Sé que a todos nos pasa: dejarnos cautivar por el elenco con el que cuenta una película y en “El Abogado del crimen” esto sí que resulta atractivo, máxime cuando se ve el tráiler, rostros tan conocidos. El estelar elenco es realidad la prenda de garantía del film.

Dejado del lado al elenco, nos encontramos ante una de las películas más desconcertantes, inasibles, inclasificables y discutibles de los últimos años, para muchos es una obra maestra, para otros es un completo desastre. Yo pasé durante sus casi dos horas de la fascinación a la irritación, de las carcajadas a la incredulidad.
Contiene largos monólogos y lecciones acerca de la brutalidad del tráfico de drogas, se muestra como ingresa una importa cantidad de droga a Estados Unidos mediante un camión disfrazando.
Todo producto de las miserias y del capitalismo, pero tiene algunos excesos, saturada de discursos difíciles de seguir, frases filosóficas, por momentos tragicómica, se mezcla un poco con el cine de Q. Tarantino, los hermanos Coen y Cronenberg, y una vez más se deja entrever que los latinos son feos, sucios y malos y finalmente resulta ser una película pretenciosa.
La historia no es muy dinámica y le falta alma. El guion es pesado y termina resultando monótono, aunque a pesar de todo tiene algunos buenos momentos y diálogos, pero en conjunto deja muchísimo que desear. El peso de la cinta está en los diálogos, el guion es casi poético, es necesario repasar varias veces cada una de las líneas.
En su inicio, el guion plantea algo muy interesante se va desquebrajando mientras descubre la historia detrás de un cargamento con destino definido, pero que se pierde en el camino causando situaciones que dentro de la probabilidad era muy posible ocurrieran, sin embargo la buena ejecución podría llenar de bolsillos a sus planeadores.
Existen personajes no tienen objetivo alguno, carecen de enfoque y se desdibujan sus intenciones. A mi parecer podrían no haber estado y la trama hubiera salido igual, aunque el conjunto de actores y apreciando los matices de sus personajes fue un agasajo.
Sin embargo, los personajes tienen una forma de hablar Shakespeareana, en el peor sentido de la palabra. “La mitad de lo que dijo significaba otra cosa, ¡Y la otra mitad no significaba nada!”, parecen hablar en aforismos porque sí. Las escenas y el diálogo en ellas sufren la ausencia de un ojo y un oído más cinematográficos y menos literarios.
La película en cuestiones artísticas resulta funcional, pero pierde, pienso yo, el enfoque durante su lectura, falto definición más precisa de los personajes, profundidad y motivaciones. Tiene un alto contenido sexual, que sin ser explícito, la descripción de las escenas nos lleva a crearnos imágenes mentales muy claras.
El morbo nos mantendrá ligados a la historia, prediciendo el desenlace de cada una de las escenas, reitero, la imaginación completará lo que las imágenes nos sugieren.
Una película fácilmente se le va a recordar más el impacto de una escena de asesinato y la originalidad de una sexual ratonera (que va a despertar de sus somnolencia a más de uno a pesar de mostrar poco y nada) que por su historia.
Reconociendo que es cualquier cosa menos sólida y gratificante estamos ante una “anomalía” de Hollywood que merece ser analizada y debatida antes de caer en el facilismo de despreciarla.
¿Por qué hablo de “anomalía”? Porque estamos ante una película demasiado extrema, experimental y pretenciosa para los parámetros del cine mainstream actual. Si fuera cronista de espectáculos radial, el conductor después de toda esta perorata me preguntaría: “¿Pero la recomienda o no?” Y mi respuesta más honesta debería ser: “No sé”.
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