Resumen: La excursión Bachiller es, para muchos estudiantes, el acto final que marca el cierre de un año de esfuerzos, aprendizajes y sueños compartidos. Es el momento en el que las maletas se llenan no solo de ropa y objetos personales, sino de expectativas, risas y la emoción
La excursión Bachiller es, para muchos estudiantes, el acto final que marca el cierre de un año de esfuerzos, aprendizajes y sueños compartidos. Es el momento en el que las maletas se llenan no solo de ropa y objetos personales, sino de expectativas, risas y la emoción de conocer el mar o ese lugar que durante meses fue tema de conversación en los pasillos del colegio. Para ellos, viajar significaba celebrar que el ciclo estaba por terminar y que la graduación se acercaba, aun con la tristeza inevitable de las despedidas.
Así partieron los estudiantes del Liceo Antioqueño de Bello. Con la ilusión intacta, con abrazos de despedida y la promesa de regresar cargados de historias. Nadie imaginó que aquel viaje, planeado durante todo un año, se convertiría en una experiencia que marcaría para siempre a sus compañeros, a sus familias y a toda una comunidad educativa.
El regreso, que debía ser una anécdota más, nunca se completó como estaba previsto. Lo ocurrido en el trayecto dejó preguntas abiertas y un profundo vacío. El conductor del bus no podrá relatar qué sucedió para ayudar a esclarecer los hechos, y esa ausencia de respuestas aumenta el dolor y la incertidumbre. Lo que sí es claro es que varios jóvenes quedaron con heridas que no siempre son visibles, y otros no lograron volver a casa.
La graduación, ese momento simbólico en el que se cierran capítulos y se abren nuevos caminos, quedó suspendida para algunos. No todos llegarían a compartir la última foto, el abrazo final o la celebración que tanto esperaban. Para sus compañeros, el fin del año escolar se transformó en un duelo colectivo que nadie estaba preparado para afrontar.
Hoy, en las aulas del colegio de Bello, el silencio pesa más que las palabras. Hay pupitres vacíos y recuerdos que aparecen en cada rincón: en los trabajos en grupo, en las actividades culturales, en los sueños que compartían sobre el futuro. Los docentes y directivos, junto a los estudiantes, intentan reconstruir la rutina mientras aprenden a convivir con la ausencia.
Las familias, la institución y la ciudad entera se han unido en mensajes de solidaridad y acompañamiento. Los estudiantes que partieron dejaron una huella profunda, no solo por lo que fueron, sino por lo que representaban: juventud, esperanza y proyectos de vida en construcción.
Esta historia no es solo la de un viaje que no terminó como se esperaba. Es también un llamado a la memoria, a la reflexión y al cuidado. Bello despide a sus estudiantes con dolor, pero también con el compromiso de recordarlos siempre, de honrar sus nombres y de mantener vivos los sueños que llevaron en sus maletas.
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