“¿Me regala un poquito?”, “¡Huy, pero bájele tantico al precio!”, otras variaciones pueden ser “papito”, “mamita” y hasta “amorcito”, pero nunca hará falta el clásico “mijito”. En fin, existe una incontable cantidad de diminutivos en el idioma español, otros tantos agregados por nosotros, el punto es que los adaptamos a nuestro lenguaje cotidiano, casi inadvertidamente. El habar con diminutivos es propio del colombiano, y no es que sea un error, ni que esté incurriendo en faltas lingüísticas, pero quizá la fonética diminutiva haya permeado otras partes de nuestro ser: la mente.

Es inherente a nuestro hablar el uso de estas expresiones, pero la realidad colombiana demuestra que aunque lo digamos inconscientemente, sin ánimos de que efectivamente sea algo minúsculo, nuestras acciones respaldan lo que decimos y terminamos por completar algo “pequeñito”. La mentalidad diminutiva hace mella en nuestro actuar aún sin darnos cuenta.

Lo preocupante de esto es que el Estado parece compartir esta mentalidad ínfima y minúscula, donde las instituciones también se reducen (recortes injustificados en las fuerzas militares), el presupuesto para distintos campos sufre de “recortes” (deporte, ciencia e investigación), y la economía sólo sufre de “pequeñas” deficiencias. Ah, pero eso sí, la mentalidad es enorme, magna y colosal cuando de pedir dinero prestado se trata, a fin de engrandecer la deuda externa que tiene Colombia.

Pero ¿qué nos importa esto? Somos el País más feliz del mundo, aun con una precaria situación como la de ahora, en la que no se vislumbran más esperanzas que las elecciones del próximo año. Realmente me entretiene la mente pensar si para el 2018 seguiremos con esta pequeñez de ideas y seremos culpables de nuestra propia desdicha.

Recibiremos este año con un sinfín de líos y problemas, con deudas, poco capital, déficit económico; en suma seremos una nación diminuta en el sentido de desarrollo económico a nivel País. Todo apunta a posiciones negativas y pesimistas, pero tengo el convencimiento de que podemos despertar de ese letargo del diminutivismo” o “diminumanía” para rescatar a la Patria de un craso error que puede salirnos un “poquito” caro.

Confío firmemente en que al llegar el momento crítico sabremos pensar en grande, hablar en grande e imaginar en magnas dimensiones. Cuando el momento llegue, y la Patria se encuentre ante un límite histórico, Colombia hará gala de su herencia hispánica inconformista, donde las migajas y el contentillo no son una opción. Nuestra mentalidad será entonces la de Felipe II tras la anexión de Portugal; “El mundo no es suficiente”. Espero con ansias que superemos la mentalidad diminutiva y emprendamos la tarea de reconstruir Colombia a una escala colosal.

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Redacción Minuto30

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