Cuando Juan Manuel Santos asumió el cargo como presidente de Colombia e hizo hincapié en cuestiones económicas por encima de la lucha contra las guerrillas terroristas, dejó la sensación de que se ablandó con los que combatió como ministro de defensa bajo la administración anterior. Lo que menos que imaginaban sus críticos es que él estaba planeando el «golpe de gracia» contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Alvaro Vargas Llosa.

El devastador ataque del 22 de septiembre al cuartel general de las FARC en el departamento del Meta, centro de Colombia, prácticamente significa el fin de un conflicto de cinco décadas. Aún tomará algo de tiempo para que oficialmente se declare el final oficial, pero esta guerra prácticamente ha terminado. La muerte de Jorge Briceño, alias “Mono Jojoy”, temido estratega militar y primer comandante de la organización, significa dos cosas.

Uno, el liderazgo histórico ha muerto; el legendario fundador, Manuel Marulanda, fue dado de baja por el ejército colombiano en 2008 y el hombre que lo reemplazó, Alfonso Cano, es un ideólogo, no un estratega militar.

Dos, el fallecimiento del ‘Mono Jojoy’ representa la culminación de una racha de dos años en la cual todos los campamentos claves dentro de Colombia han sido localizados, las FARC ahora son incapaces de operar con eficacia dentro de las fronteras nacionales. No existe guerrilla terrorista que haya ganado una guerra desde el exilio.

A pesar de los cientos de soldados que tomaron parte en la operación «Sodoma», no fue una victoria de la fuerza militar, sino de la inteligencia. Las autoridades se infiltraron en el campamento y, después de un trabajo paciente, fueron capaces de colocar un dispositivo GPS en el interior de las botas del “Mono Jojoy” (de fabricación estadounidense) que señaló su posición exacta.

Esto habría sido imposible sin los casi 40 millones de páginas contenidas en los ordenadores portátiles de Raúl Reyes, el comandante de las FARC muerto durante una incursión en territorio ecuatoriano a principios de 2008. Esa “mina de oro” de información ya había llevado al rescate de Ingrid Betancourt, la ex candidata presidencial y “causa célebre” internacional, junto con tres contratistas estadounidenses y once soldados y policías colombianos.

Los datos de inteligencia también han servido, junto con los archivos capturados en otras redadas, además de información entregada por desertores, para localizar a miembros de las FARC escondidos en campamentos dentro de Venezuela.

El ataque contra Reyes fue ferozmente criticado porque Colombia violó la soberanía ecuatoriana. Es cierto, pero Ecuador también había violado la soberanía de Colombia al dar refugio a Reyes. Cuando Bogotá dijo que había capturado información vital en el campamento de Reyes, la respuesta internacional se mostró escéptica a pesar de que expertos forenses autenticaron los archivos.

Algunos investigadores, incluyendo el periodista francés Bertrand de la Grange, tuvo acceso privilegiado al material, y verificó que la información daría lugar al final de las FARC. Todos los que avalaron la credibilidad de los archivos hoy son reivindicados.

Uno sólo puede imaginar la información que los 16 equipos y 60 discos descubiertos en el campamento del Mono Jojoy contienen. Se supone que es sólo cuestión de tiempo antes que Cano negocie un acuerdo o será pulverizado por una andanada de bombas inteligentes.

A menos, claro está, que ya esté en Venezuela, donde Hugo Chávez, humillado por los votantes en las recientes elecciones legislativas y en medio de una crisis de orden público sin precedentes, así como por el descalabro económico, puede terminar descubriendo que no tiene nada que ganar aferrándose a un leproso político.

Durante décadas, los políticos, académicos, activistas de derechos humanos y periodistas de ambos lados del Atlántico no pudieron ver que no hay nada romántico, bien pensante o Robin hoodesco sobre una organización que asesinaba, mutilaba, secuestraba y extorsionaba por un objetivo totalitario.

El aislamiento de Colombia fue tal que, los Estados Unidos comenzó a perder la fe en su aliado un par de años atrás, negándose a aprobar un acuerdo de libre comercio que Bogotá había negociado con un costo político importante.

Los colombianos no se dieron por vencidos y siguieron recuperando territorio para el gobierno civil. Al igual que la derrota de las guerrillas terroristas de inspiradas por Cuba en la Venezuela de los años 60, la victoria de Colombia contra las FARC es el resultado del despertar civil ante la maldad del terror totalitario.

Hemos conocido sobre hazañas militares espectaculares, pero ¿cuántos fuera de Colombia se dan cuenta que los campesinos, obreros, maestros, estudiantes y otros se unieron a la lucha para derrotar a las FARC, bellamente simbolizado por los cientos de miles de personas que salieron a las calles dentro de Colombia y en todo el mundo en julio de 2008 para exigir el fin del terror?

Todavía hay muchos retos por delante. La lección de coraje y perseverancia que los colombianos nos han dado sugiere que están dispuestos a cumplirlos.

Traducción para Minuto30.com: Jacob Sulzbach
Publicado en RealClearPolitics.com, 30 de septiembre 2010

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Redacción Minuto30

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