Imposible que en el Palacio de Nariño o en el partido de gobierno no haya alguna inquietud seria sobre lo que significan las reiterativas y masivas jornadas de protesta iniciadas en 2019 y sofocadas por la pandemia, hasta que a los supuestos tecnócratas del gobierno Duque les dio por descargar en la clase pobre y media los apremios del presupuesto nacional. Esa chispa incendió la pradera.

Cayó la reforma tributaria y la lucha siguió. ¿Por qué tantas personas están dispuestas a sacrificar su tranquilidad con tal de salir a marchar en contra de los responsables del estado de cosas actual en el país?

Los trabajadores convocaron lo que denominaron paro, pero los jóvenes sostuvieron la caña con la movilización. El paro no es un cierre de fábricas ni oficinas para salir a protestar, no es una huelga general.

Es una protesta social sostenida principalmente por los estudiantes de universidades públicas y privadas, acompañados de otros sectores, animados todos por la posibilidad de manifestar su inconformismo contra la corrupción, la clase política tradicional cercana al ejercicio del poder, la incompetencia del gobierno, el desempleo y la falta de oportunidades, el manejo de la pandemia, el incumplimiento de los compromisos por la paz, los asesinatos de líderes sociales y desmovilizados.

Y sobre la marcha, la protesta se alimentó del rechazo a la militarización de la misma y los desmanes de la policía, al mismo tiempo que se condena la acción nefasta del vandalismo y se predica la no violencia como la mejor manera de legitimar la protesta social.

La protesta no ha sido solo salir a arengar por las calles los temas de la agenda ciudadana. Las expresiones culturales le han dado una fuerza a la inconformidad social más allá de los discursos y las acciones, hasta convertirse en un factor convocante de sectores jóvenes y de profesionales, siempre renuentes a tomar la calle por temor a los gases de la policía o las provocaciones de los delincuentes.

Miles de personas se han hecho presentes, por primera vez en su vida, en actividades colectivas de rechazo contra el gobierno y el régimen, merced al colorido y la diversidad cultural de las protestas.

Las otras realidades a destacar tienen que ver con lo que ocurre fuera del país con los colombianos que se juntan masivamente en las calles y plazas de las principales ciudades de Europa y EEUU para hacer eco de las movilizaciones internas; el acompañamiento nutrido de las agencias internacionales preocupadas por el desbordamiento de la represión oficial, y el cubrimiento amplio de los medios de comunicación foráneos, con información más pertinente que la de los medios nacionales.

De verdad, las elites nuestras acostumbradas a levantar la mano para enrostrar, como un factor generador de temor y miedo, la podredumbre presente en los gobiernos vecinos, no pudieron atajar que en la comunidad internacional se destapara el pantanero en que nos hemos sumergido, por su responsabilidad.

Dentro de un año, al calor de la puja por la presidencia de la república, se van a sentir las réplicas de los temblores desatados hoy por la inconformidad social, imposible de atajar a punta de gases, bayonetas, fusiles y desinformación.

La opinión del autor de este espacio no compromete la línea editorial de Minuto30.com

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Redacción Minuto30

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