
Víctimas de los enfrentamientos entre talibanes y las fuerzas de seguridad afganas en Ghazni, Afganistán/EFE
Cinco días después de lanzar una gran ofensiva sobre la ciudad oriental de Ghazni, los talibanes todavía resisten a las afueras de la urbe, mientras los muertos por la batalla con las fuerzas afganas se elevan ya a casi medio millar.
El Gobierno afgano afirmó hoy que ha despejado la ciudad de talibanes, pero Estados Unidos aseguró que todavía quedan insurgentes dentro del perímetro de Ghazni, convertida en campo de batalla desde el pasado viernes.
“Todas las áreas dentro de la ciudad están libres de combatientes talibanes y ahora la operación se está centrando en las zonas oeste y norte de las afueras”, dijo a Efe el portavoz del Ministerio de Defensa afgano, Ghafoor Ahmad Javid.
Las operaciones de contraataque y despeje hicieron que en las últimas 24 horas el balance de insurgentes fallecidos se elevase de 195 a 326, mientras que las bajas entre las fuerzas afganas se mantienen en un centenar.
“Los talibanes muertos han aumentado a 326, mientras que hay un centenar de miembros de las fuerzas de seguridad fallecidos, entre ellos 70 policías, y más de 40 civiles muertos”, detalló Javid.
El número de civiles muertos podría aumentar, ya que continúa el recuento puerta a puerta, a pesar de que ha finalizado “en gran parte de la ciudad”.
Menos optimista, el portavoz de las fuerzas de EEUU y la OTAN en el país, Martin O’Donnell, aseveró en un comunicado que “algunas fuerzas talibanas continúan en la ciudad”, si bien descartó que su presencia suponga una amenaza de que la ciudad caiga en manos insurgentes.
Según su relato, muchos de los insurgentes fueron repelidos desde ayer y están atacando ahora los distritos más vulnerables de los alrededores, adonde las tropas afganas ya han enviado refuerzos.
Durante la batalla, los talibanes “ejecutaron a inocentes, destruyeron casas, quemaron un mercado y crearon las condiciones para una potencial crisis humanitaria”, denunció.
Las tropas estadounidenses proporcionaron apoyo aéreo a las fuerzas afganas desde el inicio de la ofensiva el pasado viernes hasta ayer, periodo en el que, según O’Donnell, mataron a 220 insurgentes.
En lo que todos coinciden es en que la ciudad todavía vive una crisis humanitaria, acentuada por el corte general de “todos los servicios públicos”, entre ellos la electricidad, telecomunicaciones y la distribución de agua, en palabras de Javid.
Por ello, las fuerzas de seguridad están priorizando el reparto de “agua y comida”, ya que en las zonas más inseguras de la ciudad las tiendas continúan cerradas.
La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) confirmó este extremo y destacó que muchos ciudadanos están atrapados en sus casas en zonas en disputa, de donde no pueden escapar por la colocación de artefactos explosivos improvisados en la principal carretera de acceso a la ciudad.
También el principal hospital de Ghazni está “abrumado” ante la llegada de víctimas y sus recursos se encuentran bajo mínimos.
Cerca de una treintena de ONG están a la espera de que la situación de seguridad mejore para poder llevar ayuda humanitaria a las víctimas.
Esta ofensiva es la peor sobre una capital provincial desde la que el pasado mayo logró ocupar durante un corto período de tiempo la ciudad occidental de Farah.
También en 2015 los talibanes tomaron durante varios días la ciudad septentrional de Kunduz, en su mayor logro militar desde la invasión estadounidense en 2001, y al año siguiente estuvieron cerca de conseguir su objetivo de nuevo.
En 2016, los insurgentes cercaron y lograron entrar en Trinkot (centro), capital de Uruzgan, y Lashkargah (sur), capital de Helmand, pero en ningún caso pudieron mantener el control más de unos días.
De acuerdo con información difundida a final del año pasado por el Congreso de Estados Unidos, el Ejecutivo afgano controla cerca del 56 % de Afganistán, los talibanes dominan un 11 % y el resto es territorio en disputa.
EFE
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