El miércoles 9 de diciembre de 2020, visitamos el municipio de Concepción, del cual tengo el honor de ser Hijo adoptivo mediante decreto de alcaldía y concejo municipal. Esta vez nos convocó la feliz conmemoración de la batalla que dio la libertad al hermano país del Perú y a poner fin al dominio español en América, la Batalla de Ayacucho (una llanura peruana junto a la cordillera del Condorcanqui limitada por dos barrancos. El nombre, en lengua quechua, significa, “el rincón de los muertos”) el 9 de diciembre de 1824. Y fuimos a conmemorar dicha batalla a Concepción, por la sencilla razón de que este hermoso pueblo del oriente antioqueño es la cuna de nuestro héroe José María Córdova Muñoz.

“La lucha comenzó bien para los españoles. Su mejor comandante, Jerónimo Valdés, sembró el pánico en las filas patriotas (que contaba tan sólo con 5.800 hombres), pero estas consiguieron reorganizarse. Estaban decididas a resistir a toda costa. Uno de sus generales, José María Córdova, protagonizó entonces un gesto de valor militar, destinado a infundir moral a sus tropas: desmontó de su caballo y proclamó con vehemencia que no quería disponer de ningún medio para escapar, si es que llegaban a ser derrotados. Después ordenó fuego a discreción e hizo avanzar a sus hombres. “¡Hasta la victoria final!”, gritó.

El inesperado avance independentista cambió el curso de la batalla. Se produjo una situación confusa, y durante media hora de lucha cuerpo a cuerpo los lanceros americanos acabaron al ejército peninsular (conformados por 9.300 soldados), que vieron cómo Córdova les arrebataba su artillería. Desesperado, al ver que sus fuerzas se desintegraban, el virrey se lanzó a la lucha como un soldado más.

Fue hecho prisionero tras recibir varias heridas de sable, por lo que tuvo que ser sustituido por el general Canterac, para finalmente declararse vencido”. Así se selló la independencia peruana, y el artífice fue nada menos que nuestro compatriota, el General José María Córdova.

Fue un evento sencillo pero sobrio (el de la celebración de los 196 años de la Batalla de Ayacucho) y con asistencia restringida de la Fundación Cordovista de los Andes, la Academia Antioqueña de Historia, la Asociación Colombiana de Reservista (ACORE) y las autoridades municipales, en cabeza de su alcalde, Gustavo Alonso López Orrego. La pandemia no impidió que exaltáramos la gesta de nuestro General de División, José María Córdova.
Difícil, por no decir imposible, encontrar en nuestro medio colombiano a un hombre de las calidades militares, políticas y patrióticas del general José María Córdova, Libertador de Antioquia, prócer inigualable de nuestra Independencia.

Recordemos que Concepción, mi hermoso y próspero municipio del oriente antioqueño, donde, el 8 de septiembre de 1799, nació nuestro general, era, para ese entonces, una aldea incipiente de las tantas de Antioquia, llena de sol, de verde y de vida; hoy, Concepción es un próspero municipio, lleno de gentes emprendedoras, amigables y festivas, que llevan muy en el corazón y en su cultura, el glorioso nombre de su hijo predilecto.

Obligatorio, debería decirse, el que todos los antioqueños, y en general los colombianos, visitáramos con frecuencia a este municipio, lleno de honor, de belleza natural y urbanística, que tiene, por asuntos del destino, semejante honor.

La carrera militar del general Córdova, fulgurante a todas luces, se puede glosar, así: el 12 de abril de 1814 (¡con tan sólo 15 años!), ingresó al Ejercito como Cadete de la Escuela de Ingenieros Militares de la Provincia de Antioquia; se graduó de Subteniente, el 5 de julio de 1815; de Teniente, el 15 de agosto de 1816; como Capitán, el 4 de noviembre de 1817; Teniente Coronel, el 14 de febrero de 1819; Coronel, el 21 de julio de 1821; General de Brigada, el 3 de enero de 1823; y General de División, el 12 de enero de 1825. Su presencia fue fundamental en las Campañas del Cauca, en 1815; Cundinamarca, en 1816; la Nueva Granada, de 1817 a 1819; la Costa Atlántica y Sabana de Bolívar; del Ecuador y de Pasto; en la Nueva Campaña sobre el Cauca, Patía y Pasto, en 1820; Alto y bajo Perú; del Cauca y Antioquia, en 1829.

En general, se sabe que participó de forma valerosa y definitiva en más de 40 batallas, entre ellas, una que le otorgó el rutilante y definitivo rótulo de “Libertador”: la Batalla de Chorros Blancos. Al tenor de esta batalla, recordemos que, aunque el dictador Juan del Corral proclamó la independencia absoluta de Antioquia el 11 de agosto de 1813, las huestes realistas se reorganizaron en la costa y marchaban hacia Santa fe de Bogotá, con una orden clara y precisa: reconquistar el poder español en la gran Colombia.

Así pues, es claro que la verdadera independencia de Antioquia se dio el 12 de febrero de 1820, cuando el general José María Córdova, acabó con las citadas tentativas de reconquista española, y no el 11 de agosto de 1813, con la simple proclama y firma de independencia ocurrida en un escritorio, más como consecuencia del caos que se apoderó de las colonias americanas en ese entonces, que por la verdadera decisión política y militar de las colonias.

Para corroborar mi tesis, no sobra decir que la tal firma fue tan baladí, caprichosa y oportunista, que aún hoy el asunto (de firmar y emitir decretos) nos encanta y, cosa curiosa, a la fecha ya son miles los decretos y leyes que se firman en un escritorio, y que en la práctica, ¡para nada sirven! No se cumplen.

Como miembro de la Fundación Cordovista de América, de la Academia Antioqueña de Historia, como antioqueño, como hijo de Concepción, no puedo menos que sentirme orgulloso y celebrar la gesta de Ayacucho, la misma que significó la libertad del hermano país del Perú y la expulsión definitiva de los españoles, en territorio hispanoamericano.

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Redacción Minuto30

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