Colombia lleva dos semanas de manifestaciones en medio del paro nacional que inicio el 28 de abril y que significa un estallido social a tantos hechos de corrupción e inequidad que por años sucedieron y cuya indignación no pasaba de redes sociales y a los días se olvidaba; las protestas habían comenzado en noviembre de 2019 con las marchas en toda Colombia y pararon cuándo llegó la pandemia, pero ahora ni el coronavirus las detiene.

Durante estos días hemos visto como los actos sociales, culturales, artísticos y simbólicos han sido protagonistas y que han sido más los hechos positivos de parte de los millones de personas que se han volcado a las calles con un mensaje de esperanza y cambio que los pocos hechos que han querido minimizar el sentir popular en la ciudad de Medellín.

Y me quiero detener en Medellín, porque sí bien los hechos que todos conocemos en Cali, principalmente, han sido absolutamente dolorosos y abrumadores, en este espacio me gustaría recalcar no solo el comportamiento impecable de la mayoría de los participantes a las movilizaciones sino también el acompañamiento institucional y el trabajo articulado para que se desarrollaran sin violencia.

La apuesta de la actual administración por la No Violencia se ha visto reflejada, no sólo en la secretaria que lidera Juan Carlos Upegui y que lleva a cabo procesos de transformación social, reparación y no repetición, sino que además han desarrollaron toda una estrategia para acompañar y garantizar los derechos de quienes hacían uso de su derecho constitucional a manifestarse pacíficamente y evitar en lo posible actos que atentaran contra la vida de alguien, porque SÍ lo más importante es que todos volvieron a casa con vida.

El trabajo ha consistido en coordinar con organizaciones de Derechos Humanos antes, durante y después de las movilizaciones, acompañar equipos territoriales en los diferentes puntos, mediar conflictos, entregar elementos de bioseguridad, solicitar apoyo e incluso llevar personas heridas a centros de salud, cuidando así la integridad de todos. La protesta no se podía detener, no solo por ser inconstitucional sino además porque las personas no lo iban a hacer, el camino era ese: hacer presencia y acompañamiento, aunque para algunos sea populista e irresponsable.

En un país como Colombia y una ciudad como Medellín que han sido tradicionalmente marcados por la violencia, dirimir los conflictos con altura, diálogo, arte, música o picaditos de fútbol es, como diría el Alcalde, la verdadera revolución y el mayor reto en una sociedad que pide a gritos cambios.

La opinión del autor de este espacio no compromete la línea editorial de Minuto30.com

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Redacción Minuto30

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