Solón, un comerciante aristócrata, vivió entre los años 640 y 558 antes de Cristo e hizo parte de los siete sabios de Grecia. Figura legendaria de la humanidad, ejerció poderes dictatoriales junto a otros dos Arcontes que gobernaron Atenas a finales del siglo VI antes de Cristo y se le atribuye haber puesto las bases de la democracia ateniense con reformas a la Constitución y a las leyes vigentes.

De Francisco Galvis Ramos

Como se ha dicho después, un gran revolucionario. Dotó a Atenas de un sistema monetario; eliminó la servidumbre para el pago de deudas; reguló el tamaño de las propiedades; le fijó límites al poder de la nobleza; reestructuró las instituciones políticas nivelando el poder entre la Asamblea Popular y las insaciables clases superiores; impulsó el crecimiento de la economía y, como no hay gloria eterna aquí en la tierra, no habiendo conseguido poner fin a los desórdenes sociales que agobiaban a Atenas, Solón fue sustituido por Pisístrato luego de luchas políticas intestinas.

Pues bien, en cierta ocasión le preguntaron a Solón qué cuál era la mejor Constitución y contestó con acierto que eso dependía “para quién y en qué momento”.

En Colombia tuvimos una Carta Política, la de 1886, que habiendo regido por 105 años fue sustituida por la de 1991 y si se me preguntaran cuál es mejor, si la Constitución de 1886 o la 1991, sin duda contestaría con Solón de la manera dicha: depende para quiénes y en qué momentos.

La Carta de 1886 fue hecha para el respeto y la permanencia en el tiempo, para una Nación ajena a novelerías. Baste decir que, en 105 años de vida útil, apenas si sufrió aproximadamente 12 enmiendas para un promedio de casi nueve años por cada una, mientras que la de 1991 en solo 20 años ya fue manoseada en 30 oportunidades entre actos legislativos y un referendo, a una media de casi una reforma cada siete meses, quedando a la espera de los tres adefesios de contenidos censurables que ahora cursan en el Congreso: reforma a la justicia, fuero militar y marco jurídico para la paz. Entonces, por ese aspecto la Constitución de 1991, que buenas cosas tiene, como la Tutela, está hecha a la medida de lo efímero y a merced de sastres remendones que la zurcen según sean los afanes coyunturales a veces bochornosos.

Como guiados por Solón, ahora los colombianos nos podríamos relacionar de una mejor manera con el Estado, si hiciésemos uso de los mecanismos para la participación democrática que, si no han sido contundentes en la práctica, es porque les ha faltado difusión y cabecillas, como fuera el caso para remover a cuanto manilargo se instala en gobernaciones y alcaldías a hacer del erario su propio agosto.

Lo que me he propuesto hacer hoy es una invocación por el respeto colectivo a la Constitución, pero también un reclamo a gobernantes y congresistas para que igualmente la respeten. Sin reglas de juego claras y permanentes no hay lugar a la convivencia pacífica y, al contrario, incitarían a la rebelión de las masas asqueadas de tan vulgar inseguridad jurídica, como esta que padecemos.

Tiro al aire: benditos los grandes legisladores que legaron a los ciudadanos colosales constituciones que, sin ser inalterables, pocas veces han sido reformadas. Por eso hay pueblos y Estados muy grandes. Nosotros, ¿en dónde estamos?

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Redacción Minuto30

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