En el canal CNN una desgarradora historia es contada por una mujer.  Hace más de quince años fue, literalmente hablando, perseguida para que se practicara una esterilización supuestamente “voluntaria”;  con lágrimas resbalando por sus tostados pómulos cuenta cómo ha sido su vida desde el día en que unos médicos le realizaron ese procedimiento quirúrgico, obligándola a abordar una ambulancia y prometiéndole alimentos y atención profesional para ella y sus hijos e hijas.

Por Ángela María Falla Munar*

“Gracias al apoyo moral recibido de las amigas… superamos la vergüenza y el temor y decidimos dar la cara y denunciar públicamente la afrenta de la que habíamos sido objeto”[1], dice.

“Sabina Huilca, ahora con 41 años, había cumplido 21 cuando, sin su consentimiento, los médicos del Ministerio de Salud la esterilizaron de acuerdo con un plan aprobado y alentado por Fujimori. Desde hace más de una década las víctimas de la política de planificación familiar del fujimorismo han intentado infructuosamente que se castigue ejemplarmente a los autores intelectuales y materiales.” [2]

“En algún momento reconoció el gobierno peruano los abusos que se cometieron en la aplicación del programa de planificación familiar y prometió investigar y castigar a los responsables”[3].  Claro,  después de esto la banda sonora suena para indicar que se terminó la película,  se cierran las cortinas y nadie más aparece, excepción hecha de  una persona limpiando el desorden. Esta imagen se sigue reproduciendo en mi cabeza cada vez que alguien denuncia violación de los derechos humanos en las mujeres.

Y entonces decidí investigar  más sobre todo este asunto. Vale decir que, al igual que aquella campesina[4], lloré copiosamente una vez descubrí todo un mundo lleno de terror girando alrededor de esta sistemática práctica de planificación familiar. Me puse en los tacones ajenos y me di cuenta que las mujeres que luchan desde hace veinte años en Perú, no son diferentes a las que luchamos hoy por que se despenalice y permita  el aborto, para aquellos casos excepcionales que permite la ley[5].

Son tacones exactamente iguales: queremos que se nos respete el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo.

Con inusitada frecuencia algunos militantes políticos que se dicen ser representantes del partido conservador se limitan a presentar proyectos y a recoger firmas buscando apoyo para no permitir, bajo ninguna circunstancia, la práctica del aborto. En algunos casos se apoyan en testimonios de mujeres dedicadas al modelaje sacadas del “mal camino” por el cristianismo, que dicen que es terrible abortar, un pecado.

¿Alguien se preguntó si esa señora fue víctima de una violación, estaba en peligro su vida o el feto tenía malformaciones? No. Ella fue víctima del novio que la obligó a abortar porque no quería hacerse responsable del hijo o hija.

Pero ese es el punto: la obligó, sin importar que nadie podía decidir por ella y por eso se lucha.  Por la autonomía. Su autonomía. Su pleno derecho a decidir. En otros casos apelan a la religión, que todas se van a ir al infierno porque Dios las castigará, revivo esos momentos cuando la Iglesia católica dijo que el infierno no existía; finalmente la existencia o no del infierno el señor vestido de capa roja, con cachos y trinche no es relevante, lo verdaderamente relevante es que el Estado debe ser laico.

Ponerme en los tacones de otra mujer me permite decir que todas somos diferentes,  diversas, que nos mueven muchos motores y que todas y todos deben respetar las decisiones que yo adopte sobre lo que quiero, amo, siento, visto, mi sexualidad, mis colores, mi cuerpo, mi corazón, mi piel, mis luchas, etc. ¿Es posible conjugar el verbo respetar? ¡Claro que lo es!

 

 

*Abogada de la Universidad Libre

Representante Legal del Colectivo de Mujeres Jóvenes.

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Redacción Minuto30

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