Dicen que todo tiempo pasado fue mejor, no sé si en todo, pero si estoy seguro que en muchas cosas. Soy afortunado de haber nacido en un pueblo. En mi adolescencia la vida era más sana, sí había vicios y maldad, pero no en las proporciones de ahora; los muchachos éramos más sencillos y estábamos felices con lo que nos daban en nuestras casas; éramos más inocentes; pretender una adolescente de la edad nuestra no era cosa fácil; hacíamos deporte casi todos los días; las vacaciones y las navidades, las de ahora, nada que ver con las de esa época.

Y en el estudio, los profesores lo eran de verdad, con total compromiso, y los estudiantes, en su mayoría, respetuosos y responsables, los horarios de clase, cómodos y flexibles, los mejores; en síntesis, se era muy feliz, palabra ésta clave en la existencia de cualquier ser humano, pero si se hacen cosas que de verdad lo lleven a uno a la felicidad, que al menos para mí sí existe, y no hay una fórmula mágica, sencillamente cuando una persona hace lo que le gusta, es feliz, así otras facetas de su vida no sean las mejores. El escritor venezolano, Arturo Uslar Pietri, decía que la felicidad solo existe en el léxico de los idiotas, no lo creo, estaba equivocado, pero si se quiere, el mundo está lleno de idiotas y yo soy uno de ellos.

Siempre, pero siempre, he sido férreo defensor de la idea, llevada a la realidad, que lo mejor que puede experimentar un ser humano en su infancia y adolescencia, especialmente en la primera, es ser feliz y estar tranquilo, con inconvenientes que no faltan (por fortuna), porque las buenas o malas experiencias y vivencias, estoy convencido, determinan en muchos casos que esa persona en la adultez tenga traumas o no los tenga, sea buen ciudadano o que no lo sea, o que lo lleve a cometer delitos y ser un antisocial o por el contrario, ser alguien ejemplar. Y no son solo el maltrato físico o verbal, el abuso en todo sentido, las carencias afectivas o materiales las que determinan una infancia desgraciada que marca por siempre la vida de esa persona, hay otro tipo de circunstancias igualmente nocivas para el desarrollo de cualquier ser humano que conducen o que hacen que se sea infeliz desde temprana edad, como por ejemplo, la hora a la que se levantan los niños para ir al colegio, la cantidad de tareas que llevan a la casa y otra serie de competencias que son exigidas, unas veces desde el colegio y otras desde la casa.

Porque lo he vivido es que lo digo: un niño de 7 u 8 años que le toca levantarse a las 4 y 30 ó 5 de la mañana, porque el transporte lo recoge por tardar a las 6, entra a las 6 y 30 y llega a su casa hacia las 3 ó 3 y 30 de la tarde, dependiendo de si el carro se vara o no, o también del tráfico, y si tiene actividad extra clase, llega hacia las 4 ó 5 de la tarde a su casa, para luego ponerse a realizar una serie de tareas, que en el mejor de los casos solo le demandan hora u hora y media, es una situación que hace infeliz a cualquiera.

Y eso sin contar las actividades que a los niños les “toca” ejecutar los sábados y, a veces, hasta los domingos; pobres criaturas. Frente a los horarios de los colegios, nada podemos hacer los padres de familia; con relación a las actividades extras, sí, y hay que tener cuidado con ellas para no saturar a nuestros hijos. Por ello, me sentí muy satisfecho cuando leí recientemente un artículo de Jürgen Klaric (porque cuando uno tiene una idea sobre un tema y luego se la escucha decir o desarrollar a una autoridad, se siente satisfacción), que a raíz de la vivencia escolar de su hija se dedicó a estudiar los modelos educativos de varios países, entre ellos Colombia, y fue así como realizó un documental titulado “Un crímen llamado educación”, y llega a conclusiones contundentes y veraces, por qué lo digo?, porque lo hemos vivido en carne propia o con nuestros familiares.

Comienza por decir que el sistema educativo colombiano es muy exigente con los niños, el cual tiene una característica muy atípica: que entran a estudiar a muy tempranas horas y llegan tarde a sus casas, que ello conspira contra el desarrollo cerebral de los niños, pues necesitan dormir más; dice además, que el de Colombia es de los sistemas de educación que más tareas envía para que el niño las realice en la casa y ambas cosas generan un estrés escolar excesivo.

Sugiere también que en los colegios no se trabaja al ritmo de cada estudiante sino al del profesor y que la educación en nuestro país está dirigida a un solo tipo de inteligencia, desconociendo que existen inteligencias múltiples. “Me imagino niños yendo felices al colegio ………, la gente feliz produce más, la gente que no tiene estrés es más exitosa”, sentencia.

Valdría la pena que en algún momento todos los organismos públicos y privados que en Colombia son autoridad en la materia y pueden tomar decisiones al respecto miren en serio de una vez por todas que la educación de los niños debe cambiar por el bienestar de ellos y de la sociedad, no sirve de nada exigir tanto si a la postre ello no va a conducir a generar felicidad en las personas, que es lo que en últimas debe procurarse y procurársele a una persona, más a un niño.

Lo que este experto dice no es nada nuevo, se está en mora de implementar cambios que de seguro traerán muy buenos resultados.

Author Signature
Redacción Minuto30

Lo que leas hoy en Minuto30... Mañana será noticia.

  • Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio

    Acceder a subsidios VIS por más de 108 millones, las familias antioqueñas pueden hacerlo