Es la aldea más envejecida de Portugal y se ha blindado de tal manera que no registra ningún contagiado o siquiera sospechoso de serlo. Alcoutim, ha desplegado un sistema férreo por su supervivencia: si entra el virus, el golpe puede llegar a dos tercios de sus vecinos.

Tan especial es el protocolo activado que el hecho de que sus calles estrechas de casas bajas blancas estén desiertas es lo menos relevante. El reto en Alcoutim, en el Algarve (sur), se vislumbró desde el principio de la pandemia, especialmente letal para la tercera edad.

Y por eso es casi una amenaza personal para la comunidad de esta aldea de algo menos de 3.000 habitantes, el 60 % de los cuales tiene más de 65 años. El municipio se alza como el más envejecido de Portugal, según datos del Instituto Nacional de Estadística.

En total, Alcoutim tiene 95 ancianos por cada 100 personas en edad activa.

«Tal vez lo que hicimos, -no quiero decir que sea diferente- pero fuimos muy rápidos en el fondo para adoptar un conjunto de medidas que acabaron por ser aplicadas también a nivel nacional», dice a Efe el alcalde de la localidad, Osvaldo Gonçalves.

Varias de ellas fueron limitar enseguida las salidas a la calle de la población y dejar solo abiertos supermercados, farmacias, las tres residencias de ancianos que asisten a la aldea, y centros de día de mayores.

Otras iniciativas fueron un poco más allá de lo replicado a nivel nacional.

«Creamos una red de apoyo a través de la cual vamos a llevar a casa de las personas lo que nos pidan, sobre todo alimentación, medicación, y bienes de primera necesidad», apunta Gonçalves, ya que muchos de los vecinos tienen a sus hijos en confinamiento en otras ciudades y no pueden asistirlos.

También hay médico a domicilio para «consultas no urgentes», que llegan en una camioneta especialmente equipada, y reparten folletos con la información que las personas de más edad no pueden buscar en internet; las más vulnerables reciben llamadas de la Alcaldía para tenerlas al día.

Los consejos incluyen a los agentes de la Guardia Nacional Republicana, con los que trabaja el Ayuntamiento para proteger a los ancianos ante los arribistas y «maliciosos», señala el alcalde, que tratan de aprovechar la pandemia para entrar en sus casas y engañarles.

El resultado por ahora son cero contagios y casos sospechosos, y aunque los vecinos son conscientes de la situación de excepcionalidad provocada por el coronavirus, que deja más de 300 fallecidos y 11.000 contagios en Portugal, ven con cierta tranquilidad y hasta indolencia las restricciones de movilidad.

«Mi vida no tiene grandes alteraciones comparado con lo que hacía, porque yo, como vivo sola, siempre estoy en casa, me gusta mucho estar en casa», afirma a Efe Susete da Palma Romba.

Esta vecina, de 81 años, tiene un confinamiento algo laxo, con paseos «por una carretera secundaria» cerca de su casa, y permanece algo ajena a las preocupaciones que le transmiten hijos y nietos por teléfono.

«No estoy preocupada porque como tengo muchas cosas que hacer siempre, estoy siempre muy entretenida, no estoy aburrida por estar sola, y sé que estoy cumpliendo las reglas de la Dirección General de Salud de no contactar físicamente con otras personas», comenta.

Doña Susete es además ducha en tecnología y sigue las noticias desde su teléfono. A veces se asoma a la puerta y las transmite a otros vecinos más mayores que no comparten su habilidad.

António Francisco, de 78 años, también asegura continuar con su vida normal, cuidando de la huerta y quedándose en casa con su mujer, Celeste, de 75 años.

«Voy a andar al campo, tengo un taller también. Tengo algo de miedo porque soy paciente oncológico, aunque ahora mismo no estoy en tratamiento. Como precaución, no cojo objetos que toca otra persona, pero ya está», dice.

El aislamiento precoz de los habitantes de Alcoutim se completa con un exhaustivo control de los más vulnerables, sobre todo en residencias de ancianos.

Asisten a la localidad tres centros, uno en la propia aldea que cuenta con 84 residentes y otros dos en los alrededores con 31 y 37 jubilados en cada uno.

Todos ellos son testados estos días de forma prioritaria por una organización sin fines lucrativos ligada a la Universidad del Algarve que entendió muy pronto la «prioridad» de la localidad, explica el alcalde, por su «fragilidad al tener más personas ancianas».

EFE

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Minuto30 Agencias

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