La longevidad es una preocupación prioritaria de los humanos y sobre ello se han realizado múltiples investigaciones para conocer cuál es el panorama de posibilidades biológicas hoy. En principio se identificaron unas áreas en el mundo donde aparentemente había más longevos. Para resaltar se marcaron con color azul de forma aletatoria, de allí que se conozcan como “zonas azules”. El concepto surgió del trabajo demográfico realizado por Gianni Pes y Michel Poulain a finales del siglo pasado e inicio del presente. Fue publicado en 2004. Identificaron la provincia de Nuoro en Cerdeña como la región con la mayor concentración de centenarios enmarcándola como «zona azul».

Estos estudios y conceptos fueron aprovechados por el escritor estadounidense Dan Buettner para hacer un recorrido observacional y conocer la experiencia de sus habitantes. Previamente Buettner había dedicado su vida a cumplir muchos desafíos por el mundo con generosos recorridos en bicicleta que se convirtieron en récord Guinness. Ello lo volvió un gran hombre de mundo y supo rodearse bien, despertando una gran inquietud por los secretos de la longevidad.

Con un envidiable palmarés, se acercó a National Geographic con la idea de investigar los puntos críticos de la  longevidad y recibió apoyo para seguir adelante. Luego se reunió con Robert Kane, Director del Centro sobre el Envejecimiento de la Universidad de Minnesota, quien le presentó a demógrafos y científicos del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento (NIA) en Washington, DC. Gracias a ello Buettner recibió una subvención del Instituto Nacional del Envejecimiento que le facilitó recorrer el mundo buscando experiencias de vidas largas y sus historias.

Enriquecido por sus grandes recorridos por el mundo y sobre la base del trabajo demográfico de Gianni Pes, Buettner propuso otras cuatro ubicaciones adicionales como “zonas azules”: Okinawa (Japón), Nicoya (Costa Rica) , Icaria (Grecia) y Loma Linda (USA). En abril de 2008, Buettner publicó un libro sobre sus hallazgos, “Las zonas azules: lecciones para vivir más tiempo de las personas que han vivido más tiempo”, a través de National Geographic Books. Se convirtió en un best seller del New York Times.

Posteriormente se elaboró un documental de cuatro episodios de media hora basado en sus experiencias y escritos “Vivir 100 años. Los secretos de la zona azules”. Tanto la publicación como el documental se volvieron productos de alto consumo, en un éxito en ventas convirtiéndo a Dan Buetter en una celebridad. Fortaleció su relación con la National Geographic y se volvió orador de autoayuda, supuestamente para “vender” los secretos de la longevidad. En la promoción de la serie de Netflix dice “cuan fácil es llegar sano, lúcido y entusiasta a los 100 años”. Algo muy atrevido y extraordinariamente engañoso, desde la evidencia médica. Allí empezamos mal.

Pero según el reporte de la serie y lo que puede extraerse del libro, no hay ningún aporte novedoso, original, ni que sea producto de la investigación. Salvo su inquieto desarrollo periodístico, no hay nada concluyente además de repetir lo que se sabe hace décadas: la calidad y expectativa de vida, dependen por un lado del manejo de los cuatro pilares del bienestar (nutrición, actividad física, exposición a riesgos y cargas emocionales), que en buena medida en el mismo se confirman y por otro de la estructura genética individual, la que más influye y que en el documental no se reconoce y menos se analiza.

Tampoco hay serias referencias a marcadores biológicos que están estrictamente vinculados con la longevidad como la “Bio-ADM”, la hormona adrenomedulina tan relacionada con el Síndrome metabólico, un evento que acorta vidas desencadenando males crónicos. De allí que sea tan importante el papel de la EPIGENÉTICA, que ayuda a determinar marcadores biológicos, relacionados con los riesgos individuales de enfermedades prevalentes y las posibilidades en la expectativa de vida. De ello ni una gota en el relato de Dan.

El otro problema de este trabajo mediático, es que la noción de “zona azul” como sinónimo de longevidad no se basa en evidencia científica sino en anécdotas demográficas. Un estudio sobre la longevidad declarada en Okinawa no pudo verificar si los residentes eran tan viejos como afirmaban porque muchos registros no sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial. Cuando se analiza en el siglo XXI, se considera que la esperanza de vida en Okinawa no es excepcional en comparación con el resto de Japón, ya que «la longevidad masculina ocupa ahora el puesto 26 entre las 47 prefecturas de Japón «.

Lo mismo podría decirse de Cerdeña en Italia, país donde hay otra región con mayor proporción de centenarios, según estudios científicos actualizados (2016) y es la región de El Cilento y su aldea Acciaroli, que tiene actualmente una de las mayores concentraciones de centenarios en el mundo. Algo así como ¡el 10%!. La media en el mundo es de un centenario por cada 10 mil habitantes. En Loma Linda hay un sesgo importante, ya que se basa en testimonios supuestos de una comunidad religiosa, sin ningún rigor científico. Lo de Costa Rica y Grecia también merecen profundidad.

Significa que el contenido de esta serie audiovisual, está hoy totalmente desactualizado, en cuanto a las denominadas “Zonas azules” y mucho más en cuanto a sus “secretos”. Harriet Hall , que escribe para Science-Based Medicine, afirmó que no existen estudios controlados de personas mayores en las zonas azules, y que las dietas de la zona azul se basan en especulaciones, no en ciencia sólida.

Los méritos propios de Dan Buettner, no tienen discusión, son valiosos, pero en sus desafíos personales. Sus libros y series audiovisuales tiene gran dosis de entretenimiento y son amigables. Ser una celebridad no lo convierte en un científico, en un investigador con aportes sustanciales e innovadores a la calidad de vida y mucho menos en autoridad en salud. Sobrepasar esa raya sin las suficientes competencias, sin la completa evidencia científica, corre el riesgo de convertirse en otro Jared Fogle (la supuesta cara saludable de Subway), quien hoy paga caro su osadía.

Apostilla: este tipo de informes, documentales, libros de autoayuda que comprometen la salud humana, deben recibirse con extremo beneficio de inventario. Si bien son entretenidos y amigables, su poder transformador efectivo es mínimo, como en este caso puntual. La mayoría pasan un buen rato (casi autoengañados) como cuando se lee un inocuo libro de superación.

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Redacción Minuto30

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