El investigador Francisco García Talavera. EFE/Archivo

El arrurrú es una antiquísima y original canción de cuna de los bereberes, que llaman «arrau» o «arrew» a los niños pequeños, y que se introdujo hace milenios en Canarias a través de los guanches, llegó a la Península con los árabes y, finalmente, se incorporó al folclore doméstico de América.

El investigador Francisco García Talavera. EFE/Archivo

El investigador Francisco García Talavera. EFE/Archivo

El investigador Francisco García-Talavera indica en una entrevista que el arrurrú traspasó las fronteras continentales africanas y se introdujo inicialmente en Canarias para pasar luego a la Península Ibérica con el numeroso contingente bereber (amazigh) que la invadió, en el siglo VIII.

García-Talavera considera que, dado que esta invasión tenía un componente bereber, es incorrecto denominarla la «conquista árabe», y señala también que el «arrurrú» dio el salto desde Canarias al nuevo mundo y se incorporó al folclore doméstico de muchos países americanos.

Entre éstos figura México, en donde se canta a los niños pequeños: «Arrurrú mi niño, arrurrú mi sol, arrurrú pedazo de mi corazón. Este niño lindo ya quiere dormir, háganle la cama de rosa y jazmín. Esta leche linda que le traigo aquí, es para este niño que se va a dormir. Arrurrú mi niño, arrurrú …».

El investigador, que fue director del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife, señala que en la mayoría de los dialectos bereberes a los niños pequeños se les denomina «arrau, arrew» o, como apuntaba el fallecido abogado y político Antonio Cubillo, sería «arru para luego transformarse en el arrurru repetitivo».

Eso sucedió al añadirle «el ur (no, en amazigh) y el rur (llorar, en bereber), con lo cual la palabra arrurrú sería en realidad una frase que significa «niño, no llores».

Otros autores berberólogos, como J. Lanfry, asocian aruru con el verbo sruru, acunar, dormir al niño o niña, meciéndolo, cantándole y «dándole pequeños golpes en la espalda con la palma de la mano», precisa García-Talavera.

En cuanto a la palabra «ajó» o «agó», sabemos que viene de «aho» (con hache aspirada), que es -según los cronistas, historiadores y lingüistas- como llamaban los guanches a la leche en casi todas las islas y que coincide, con ligeras variantes, con la denominación de tan básico alimento en diferentes dialectos bereberes: «agu» en tashelhit, «agi» en rifeño y «akh en tuareg.

Estas son dos sonoras y antiguas palabras canarias «de hondo» significado materno-filial, y heredadas de nuestros antepasados, que nos hablan del inmenso cariño que nos transmitían las madres mientras nos alimentaban y nos acunaban en los transcendentales primeros meses de nuestra existencia, rememora el también expresidente de Museos de Tenerife, y actual asesor emérito de la institución.

«Una de estas palabras se ha ennoblecido hasta el punto de llegar a constituir el tema central del himno nacional canario: «El Arrurrú». Todo un canto a la vida y al amor maternal», detalla Francisco García-Talavera en alusión a la adaptación de la versión realizada por el compositor Teobaldo Power y que se ha convertido en el himno de la Comunidad Autónoma de Canarias.

También recuerda la destacada versión del «arrurrú» que cantó la célebre Valentina la de Sabinosa y, al respecto, detalla que esta monótona y dulce canción de cuna da pie a constatar las similitudes lingüísticas y etnográficas «entre lo guanche de ayer y lo canario de hoy».

«Un fino hilo conductor que nos conecta con nuestro ancestral, y poco conocido, pasado líbico-bereber norteafricano», puntualiza Francisco García-Talavera. Santa Cruz de Tenerife, 7 abr (EFE) | |Ana Santana

Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio