Adicional a la ardua y fructífera labor que cumple la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, hoy en cabeza del doctor Juan Camilo Restrepo Gómez, es necesario diseñar con seriedad pedagógica, conceptual y práctica, una Cátedra para la paz, que sirva para la formación de la comunidad educativa colombiana, desde el Jardín mismo, hasta la formación universitaria y aún en postgrado.

El artículo 22 de la Constitución Política de Colombia, dice taxativamente que: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento”. Si la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento, no entiendo cómo una herramienta tan poderosa como lo es el aparato educativo colombiano, no está puesto y dispuesto a educar para la paz. Por el contrario, nuestro sistema educativo atenta claramente contra la paz, cuando algunas doctrinas y muchos “adoctrinadores”, la aprovechan para llevar un mensaje cargado de violencia, sin proponer necesarias alternativas de pensamiento democrático, que nos permita crecer como sociedad democrática.

Es claro que una educación mediocre, que no disponga de una pedagogía activa, inteligente y formadora, termina en gérmenes de violencia y ahonda las desigualdades sociales, en tanto no privilegia el pensamiento y, por el contrario, reproduce males sociales, segregación y mínimas oportunidades. Una educación que no se pregunte adecuadamente por nuestras dificultades sociales, económicas y culturales; una educación que no forme para la participación social y la resolución pacífica de conflictos; una educación que no cuente con un lenguaje de paz; una educación castigadora, en vez de formadora de ciudadanos para la vida y para la comunidad, no puede ser una educación para la paz.

Necesitamos con urgencia, como aliado de las políticas y los organismos de paz que operan en Colombia, una Cátedra de paz que propicie escenario para abordar pedagógicamente las prácticas sociales, las reflexiones y perspectivas en torno a la materialización del derecho consagrado en la constitución que tiene la sociedad colombiana a la paz. Si es necesario empezar por un plan de formación de maestros y educadores para la Paz, pues debe hacerse.

Tuve la dicha del cargo de Director de Talento Humano Docente en Antioquia, y pude comprobar que la gran mayoría de nuestros docente, son servidores honrados, acuciosos y cumplidores de su labor, pero, en buena parte, están más preocupados por la vieja concepción bancaria de la educación, que tanto denunciaba Paulo Freire ante las autoridades educativas y que lo que hace es llenar al estudiante de datos, haciendo de la educación un ejercicio abrumador para los estudiantes, pesado para los docentes e improductivo para el desarrollo social, y la transformación de Colombia en una sociedad en paz.

No obstante, contamos en algunas universidades y organizaciones colombianas, con un acervo importante de materiales, saberes y experiencias significativas que nos podría llevar, rápidamente, a la formación masiva o al menos a la actualización docente en todo el territorio colombiano de maestros para la paz, respetando adecuadamente procesos culturales sociales y económicos de regionalización que, de hecho, ya es una muestra de respeto por las comunidades y un aporte a la paz, en la medida que se reconozcan y valoren las singularidades de nuestro territorio.

“La paz se hace desde el territorio, no en el escritorio”, nos dice el Alto comisionado para la Paz.
Es importante indicar que la formulación y desarrollo de la Cátedra de paz, deberá consultar con temas fundamentales y urgentes como la presencia cotidiana de pequeñas violencias, que a su vez son reflejos de violencias estructurales; promover el dialogo y la reconciliación para saldar pequeñas causas; promover la erradicación de prácticas dañinas y reproductoras de males, como el llamado “perdón y olvido”, que dejan heridas sin cerrar; trabajar la incapacidad ética del infractor de responder por el delito; resolver la costumbre intonsa y peligrosa de otorgar ventajas exageradas al infractor, entregada por nuestra estructura jurídica y social.

Así mismo, promover en todos los estamentos sociales una política de paz con legalidad, que fomente una sociedad capaz de saldar y enmendar sus deudas, entre un marco jurídico adecuado y justo.

Finalmente, la Cátedra tiene que convertirse en ánfora que entregue con cariño, pero con clara intencionalidad, distintas orientaciones pedagógicas, políticas, jurídicas y sociales, que lleve al ciudadano, desde muy corta edad, a concebir conceptos y prácticas que fortalezcan el trabajo por la paz, como un derecho y un deber de todos los colombianos.

Author Signature
Redacción Minuto30

Lo que leas hoy en Minuto30... Mañana será noticia.

  • Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio

    Acceder a subsidios VIS por más de 108 millones, las familias antioqueñas pueden hacerlo