La postura negacionista del presidente Jair Bolsonaro ante el agravamiento de la pandemia del COVID-19 en Brasil, segundo país con más contagiados en el mundo, ha comenzado a erosionar la imagen del país en el exterior y golpeado la confianza de los inversores extranjeros en la mayor economía de Suramérica.

La inversión extranjera directa en Brasil se desplomó desde 5.100 millones de dólares en abril de 2019 hasta 234 millones de dólares en abril de 2020, la menor cifra para este mes desde 1995, según informó este martes el Banco Central.

Los recursos de los foráneos también se esfumaron en la bolsa de Sao Paulo, de la que los inversores extranjeros retiraron en abril 5.070 millones de reales (unos 940 millones de dólares) tras haber sacado en marzo 24.210 millones de reales (unos 4.484 millones de dólares).

En el acumulado de los cuatro primeros meses de 2020 el flujo extranjero en la plaza paulista está negativo y roza los 13.000 millones de dólares.

Para el líder de la ultraderecha brasileña, uno de los gobernantes más escépticos sobre la gravedad del COVID-19, el desgaste de la imagen exterior del gigante suramericano es responsabilidad de la «prensa mundial de izquierda» y no de la grave crisis sanitaria por el coronavirus.

Sin embargo, especialistas consultados por Efe apuntan que los principales focos de preocupación en el exterior residen en la falta de unidad y planificación política en el combate del patógeno en Brasil, así como en las dudas sobre la capacidad del gobierno de Bolsonaro de continuar con su agenda neoliberal de reformas.

De acuerdo con el economista Henrique Castro, profesor de la Escuela de Economía de la Fundación Getulio Vargas (FGV), «el escenario brasileño es de mucha incertidumbre» y eso lleva a los inversores extranjeros a percibir de «arriesgada» la economía del país.

Según el Credit Default Swap (CDS), el índice de riesgo país de Brasil ha subido este año más del 220 % mientras que el real brasileño se convirtió en la divisa más devaluada del mundo.

FALTA DE REFORMAS Y EXCESO DE TENSIONES POLÍTICAS

La fuga de capital extranjero del mercado brasileño comenzó a sentirse ya el año pasado y, según explicó Castro, puede ser explicado por «el lento ritmo de las reformas brasileñas».

El Congreso aprobó una reforma a las jubilaciones, pero «no consiguió avanzar con otras dos reformas importantes impulsadas por Bolsonaro, la tributaria y la administrativa» que, con la llegada del coronavirus, quedaron «paradas».

Según el profesor de la FGV, el capital extranjero en Brasil solo retornará «si el Gobierno consigue dar señales claros de que va a conseguir avanzar con las reformas».

En la misma línea se expresó el economista jefe de la consultora Necton, André Perfeito, quien aseguró a Efe que los inversores están «muy atentos al nivel de eficacia de los estados para lidiar con esta pandemia».

El economista afirmó que, a corto plazo, el escenario brasileño es «incómodo» para los inversores ante la «falta de planificación» del Ejecutivo.

Perfeito también destacó los recientes «cambios en el Ministerio de Salud» y las constantes «peleas» entre el Gobierno federal y las gobernaciones regionales del país, a las que Bolsonaro presiona para que levanten las medidas de aislamiento social adoptadas para combatir la pandemia y a que retomen la economía.

Castro también lamentó que la crisis política haya concentrado de manera casi exclusiva «la atención del Gobierno en la defensa del presidente contra las acusaciones que lo imputan de una tentativa de interferir en investigaciones de la Policía Federal».

BRASIL, EN EL PUNTO DE MIRA

Las críticas al Gobierno Bolsonaro se multiplicaron en los últimos días en la prensa internacional, que tachó al mandatario brasileño de «el hombre que rompió Brasil» (Telegraph) y definió la situación del país de «un desastre económico y de salud pública que puede crear un ambiente todavía más propicio para la política del miedo y la irracionalidad» (Financial Times).

Según Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales de la FGV, Brasil está pasando por un «proceso de desgaste internacional inédito», aunque los indicios de este desgaste ya se sintieron a finales de 2018, cuando el líder de la ultraderecha fue elegido presidente con un discurso «autoritario y antidemocrático».

«Esto se agravó con la crisis de los incendios de la Amazonía y ahora se encuentra en su auge con la crisis de la pandemia y la mala gestión de la situación», relató a Efe.

De acuerdo con Stuenkel, a diferencia de otros países como China o Cuba, en el caso brasileño «no existe ninguna ambigüedad» y el Gobierno no hace el «menor esfuerzo para mitigar su imagen negativa con la prensa».

«Es un Gobierno autoritario, que niega la ciencia y que no tiene una buena gestión de la economía. Solo tiene aspectos negativos» y, por eso, el mundo «percibe que el país está a la deriva, que es un barco sin rumbo a merced de una persona a quien no le importa el bienestar de la población».

Desde una visión «occidental», el profesor de la FGV afirmó que Bolsonaro es visto «casi como el malvado de un dibujo animado».

Los mayores riesgos de este desgaste, añadió Stuenkel, residen en la posibilidad de sufrir «boicots de sus productos en Europa», «perder influencia internacional» y quedar «completamente aislado» y «sin ningún aliado», sobre todo en caso de que el presidente estadounidense, Donald Trump, aliado de Bolsonaro, no sea reelegido en las próximas elecciones.

EFE

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