Cuando se recibe un cargo de cualquier tipo, lo usual es hacer un corte de cuentas para que quien recibe tenga un panorama claro y pueda desarrollar su trabajo sin demasiados traumatismos para el desarrollo de la empresa.

En el sector público en donde se manejan los recursos del pueblo es no solo prudente sino obligatorio, informar con frecuencia a los accionistas de la nación cual es el estado en el cual se encuentra el gobierno y cuáles son sus proyectos para el corto, mediano y largo plazo. De hacho año tras año en los Estados Unidos, el adalid de la democracia, el Presidente le hace un informe al país sobre el Estado de la Unión.

Para recibir un país como Colombia con casi 50 millones de accionistas, hacer un corte de cuentas público es un imperativo que debe cumplirse y el momento adecuado para divulgar ese estado de cosas es precisamente cuando se recibe y empieza un nuevo gobierno. Los dueños del país tienen todo el derecho de evaluar y saber cuáles fueron las ejecutorias del saliente y en qué estado de cosas dejó la nación.

Lo que hizo el Presidente del Senado fue simple y llanamente un informe claro cierto y conciso de lo que estaba recibiendo el nuevo mandatario. Eso no merece calificación ni de oportunidad ni de ningún tipo. Esas consideraciones de lo políticamente correcto son una manera de querer ocultar las cosas como si en Colombia tuviésemos una enfermedad vergonzante.

Si es una vergüenza haber soportado sin una revuelta a un individuo que desgobernó durante 8 años y solo benefició a una manada de delincuentes entre los que se incluyen: narcoterroristas y algunos comunicadores, políticos, empresarios, funcionarios y unos pocos colombianos que se lucraron de las arcas del estado sin merecimiento alguno. Esa sin lugar a dudas es una enfermedad democrática vergonzosa, pero el momento preciso para informarle al paciente de su estado de salud es cuando se cambia de médico con la esperanza de que la nueva estrategia para el tratamiento surta el efecto esperado.

Es diciente que solo los que se sintieron aludidos por haber hecho parte de la canonjía que disfrutó de los beneficios que diestra y siniestra repartió el malhadado gobernante, sean los primeros y casi únicos críticos negativos sobre lo expresado y todo porque nos: “hizo quedar mal”, “no era el momento, ni el lugar adecuado”, “es una vergüenza para el país”, “qué dirá la comunidad internacional” y en fin todo tipo de sandeces muy propias de aquellos seres pusilánimes, cobardes, pedantes, faroleros, mentirosos, sesgados y tramposos que viven de las apariencias sin nunca mostrar su verdadera cara y que ven ofensiva y agresiva una verdad de a puño. El único que se ha atrevido a cuestionar la veracidad del discurso es el conocido comprador de testigos para quien la verdad es una patraña.

El Señor Macías hizo el balance y mostró la cruda realidad en el momento oportuno y ante quienes necesitan saberlo: los colombianos y la comunidad internacional para que no sigan engañados.

Una vez se reciben las cosas vienen las acciones para el futuro; es ahí cuando entra el nuevo Presidente para presentar su plan de gobierno y las estrategias que cree necesarias para adelantarlo.

El discurso de Iván Duque es un resumen claro, cierto, prometedor y de unión como lo hizo durante toda su campaña y es por y para eso que lo elegimos.

Él nos invita a que entre todos hagamos lo que sea necesario para salir del hueco insondable en el que nos metió su antecesor, hace un llamado a un pacto nacional para salir del embrollo y no reconoce enemigos políticos ni de ningún tipo, considera que es Presidente de todos los colombianos y que su labor debe traer beneficios para toda la nación.

Fija derroteros y filosofía de gobierno, dice que no permitirá y que se debe hacer para corregir el camino y en fin nos muestra la senda por la cual se moverá para definir un destino y establecer metas en los diversos aspectos del quehacer nacional.

Tocó los aspectos neurálgicos del país y nos propuso una hoja de ruta que requiere el compromiso de todos para salir del atolladero; nos invita a la legalidad, la competitividad, la creatividad, el trabajo honrado, la denuncia oportuna, la generación de oportunidades, la inclusión social, el desarrollo armónico con el medio ambiente y el aprovechamiento de todas las potencialidades que tenemos como territorio y como pueblo inteligente, para ubicarnos en el sitial en el cual debemos estar.

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Redacción Minuto30

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