La labor a favor de los animales se constituye en una lid totalmente compleja que vislumbra una serie de bemoles afectados a causa de los diversos cristales que usamos todas las personas para determinar nuestra visión, no solo como espectador sino también como actor en este entretejido cultural, ético y social.

En nuestra sociedad, generar una educación que permita a las personas dejar ver lo que es evidente ha sido un proceso poco fructífero. Al igual que nosotros, los animales son seres sintientes, con una serie de necesidades. Las conexiones sinápticas nerviosas que nos igualan han sido científicamente demostradas, al igual que la semiología y fisiología que nos hacen parientes muy cercanos a ellos, tanto es que podemos generar también otro tipo de cercanías en planos más complejos como la comunicación emotiva y emocional.

Para mí, resulta un tanto incomprensible que todavía existan personas que aplaudan los espectáculos de carácter cruento contra los animales. Y digo “todavía” porque a estas alturas del desarrollo de la humanidad ya sabemos más acerca de la naturaleza humana y animal, comprendiendo la sociopatía que, desde diversos estudios psicológicos, nos ha enseñado la relación directa entre la crueldad animal en los niños y la presencia de comportamientos asociales en la adultez. Aclaro, mi posición no desea ser discriminatoria ni irrespetuosa.

En el pasado, el circo romano y otras mal llamadas tradiciones dieron cuenta del carácter salvaje del hombre que enardecía al encontrarse cara a cara con la rubicundez de la sangre. Si lo traemos a la actualidad, la tauromaquia es totalmente comparable, donde al calor del encierro dejamos a un animal indefenso que se enfrenta a las sagaces argucias del colectivo de humanos. El estrés, el desconcierto, la gritería, los improperios, los golpes y todo tipo de agresiones donde se impone la sevicia, la sangre y la crueldad frente al bramido suplicante de misericordia de un toro, que en muchas ocasiones se ha visto llorar.

Colombia ha sido una nación que se ha declarado cansada de la violencia pero responde positivamente a vejaciones de este tipo y muchas otras similares donde, en medio de la embriaguez o la excusa de fiestas, tradiciones y otros pretextos, justificamos el dolor y el maltrato de otras especies.
¿Cómo permitir que nuestros hijos asistan a espectáculos de esta calaña? Para poderles hablar de paz e inculcarla, es necesario alejarlos de todo aquello que emana violencia.

Los grupos defensores de animales, sin el músculo financiero del que gozan las grandes ganaderías, hemos intentado desde diversos frentes: educativos, legislativos, publicitarios y otros; abrir los ojos de las personas que aún no han logrado entender la similitud que animales humanos y no humanos compartimos, para lograr acabar con actividades aberrantes en detrimento del carácter naturalmente compasivo del hombre.

Algunos de los esperanzadores logros del movimiento animalista local, que ha enarbolado las banderas nacionales desde Bogotá, se vio reflejado en dos sentencias de la Corte Constitucional, la 666 de 2010 y la C41 de 2017, las cuales garantizaron la calidad de sintientes de los animales, y la posibilidad de erradicar las corridas de toros, novilladas, corralejas, becerradas y riñas de gallos de todo el territorio nacional si en un plazo de dos años el congreso de la república no legislaba al respecto.

Al cobijo de la sentencia 666 se promulga la necesidad de la generación de un ambiente sano ante la protección de los animales frente al sufrimiento y ratifica la presencia de deberes morales y solidarios que debemos consolidar.

Esperanzados esperábamos el plazo de dos años, a pesar de que conocemos de otrora las cualidades maquiavélicas de los interesados en el tema para dar giros inesperados a los rumbos de las políticas públicas con relación a los animales y, la semana pasada, la corte anunció lo que nos temíamos: la declaración de nulidad de la sentencia C41 de 2017 bajo premisas jurídicas que socavaron una posible herramienta para acabar con esta tortura y que generó un descontento entre los que hemos sido defensores de la dignidad y derechos de los animales.

Lo que bloqueó un posible ambiente de prohibición al maltrato animal fue la mal llamada cultura o tradición. Etimológicamente, cultura deriva de la palabra cultivo en su ascendencia latina, la búsqueda de tierras fructíferas, de ambientes sanos y propicios que garanticen el buen desarrollo de la semilla. Y la tradición, en la cual también se respalda la corte, no es nada más ni nada menos que una terrible herencia colonizadora de los españoles. Cultura también implica evolución, pues la dinámica cambiante de las sociedades nos invita al constante desarrollo en aras de un crecimiento como sociedad.

El tema taurino deberá resolverse a través de la presión ciudadana; legisladores, en aras del mantenimiento de sus padrinos financieros, le hacen el “quite” al tema. La corte encuentra vicios al interior de lo consensuado, el panorama se torna espinoso. Pero no es momento de flaquear, por el contrario, llegará el momento en que se logren fortalecer los deberes morales con los animales y que, de igual forma, la misma condena social haga que desistan de los gustos sanguinarios aquellas personas que aún no ostentan con orgullo y nobleza el título de compasionistas. Es el momento de no acallar las voces y ser la voz de aquellos que no tienen voz.

Ñapa: Acaba de ocurrir el asesinato despiadado de un oso de anteojos en el municipio de Saravena. El oso es una especie protegida, no solo por la diversidad propia del país, sino también por la capacidad de otorgar vida, al ser modificador del ecosistema donde potencializa las fuentes de agua y de cultivos. A pesar de muchas campañas educativas y de la presencia de corredores señalados como áreas protegidas, los atentados contra ellos siguen ocurriendo. No hemos dimensionado que fuimos nosotros quienes tomamos su territorio y no al contrario, esto nos responsabiliza por sus vidas, su desarrollo y su estabilidad. Manifiesto rechazo categórico contra este vil asesinato y exhorto a los lectores a ser parte de las campañas en pro de la vida de los osos de anteojos u oso andino, pues ellos necesitan voceros que defiendan su vida y su libertad.

Fundación O.R.C.A
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Redacción Minuto30

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