La navidad para más de 2.800 habitantes de Murindó fue devastadora. Deslizamientos en la vereda Bartolo provocaron una empalizada en el rio Coredó. En consecuencia, las aguas del rio abandonaron su cauce normal y buscaron otras salidas.
Esas aguas sin rumbo arrastraron consigo cultivos de pan coger, ganado, aves de producción y hasta mascotas, además de enseres y otros elementos de los pobladores.
El balance posterior es terrible: Murindó es un lugar sin esperanza, desangelado. 777 familias damnificadas, sirviéndose agua de un pozo que es con seguridad caja de resonancia de futuras enfermedades ( pese a estar rodeado de agua, Murindó no tiene acueducto ni planta de tratamiento de agua potable) y un total de 11 comunidades en el rincón de los parias.
Preguntado, el alcalde del Municipio, Osvaldo Quejeda, dice que hasta hoy, de la Gobernación de Antioquia solo han recibido ayudas para 60 familias y la promesa de 600 millones de pesos que no llega.
Las imágenes del rio Coredó responden a un escenario macondiano: 13 kilómetros de cauce lleno de palos y ramas. El agua desapareció como si un cataclismo se la hubiese bebido.
Murindó vive con la mala suerte a cuestas. Desde su fundación en 1835 en tierra de Urabá colindante con el Chocó, el pueblo y su gente pasa desapercibido para el poder político. Las realidades hablan por sí mismas del oscurantismo en que se cuecen: Murindó, un municipio de 1350 kilómetros cuadrados no tiene colegio. Se aprende en pueblos vecinos en algunos casos o bajo carpas improvisadas en otros. Y para colmo de angustias, en 1992 un terremoto por poco lo saca del mapa. En Murindó tiembla con persistencia.
Reposa sobre una falla geológica que lo mantiene bajo amenaza y las promesas de reubicación, como muchas otras cosas, nada que se concretan, excepto en papeles y en reuniones burocráticas en Medellín.
Tiene riqueza natural que por ironía del destino, es su desgracia. Está rodeado de ríos (Coradó, Murindó, Atrato ) y esos ríos son las autopistas por donde los grupos armados ilegales mueven sus cargas de guerra y muerte. Murindó ha sido cuartel predilecto para ejércitos criminales durante muchos años.
Los políticos no reparan en él, pues el pueblo no rezuma ganancias electorales. Hay un dicho que se hizo pulmón en las casas políticas de Antioquia: “ Es tan costoso el voto de Murindó, que por uno de allí, se consiguen tres en un barrio de Medellín”. Con esa idea se ha amortajado la obligación administrativa y el deber político de atender las necesidades básicas de miles de personas que hoy siguen allí como símbolo del abandono.
Los alcances de la catástrofe ocurrida la madrugada del 26 de diciembre los da a conocer el Representante a la Cámara Alejandro Toro, quien, atraído por el llamado de urgencia de sus pobladores, se desplazó hasta el lugar y hoy comparte con 30Minutos de Minuto 30 , las imágenes y los testimonios de esa suerte espinosa que cubre a los pobladores de este lejano, pero palpitante municipio de Antioquia.
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