
Foto: Minuto30.com
En una carta enviada desde La Picota al Fiscal General, Nestor Humberto Martínez, un expolicía confesó su relación con el asesinato de Camilo Barrientos, conductor de un bus de escalera, fallecido en 1994 en Yarumal.
Se trata del relato de Alexánder de Jesús Amaya, condenado a 16 años de cárcel y recluido en ese centro penitenciario. El hombre le indicó a Martínez que Uribe Vélez no tiene nada que ver con el crimen, y que su incriminación fue un montaje orquestado por el mayor retirado Juan Carlos Meneses, quien fuera el comandante de la Policía de ese municipio en el momento del homicidio, y uno de los principales testigos del caso contra Uribe.
De acuerdo con el relato del expolicía, Barrientos y él tuvieron un problema en un bar del municipio de Campamento. El uniformado se lo contó al mayor retirado, quien le dijo que le daría “un regalo”.
Días después, “mi teniente Juan Carlos Meneses me lleva a la oficina de él y me muestra las fotos del señor Camilo Barrientos sin vida, y me dice. ‘Aquí está su regalo’”, se lee en la carta enviada al fiscal, citada por La FM.
Con la comunicación, el expolicía desmiente su anterior declaración y excluye a Santiago Uribe Vélez de los hechos.
Contó además que el mayor (r) Meneses, condenado el pasado mes de octubre a 27 años de prisión por homicidio agravado, le pidió que le echara la culpa a Uribe y que a cambio recibiría beneficios económicos.
Santiago Uribe continúa detenido por los delitos de concierto para delinquir y homicidio agravado. El hermano del expresidente fue capturado en febrero de 2016.
La Fiscalía, por su parte, asegura tener pruebas y terstimonios de que en Yarumal operaba Los 12 Apóstoles, grupo paramilitar cuya creación es atribuida a Santiago Uribe y cuya misión era exterminar a guerrilleros y sus colaboradores.
De acuerdo con el ente de control, el conductor Barrientos era uno de los blancos de los 12 Apóstoles, a quienes se les adjudican más de 400 homicidios entre 1990 y 1998.
El Mayor (r) Meneses fue condenado porque no hizo nada para impedir el asesinato de Barrientos. El uniformado confesó que sabía que lo querían matar, pero pidió sus hombres que permanecieran quietos.
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