bloqueos indígenas no son “sociales”, son políticos. Muchos líderes indígenas han sido adoctrinados por la extrema izquierda y son útiles a sus propósitos o trabajan abiertamente por ellos.

Tres, la “minga” no tiene nada de espontánea. Ha sido cuidadosamente planeada desde el inicio del gobierno. Para sostener varios miles durante veinte días, está muy bien financiada. ¿Cómo se paga? Una parte, con las transferencias millonarias que hacemos todos nosotros a los indígenas; otra, con los dineros que deja la coca de los resguardos caucanos. Al 31 de diciembre de 2017 había 15.960 ha de coca en el Cauca, un aumento del 26.7% en relación con el 2016.

Cuarto, el paro ha estado lejos de ser pacífico. Además del bloqueo de las vías y su destrucción, los cocteles molotov y las papas bombas, ya van nueve muertos y un par de docenas de heridos. Los indígenas no solo no colaboran con la Fuerza Pública para detener a los responsables sino que los atacan e impiden el trabajo de las autoridades, como ocurrió después de la explosión en Dagua.

Quinto, la afectación de los derechos de los demás ciudadanos no solo no es un efecto colateral sino que es uno de los objetivos del bloqueo: busca aumentar los daños de manera que los afectados presionen al Gobierno para que ceda, termine el paro y cesen las pérdidas. A estos indígenas no solo no les importa violar los derechos de los demás, entienden que esa violación es indispensable para la extorsión.

Sexto, sin embargo, el abuso sistemático de las vías de hecho y la politización de la protesta está exacerbando los ánimos de los demás ciudadanos. Lo que era antes una tendencia natural de muchos a solidarizarse con los indígenas, marginados por décadas, empieza a tornarse en una molestia frente al exceso, en un rechazo de los privilegios y beneficios que se les otorgan en demasía.

Séptimo, como consecuencia, empieza a abrirse una discusión sobre el alcance de los de los derechos de los minorías y sobre la afectación de los derechos de los demás ciudadanos. Ya se oyen voces que encuentran inaceptable que las mayorías subsidien a los indígenas, que se les de mejor tratamiento que las negritudes y población rom, que rechazan que como resultado de las vías de hecho y la violencia los indígenas reciban beneficios que no tienen los demás.

El debate, al final, es sobre las minorías (no solo las indígenas, por cierto), muy radicales y organizadas, y unas mayorías, silenciosas y pasivas que, sin embargo, empiezan, con toda razón, a perder la paciencia y exasperarse. Aunque esperamos que el Presidente se mantenga firme, quizás los indígenas de la “minga” puedan ganar otra vez esta batalla. Pero el exceso solo conseguirá el hartazgo y polarizar a un sector mayoritario de población en contra de ellos.

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Redacción Minuto30

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