“Amar es la eterna inocencia,
y la única inocencia es no pensar”.
Pensar es estar enfermo de los ojos. Fernando Pessoa.

A pesar de que los nombres intimidan y sientan precedentes, está claro que la realidad sorprende y los desborda. Esto ocurre especialmente cuando se acude a ellos –a los nombres-, a las reputaciones o a cualquier cosa que se les parezca, con el ánimo de hacer anticipaciones. El partido entre el Barcelona y el París Saint-Germain, que se inclinaba de manera lógica en favor de los barcelonistas, fue prueba de ello.

El funcionamiento táctico del equipo francés se multiplicó, no solo para restarle fuerzas al adversario, sino para potencializar el juego propio. El plantel galo desbordó la cuadrilla catalana con un fútbol práctico y eficaz. De este modo, el equipo francés cambió lo establecido, pues el Barcelona puede hacer alarde de que modifica su juego en función del rival de turno y, sin embargo, acierta siempre, fluye, como si se tratase de su modelo de juego habitual.

El París Saint-Germain hizo gala de un fútbol de mucha precisión, así como de aptitud para anticiparse. Adicionalmente logró provocar un cambio de estado en el adversario, adversario que, en la mayoría de los casos, se da el lujo de jugar de visitante como si estuviera de local.

En razón de que el París Saint-Germain tuvo un rendimiento óptimo durante la mayor parte del encuentro, es un hecho que ganó con autoridad, y, sobre todo, que sentó un precedente para los equipos jóvenes, a los que eventualmente entume la reputación del contrincante a enfrentar. Hay necesidad de observar el mundo como si fuera la primera vez que ocurre ante nuestros ojos. Hay necesidad de dejarse sorprender, es así como ocurre la magia.

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