Resumen: Más allá de la preocupante situación del sistema en sí, hay una pregunta que me interpela directamente: ¿Estamos contribuyendo, con nuestros propios hábitos, a esta crisis?
El reciente informe de la Contraloría General de la República ha encendido las alarmas sobre la fragilidad financiera de las EPS en Colombia. Con una deuda astronómica de más de $33 billones de pesos, el modelo sanitario se tambalea. Lo más preocupante no son solo las cifras, sino la cruda realidad que enfrentan los ciudadanos no es una cirugía lo que se reclama hoy, sino una simple cita médica o un acetaminofén. Las PQR se dispararon, evidenciando que el acceso a lo más básico de la atención médica se ha convertido en una odisea para millones.
Este panorama, sin duda, debe inquietarnos a todos. Pero, más allá de la preocupante situación del sistema en sí, hay una pregunta que me interpela directamente: ¿Estamos contribuyendo, con nuestros propios hábitos, a esta crisis? Si bien es cierto que existen enfermedades de base y condiciones ineludibles, una parte significativa de la carga del sistema de salud recae sobre afecciones que son, en gran medida, prevenibles.
Nos aferramos a patrones de vida arraigados como mala alimentación, tabaquismo, consumo excesivo de alcohol y sedentarismo. Estas no son meras costumbres; son detonantes silenciosos que, con el tiempo, abren la puerta a una larga lista de enfermedades crónicas. Hablamos de dolencias cardiovasculares, diabetes tipo 2, obesidad, ciertos tipos de cáncer, problemas respiratorios y hepáticos, e incluso afectaciones a la salud mental como la ansiedad y la depresión.
La evidencia es contundente. El consumo desmedido de grasas saturadas, azúcares y sal, la inactividad física, el cigarrillo que envenena cada órgano, el alcohol que castiga el hígado y el cerebro, el estrés crónico que nos consume y la falta de sueño reparador; todos son factores de riesgo comunes que empujan a miles a depender del sistema de salud, a menudo, por condiciones autoinfligidas.
Es crucial entender que la adopción de hábitos saludables no es solo una recomendación; es una herramienta poderosa para prevenir o retrasar la aparición de muchas de estas enfermedades. No se trata de culpar, sino de generar consciencia. Aquellos que hoy no dependemos del sistema para una pastilla, deberíamos reflexionar sobre el impacto de nuestras elecciones diarias en la sostenibilidad de la salud pública.
En un país donde los contribuyentes son menos que los subsidiados en el sistema de salud, el desequilibrio es evidente y el caos una consecuencia lógica. No podemos esperar que el sistema soporte una carga insostenible si no asumimos nuestra cuota de responsabilidad individual. La salud no es solo un derecho; es también un compromiso colectivo.
Hagamos un alto en el camino. Revisemos nuestros hábitos desde la consciencia. No solo por nuestro bienestar individual, sino por la salud de un sistema que, hoy más que nunca, necesita de la colaboración de todos para no colapsar. La prevención es la mejor medicina, y en este escenario, la más urgente contribución.
Aquí más Columnas de Opinión
- Compartir:
- Compartir en Facebook
- Compartir en X (Twitter)
- Compartir en WhatsApp
- Comentarios