Cerca de cuatro años han pasado desde que inició el gobierno de Daniel Quintero. Sin duda, han sido meses de agitada contienda y no ha habido tregua ante el asedio de los supuestos defensores de Medellín.

Los señores feudales, que se proclaman dueños de la ciudad, se vieron perdidos por el triunfo de un liderazgo político novedoso y juvenil, proveniente de la extracción de las clases populares y formado en la constancia del rebusque para estudiar y salir adelante, que desafió el carrusel tradicional de los grupos enquistados en el poder local y regional, acostumbrados a tener privilegios y beneficios, incluso derrochando el patrimonio público.

Al alcalde le cobran su osadía por no ser como ellos. Creyeron que podían comprarlo, manosearlo y persuadirlo con las veleidades del poder y el supuesto buen trato que se le da a quien mantiene obediencia y sumisión bajo una supuesta unidad que consideraban permisiva y conciliadora con los intereses de unos pocos, a costa de la gran mayoría necesitada y expectante que confió en sus ideas, para llevar avante realizaciones sociales, económicas y políticas materializables, que jamás se cumplieron en los gobiernos anteriores.

Al llegar Daniel Quintero a la alcaldía, la complacencia llegó a su fin e inició una etapa de denuncia pública y deliberación abierta, dispuesta a desmantelar el cartel de beneficios privados que un grupo de poderosos construyó con el bien público. Contrario a ello: la revocatoria se cayó por financiación irregular, capturaron a Luis Alfredo Ramos por parapolítica, se reveló que en la administración de Fico se ocultó información de Hidroituango que comprometía a los constructores, la Contraloría los condenó y se recuperaron $4,3 billones. Fico, Uribe y Fajardo perdieron las elecciones presidenciales. El alcalde retornó al cargo.

El Colombiano y quienes están detrás de sus editoriales y columnas se resisten a aceptar que se superó el asedio. Sin embargo, la ciudad avanza: Medellín fue referente en el manejo de la pandemia, Hidroituango entró en funcionamiento, inició la construcción de la tercera línea del metro, se cumplió el plan de desarrollo y se materializaron elefantes blancos de administraciones pasadas: la biblioteca España, 12 sur, el hospital de Buenos Aires, metrocable Picacho, Ciudad del Este, y el mismo Hidroituango. En este periodo, el desempleo bajó a un dígito, los homicidios 40 % y la pobreza multidimensional a mínimos históricos.

A la fecha, la alcaldía es la única entidad pública en contar con tres certificaciones ambientales en el país y pionera en América Latina, se congeló la tarifa de energía, la Matricula Cero favorece a más de 40.000 estudiantes de educación superior y miles de niños tienen computadores, gracias a la gestión institucional. Adicionalmente, se pagaron las pruebas Saber 11 a más de 89.000 estudiantes, se crearon centros del Valle del Software y Medellín se convirtió en un Distrito de Ciencia, Tecnología e Innovación. Hoy es la tercera mejor ciudad para visitar en el mundo.

El asedio

Acostumbrados a la estrategia del ataque, la camarilla del GEA y sus aliados orquestaron su práctica tradicional de lucha por enroque: “todos, gradual, pero intensamente contra uno”. Iniciaron con el boicot a la Junta de EPM, todo porque el alcalde no aceptó el chantaje de que “el buen gobierno” es aquel que se silencia y acepta ser títere de los núcleos de poder, derrochando y usurpando el patrimonio público. Este fue el primer escándalo con el que empezaron a radicalizar el plan de ingobernabilidad a la alcaldía.

El boicot continuó con la renuncia de la directora de ProAntioquia a la junta de Ruta N y Sapiencia. La directora de la Cámara de Comercio se fue en contra de EPM y la alcaldía, al igual que el director del Comité Intergremial y el presidente de la ANDI. Como si fuera poco, debido a la demanda contra los constructores de Hidroituango que interpuso el alcalde en 2020, en retaliación compraron El Colombiano, junto con uno de los “cacaos” y desde allí empezó la otra parte del ataque mediático que no ha cesado un solo día de fabricar editoriales, columnas de opinión y todo tipo de elaboraciones, dedicadas a desprestigiar la Administración Distrital.

Luego, vino la ofensiva política de los grandes “pesos pesados” de la operación de asedio: Fico, Álvaro Uribe, Luis Alfredo Ramos y Fajardo salieron a atacar. El expresidente Duque también trató de intervenir a EPM a través de la superfinanciera.  En medio de todo esto, se preparó con dineros oscuros el proceso de revocatoria. Bajo una tramoya conspirativa, un grupo de concejales organizaron “el pacto de Chuscalito”, con el apoyo del Centro Democrático, para bloquear los proyectos de la alcaldía. Surte efecto la suspensión por 41 días del alcalde, para montar un títere que no tuvo la entereza para hacerle frente a la ciudad.

Promovieron “veedurías” ciudadanas falsas, financiadas con recursos de la ANDI, la Cámara de Comercio y ProAntioquia, todo para azuzar el odio, el desprestigio y la división contra la administración. El concejo terminó siendo una pieza maleable, utilizada para no obtener recursos, bloqueando las propuestas del alcalde que habrían evitado a EPM, las pérdidas multimillonarias que ha tenido durante los últimos años por cuenta de Tigo UNE.

En Medellín, el odio no florece

Medellín nunca había tenido una narrativa de dignidad y principios sociales, actuando con plena eficacia con la gente y para la gente. Siempre los pobres, los humildes, habían sido ese otro aludido en los discursos de dirigentes y candidatos, como un recurso cuantioso maleable en promesas y luego en votos, jamás tuvieron el protagonismo para estar en la prioridad del gobierno y, sobre todo, para recibir, tener y garantizar los derechos arrebatados durante décadas de guerra. El futuro siempre ha sido hostil para quienes se resisten al cambio, en especial para los que gozan de privilegios.

En años de gobiernos autoritarios, disfrazados demagógicamente de tolerantes y participativos, para ocultar su mezquindad y complacencia con el robo al patrimonio público y la criminalidad, los poderosos no tenían a la vista un contradictor capaz de confrontarlos. Complicidad, silencio y pactos de beneficios eran el modo de encubrirse a sí mismos sus delitos.

Pese a que la fábrica de odio y división trabaja a toda máquina contra la esperanza y el cambio, sobre todo en época electoral, las personas se han acercado a una ciudad de derechos real, viva y para todas y todos, en la que se supera la ficción de cualquier editorial, por más ruidosa que sea. En política los hechos superan a la mentira y en la Medellín Futuro: decir es hacer.

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Redacción Minuto30

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