«Una cosa fue la propuesta de reforma tributaria en campaña y otra la que vamos a presentar como gobierno», le dijo Ricardo Bonilla, líder del equipo económico de Petro, en reciente entrevista a Blu Radio.

Según el citado personaje, la ya temida reforma tributaria, la reforma Petro, la más rápida de gobierno alguno respecto a su posesión, plantea:

Impuesto al Patrimonio para personas naturales que tengan 1.000 millones de Patrimonio líquido, para un recaudo esperado de 10 billones de pesos; eliminar todas las exenciones a las empresas; Recaudo de 20 billones. Acercar cada vez más el avalúo catastral al valor comercial. Este catastro multipropósito, busca recaudar 10 billones.

Se van a gravar, no a los 4.000 más ricos, sino que se va a ampliar la base de impuesto de renta a 40.000 personas. Se va a aumentar tarifa de renta a clase media que tienen ingresos entre 3 millones y 36 Millones, para un recaudo de 10 billones. Adicional, se hará una depuración de los activos de las empresas para que las personas naturales no escondan sus activos allí y empiecen a tributar sobre lo que verdaderamente es.
Es decir, se espera un recaudo total de 50 billones de pesos al año.

De entrada se observa que a más colombianos se les meterá la mano al bolsillo, en un ejercicio que ha resultado siempre peligroso, porque arrincona a la clase media y genera grandes capitales en manos de un reducido grupo de personas, a más que, de no combatirse realmente el fenómeno de la corrupción, entregará a las arcas del Estado, grandes cantidades de dinero que no irán, como lo juran y lo perjuran los promotores del cambio para el bienestar y la producción, sino a engordar una población altamente subsidiada que alabará al régimen, no por las posibilidades de crecimiento personal y social que ofrece, y sí, más bien, por la alta tasa de subsidios que reciben, como otrora ocurría con gobiernos enchapados de “progresistas”, que lo único que hacían era mantener en su retaguardia y a su servicio, masas de descamisados, viviendo de cuenta del Estado.

Ninguna democracia, ninguna relación comercial, sea nacional o internacional, se entiende y se sostiene en un país donde le cambian las reglas del juego al vaivén de cómo amanece de humor el gobernante.

Mala espina me da la salida temprana del señor Ricardo Bonilla, a decirle a los medios que “una cosa fue la propuesta de reforma tributaria en campaña y otra la que vamos a presentar como gobierno».

Si esta reforma tributaria es un simple botón de lo que se nos viene, es mejor que desde ya nos empecemos a “apretar el cinturón”, como recomendaba en su tiempo un señor de nombre Rudolf Hommes Rodríguez, apodado entonces El Rudo Hommes, ministro de Hacienda del gobierno de César Gaviria, 1990 – 1994, a quien el pueblo le temía cuando empezaba a farfullar algo en televisión, con su voz ahogada y nasal, advirtiendo que era necesaria ¡otra reforma tributaria!

Yo no sé si esta vez, con el cambio de viento, y acomodándose adecuadamente, cosa en la que es experto Cesar Gaviria y otros “benefactores del pueblo”, nos van a incumplir las decenas de bellezas, leche y miel prometidas en campaña. Mucho me temo que, según el anuncio de Bonilla, a la empresa nacional e internacional, le cambiarán el marco legal vigente y las reglas de juego, “para privilegiar al Estado”, como arguyen los populistas. Y de ñapa, nos resucitarán al temido y no bien recordado Rudo Hommes, caballo de Troya de la entonces nefasta política económica gavirista.

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Redacción Minuto30

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