El primer vestigio de humanidad, dicen los antropólogos, es la prueba de una fractura de fémur curada pues demuestra que con una lesión que impide movilizarse el humano no fue devorado por otro animal ni murió de hambre, la existencia de la sociedad humana, del mundo, está ligada al cuidado.

La existencia de lo humano esta inseparablemente ligada al Otro y sobre todo al cuidado del otro, que visto en términos sociales es también el cuidado de sí. No es una coincidencia por tanto que desde la antigüedad el concepto de economía este ligado al de hogar y que, a su vez, la existencia del hogar nos habilite para la esfera pública. Tenemos que ser cuidados para participar de las decisiones públicas.

Sin embargo, la actividad que nos humaniza ha sido en el mundo patriarcal invisibilizada y convertida en una carga que impide, precisamente, la ciudadanía de las cuidadoras. Para que haya vida publica debe haber cuidado y por esa vía se ha invisibilizado en lo domestico a quien cuida que han sido principalmente las mujeres.

Equilibrar la sociedad requiere construir equilibrio en el cuidado, para lograrlo es importante poner luz sobre éste, traerlo a la esfera pública cuantificándolo y dándole el lugar que tiene no solo en el PIB sino en la garantía de la existencia misma de todas las actividades sociales y también acción directa del Estado con un sistema que corrija las desigualdades, que remunere a los cuidadores y garantice una sociedad entera como entorno de cuidado.

La retórica de la economía hegemónica ha puesto maculas despectivas sobre el proteccionismo, porque según ellos afecta la autonomía de un individuo para morir de hambre. Protección y cuidado son dos actividades distintas, la protección suele ser vertical e inconsulta, protejo a quien no puede hacerlo, una obra de caridad cristiana y patriarcal. El cuidado, por el contrario, es un acto de reconocimiento de las necesidades propias y ajenas, el reconocimiento de la necesidad de apoyo mutuo. Mientras la protección es un acto de omnipotencia el cuidado se expresa como un reconocimiento del mutualismo que requiere la sociedad y parte siempre del cuidado propio.

En este sentido el Estado no solo debe fortalecer un sistema de cuidado que le permita una vida pública y autónoma a las cuidadoras garantizando remuneración y visibilización sino construir un sistema de cuidados que garantice la libertades, no sería propiamente un proteccionismo de Estado sino un cuidacionismo.

Un sistema económico que reconozca el cuidado, lo remunere y lo ponga al centro del modelo de desarrollo es reconocer el fin social de la economía que no pasa por someter la realidad a ficciones matemáticas sino a garantizar que los recursos disponibles alcancen para cuidarnos democratizando los medios de acceso a riqueza. La sociedad cambia si somos capaces de transformar las dinámicas de cuidado, si podemos poner al Estado al servicio de la humanidad. Revolucionar la sociedad es hacer la revolución del cuidado.

Author Signature
Redacción Minuto30

Lo que leas hoy en Minuto30... Mañana será noticia.

  • Compartir:
  • Comentarios

  • Anuncio