Nuevamente es noticia el ex fiscal general de la nación, Eduardo Montealegre, en esta ocasión, luego de regresar de estar un año en el exterior, por sumarse al equipo jurídico del gobierno para sacar adelante algunas cosas relacionadas con el acuerdo de paz, concretamente, lo que tiene que ver con la Jurisdicción especial para la paz.

Dice la prensa que el mismo Santos lo llamó para que le ayudara con este tema y al parecer para que le diera la mano a los abogados que interpusieron una nulidad ante la Corte Constitucional para que dejara sin efectos la sentencia mediante la cual esta corporación declaró inexequible un artículo que no le permitía al congreso deliberación alguna y que debía convertir en ley cuanto capricho le fuera sometido a su conocimiento por parte del presidente de la república, con ocasión del denominado fast track, procedimiento legislativo con el que se pretende implementar los acuerdos de paz, pues dijo la corte que con ello se alteraba la división de poderes, tan necesaria en un estado de derecho y más en este donde el ejecutivo siempre se impone sobre los demás poderes, agregaría yo. Como se sabe, esta decisión tuvo una votación de 5 votos a favor y 4 en contra y con el recurso de nulidad lo que se quiere es revertir esa mayoría.

No debe olvidarse que Santos y Montealegre tuvieron una luna de miel que comenzó cuando el primero ternó al segundo para el cargo de fiscal general y fue elegido por la Corte Suprema de Justicia, a los pocos meses, mediante una reforma a la constitución, sugerida por el entonces fiscal, se le dieron facultades al presidente para reformar el Estado, con base en ellas el presidente le desembolsó al fiscal, no a la fiscalía, cerca de dos billones de pesos adicionales al presupuesto con que contaba y le dió por crear una universidad que no sirvió para nada; nombrar embajadores de la fiscalía en varios países, con sueldos millonarios; crear burocracia a diestra y siniestra; dar a dedo contratos, de cientos de millones de pesos, a los ex consejeros de estado que lo autorizaron para que estuviera en el cargo 4 años y no algo más de dos que era lo que le faltaba a Viviane Morales cuando el Consejo de Estado anuló su elección; y de miles de millones de pesos a Natalia Springer.

A todo esto se le llama corrupción, porque este fenómeno no se presenta únicamente cuando el funcionario se apropia de bienes del estado o vende su función, la corrupción ofrece un cuadro muy variopinto de posibilidades y muchas de las acciones de Montealegre encajan en este concepto. A todo ello hay que agregarle la persecución despiadada y desmedida a muchos opositores al gobierno y a otros que le sacaron los trapos al sol, como la valiente Sandra Morelli, quien fuera contralora general de la república.

Decía Mandela que el poder no cambia a las personas, sino que las muestra como verdaderamente son. Este es el palmarés de Montealegre, por mucho menos hay condenadas muchas personas, pero cuenta con la fortuna de que en Colombia no hay un tribunal de aforados que esté por fuera del radar de políticos, magistrados y exmagistrados, que ponga en cintura este tipo de desmanes. Como es de público conocimiento, terminó mal con Santos, pues tildó de desleal a este último, lo cual es cierto, por no haberle ternado a otro nefasto como Jorge Fernando Perdomo para fiscal general. Nadie sabe qué hubiera pasado con la dupla Montealegre-Perdomo 4 años más en la fiscalía.

Pero la culpa no es solo de él, la falta de escrúpulo de Santos tampoco tiene límites (lo que no es de extrañar), valerse otra vez de Montealegre para que le ayude con temas de la paz, sobre todo para lo que se sospecha lo buscó, resulta verdaderamente reprochable. Se dice que su ayuda consiste en convencer a la magistrada Gloria Stella Díaz, que como se sabe le debe el cargo a Montealegre, para que de su voto a favor del recurso de nulidad que interpuso el equipo jurídico del gobierno y lograr una mayoría de 5 contra 4 y vuelva a la vida jurídica lo que declaró inexequible la corte, todo para complacer a la guerrilla, que anda insatisfecha y molesta con la corte y porque se les prometió, que de los acuerdos, no se modificaría ni una coma.

Esa es la independencia que aquí nos quieren vender del poder judicial, basta un deseo del ejecutivo y una intriga para que la corte se pronuncie como aquel quiere.

No entiende uno qué pasa en este país cuando personas como Montealegre siguen teniendo importancia y vigencia y siguen siendo protagonistas en muchas cosas. Estamos cansados de gente como él, y de tantos otros como José Leonidas Bustos, Luis Gustavo Moreno, Ernesto Samper, Francisco Ricaurte y un largo etcétera que tanto daño le hacen a la justicia y al país.

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Redacción Minuto30

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