Desde antes de estallar la pandemia en el mundo, nos habíamos quejado, en esta y otras columnas, del trato que recibe nuestro personal médico y paramédico, tanto en Antioquia como en Colombia. El asunto lamentable a los ojos del mundo, estriba en que día a día, en vez de bajar las agresiones contra el personal médico del país, según Informe del Comité Internacional de la Cruz Roja, CICR, para vergüenza y tristeza de nuestro país, mientras en el año 2019 se presentaron 218 casos de ataques contra el personal de la salud, instalaciones médicas y vehículos sanitarios, en el 2020 ocurrieron 325 agresiones, significando ello un aumento del 49 por ciento; y de contera, la cifra màs alta en los últimos 25 años. Lo màs lamentable, dice el informe, es que las agresiones se están presentando en medio de la pandemia, cuando el personal médico está poniendo la vida misma para enfrentarla. Triste reseñar que aumentan las agresiones físicas de parte de algunos usuarios o amigos y dolientes de los pacientes.

Agresiones todas para profesionales indefensos y entregados a su labor de salvar vidas, mientras las eps se lavan las manos muy a la manera de Pilatos, que según el Evangelio de Mateo, se lavó las manos antes de enviar a Cristo a la cruz.

¿Quién le ha de poner el cascabel al gato? Entendemos el dolor de los parientes y amigos de los enfermos en estado delicado, pero es necesario entender el compromiso del personal médico y saber que ellos hacen lo mejor que pueden en situaciones extremas. Y que en caso de duda o negligencia en cuanto al tratamiento o cuidados, se debe recurrir a la ley, no a los golpes.

Como alternativa para luchar contra este flagelo que golpea la moral e infunde temor a un personal que trabaja, en muchas oportunidades, hasta 14 horas diarias, se deben tomar medidas en casos extremos de atención a heridos en la guerra de pandillas que vivimos a diario en Medellín o a las decenas de pacientes que están en las UCI, en atención a la pandemia que por estos días golpea con màs fuerza a la ciudad y a nuestro departamento.

Otra alternativa sería atención psicológica inmediata en la institución hospitalaria respectiva, con el concurso decidido y efectivo de las eps, del grupo familiar del paciente, en especial de aquellos que sufren el dolor intenso o la conducta agresiva, ante el estado de su ser querido.

No soy médico, ni autoridad sanitaria o judicial, y mucho menos ordenador del gasto en una eps; sólo soy un periodista, un ciudadano, en este caso, sumamente preocupado por una situación vergonzosa en extremo para Antioquia y Colombia, a màs que traumática para un personal médico ya lo suficientemente desestimulado laboralmente, vilipendiado por las eps y hasta señalado por una sociedad que los sabe indispensable pero los discrimina, en algunos casos de forma infame.

Dirán (aquellos que me conocen) que tengo grandes amigos en el sector salud. Eso es cierto, pero también es cierto que tengo muy claro, en consonancia con mi formación humanística, que cuando uno agrede al personal de la salud, el que lucha contra la muerte, contra la miseria y contra las pobres condiciones de salubridad que hemos padecido por siglos, estamos dando carta abierta a la pobreza, a la segregación y a la muerte.

Defender a nuestro sector salud, no solamente es una tarea del gobierno a la cabeza del Ministerio de Salud y Seguridad Social; es obligación de todos los ciudadanos sin distinción social, civil, económica o política.

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Redacción Minuto30

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