En medio del ruido exagerado que generan las fiestas decembrinas escuché decir a manera de añoranza que “los diciembres pasados eran mejores”.  Pues claro que sí, como negar que antes la gente se reunía y se congregaba para celebrar, todos nos conocíamos, vivíamos en casas, había vecindad.

Hoy, habitamos encerrados en unidades residenciales donde todo está prohibido, un encierro pagado y vigilado donde nadie se conoce. Otrora reinaba la alegría, hoy priman el miedo y la desconfianza, debo aclarar que no estoy generalizando, seguramente esto no se cumple en todos lados y, la verdad solo deseo que sea diferente.

Recuerdo que en mi casa se hacía un montón de natilla de maíz, la auténtica, de enormes pailas veíamos salir una cantidad exagerada de platos, era el momento preciso para que mi madre empezara a repartir, me parece escuchar su voz diciendo: “llévele este plato a doña Rosa y este a doña María…” Mi hermano llevaba el de doña Elvia y así nos la pasábamos, lo más curioso es que uno volvía a la casa cargado de natilla, las vecinas devolvían el regalo, eso era un cruce de platos por todos lados.

Cómo olvidar que esa natilla, la propia y la extraña, reposaba por varios días en la mesa cubierta con un mantel de tela. Ah, también había intercambio de buñuelos. Hoy nada se intercambia, en ocasiones ni un saludo en un ascensor.

Los diciembres eran mejores, había familiaridad, no había celulares sino un teléfono fijo que todos se peleaban por contestar, tiempos aquellos en los que nos mirábamos a los ojos atentamente escuchando al otro hablar, recuerdo que en la casa se corrían los muebles y hasta se desbarataban las camas para bailar, la gente bailaba y gritaba sin cesar, eran libres, hoy caímos prisioneros de un diminuto aparato que nos separó,  pocos bailan y solo hacen acto de presencia sentados en la sala de cuerpo presente, pero ausentes, mejor dicho tele trasportados.

Uh, cuántas personas, a las doce de la noche, habían deseado el “feliz año” a decenas de personas lejanas, mientras ignoraban a quien estaba al frente de ellos, estamos cerca pero tan distantes, ahí radica la diferencia, en verse pero no hablarse.

Los diciembres han cambiado, en mi niñez pensar en viajar era una verdadera utopía, lo más normal era un paseo de olla, Tolú y Coveñas eran lugares inalcanzables, San Andrés no pasaba ni por la mente. En mi época no viajábamos, sino que los primos, primas, tíos y tías venían de los pueblos a pasar diciembre en la ciudad viendo los alumbrados, hoy casi nadie se quiere quedar en la ciudad, indiscutiblemente muchos desean pasar en una finca las noches festivas.

Obvio que en las ciudades se siente la soledad de algunos días al ver el bajo flujo vehicular y muchos apartamentos vacíos. Ahora, debemos tener claro que lo único que cambió fue el almanaque o calendario, de resto todo sigue siendo igual, las horas, minutos y segundos siguen siendo los mismos, en tiempo y espacio diciembre es el mismo.

Los cambios no vienen con el año nuevo, los cambios nacen en el interior de cada ser humano, lo que ha cambiado son los hábitos cotidianos y algunos comportamientos de las personas. Amanece, atardece y anochece de la misma forma que en años anteriores.

De mi parte considero que fue el mercado globalizado el que poco a poco fue cambiando ciertos comportamientos sociales, por ejemplo, en años pretéritos solo había dos canales de televisión en blanco y negro, hoy existe una infinidad de posibilidades televisivas donde se aprenden modas y formas de celebrar la navidad al estilo de otros países. 

En mi memoria persiste la imagen de mi padre y mis hermanos mayores tomando cerveza y aguardiente, por efectos del machismo las mujeres tomaban ron, hoy veo que todo cambió, ya globalizados los nuevos habitantes de la ciudad toman Whisky, Vodka, Tequila 1800, y Vinos finos, no el tres patadas de mi época juvenil, la cerveza tradicional la cambiaron por las marcas Corona y Heineken.

Óigase bien, no digo que eso sea malo, no, para nada. Pero en cosas como esas cambió el diciembre, ah, me olvidaba decir que en mi casa mataban gallinas para la navidad, hoy eso sería un crimen. Actualmente se comen otras cosas.

Aterricemos, puede que diciembre haya cambiado, pero no la forma de gobernar de nuestros mandatarios.  En medio de tanto festín cambiamos de año y de administraciones locales en todo el país; gobernadores, alcaldes, diputados y concejales empezaron a gobernar en sus territorios.

Ojalá que todos lo hagan bien por la estabilidad del país y dejen a un lado tanta, pero tanta corrupción. Me preocupa que en nada hayan cambiado las palabras y frases de los discursos de posesión, siguen siendo las mismas: equidad, diálogo, igualdad, puertas abiertas, gobernar en la calle, es el momento del cambio, todos somos iguales… en fin, esperemos que sea verdad tanta belleza y que entre tantos no haya ninguno pensando en robar.

Coda: en siete meses otra vez diciembre, no olvidemos que desde septiembre llega diciembre.

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Redacción Minuto30

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