Cada semana, gente “respetada y respetable” de la vida política nacional se ve envuelta en escándalos de corrupción y otros delitos. Aunque haya pocas condenas, estas van en aumento. Algo está cambiando.

El 7 de agosto de 1998, durante la ceremonia de posesión presidencial de Andrés Pastrana Arango, el entonces presidente del Senado Fabio Valencia Cossio, dirigiéndose a sus colegas congresistas, sentenció: «o cambiamos, o nos cambian». Pero nada ha cambiado… aún.

Desde la frase de Valencia Cossio han pasado 24 años, el lapso de una generación. Y la generación milennial ha crecido viendo cómo, lejos de cambiar, el statu quo se mantuvo en sus vicios, mañas y zancadillas a la ley. Muestra de ello es el escándalo que resultó en la reciente renuncia de la Ministra de las TIC Karen Abudinen poco antes de enfrentar la moción de censura en su contra que había en el Congreso. Ante todo el país eludió su responsabilidad. Y las nuevas generaciones lo ven.

El reciente fallo en primera instancia de la Contraloría General de la República contra Sergio Fajardo, Luis Alfredo Ramos y los contratistas involucrados en el escándalo de Hidroituango le va dando la razón al Alcalde de Medellín, Daniel Quintero Calle. Por su parte, los escándalos que rodean al llamado Clan Aguilar en el Departamento de Santander, parecen darle la razón al exalcalde de Bucaramanga Rodolfo Hernández, personaje casi tan disruptivo con el statu quo como el propio Quintero Calle.

Estos son sólo tres de muchos escándalos en los que la institucionalidad exculpa a sus representantes antes de reconocer sus fallas en público. Pero reconocerlas, y reparar el daño que sus vicios y mañas han causado es lo mínimo que se espera de nuestros dirigentes: un gesto de humildad y gallardía. Un “mea culpa” desde la institucionalidad ha venido de la mano del Alcalde de Medellín, Daniel Quintero Calle, ganándole simpatías y admiradores en toda Colombia.

Para Quintero Calle, la demanda contra los contratistas de Hidroituango no es sólo para recuperar dineros públicos o para que paguen los responsables, sino para reparar el daño moral causado por esos vicios y mañas que permean el ejercicio de lo público y restaurar la confianza ciudadana en la institucionalidad. Pero la demanda le atrajo las iras del notablato antioqueño.

Prueba de ello es que la iniciativa de revocar al Alcalde de Medellín se anunció justo luego de conocerse dicha demanda. Y el mencionado fallo de la Contraloría contra los contratistas de Hidroituango sugiere que el afán de revocar a Quintero Calle quizás era para, una vez con el Alcalde fuera de escena, se pudiera desistir de la demanda, “cuadrar por lo bajo” y hacer borrón y cuenta nueva, socializar pérdidas que la plata se pierda y que no paguen los responsables… tal como sucedió hace casi 30 años con esa otra hidroeléctrica, El Guavio.

Que un mandatario en ejercicio denuncie y entable acciones judiciales para dar con los responsables de corrupción es algo pocas veces visto. Hasta ahora, lo usual en Colombia ha sido el “tapen, tapen”, “hagámonos pacito” porque “entre bomberos no nos pisamos la manguera” y “nos tapamos con la misma cobija”. Esta vez es diferente.

Ahora que un Alcalde se ha puesto del lado de la ciudadanía para proteger el interés público y el bien común, tiembla y se estremece el viejo poder, porque sabe que la hora del relevo ha llegado. El statu quo no cambió y la nueva generación no traga entero. Algo está cambiando.

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Redacción Minuto30

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