Las personas con alto riesgo de fatalidad en el caso de contagiarse con el COVID-19, están empezando a protestar con las medidas del gobierno para protegerlas pues les ha definido un confinamiento más riguroso que para otros rangos de edad que a excepción de los menores de 5 años que también tienen limitaciones más estrictas en cuanto a salir a la calle a jugar y gastar las energías que a esa edad abundan sobradamente.

Es explicable esa desazón, el estado emocional se altera con el encierro aunado al miedo no declarado pero inconsciente muchas veces de un contagio fatal que acabe con su existencia. Los apegos a la vida y a las cosas hacen que ese miedo sea incontrolable.

Una cosa es cierta el virus llegó para quedarse y el riesgo de contagio se incrementará con las medidas de flexibilización que el gobierno nacional ha tomado con el fin de, paulatinamente, empezar a recuperar las actividades cotidianas tendientes a recuperar la economía.

Ese incremento también se verá reflejado en los confinados que vivan con sus familiares que trabajan y salen a conseguir el sustento diario y es aquí en donde viene la responsabilidad de unos y otros.

Es indudable que los abrazos a nietos e hijos son un impulso irrefrenable y es muy difícil que no se caiga en esa práctica demostrativa del inmenso amor que generan ellos en los adultos y estos en sus niños. Son amores siempre correspondidos y una de las manifestaciones atávicas de esos amores son las caricias, besos y abrazos protectores que le quieren dar seguridad y menguar los miedos.

El ser humano es social por naturaleza y necesidad, su desarrollo se ha logrado a través del trabajo conjunto de las manadas que, como las hormigas, salen a realizar labores para garantizar la supervivencia de la especie y esa condición viene desde siempre, es por eso que pedirle ahora que eluda los contactos físicos es casi un imposible pues los impulsos naturales hacen que ese contacto se dé sin raciocinios previos.

Simplemente el impulso al abrazo y al beso llegan como un acto reflejo del cariño hacia el otro y se da sin pensarlo.

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Esas restricciones enferman al abuelo, los padres, los hijos, nietos, novios, amantes y en fin a toda la humanidad que está viendo al otro como una fuente de contagio y un riesgo letal.

Hay culturas en donde el contacto físico en público es más restringido y es muy significativo que hayan sido las menos afectadas por este virus que tiene encerrado al mundo occidental.

Allí en donde el contacto físico es restringido y la gente se saluda con reverencias se han presentado menos casos y los positivos han sido asilados y el riesgo de contagio ha sido controlado con mayor celeridad y efectividad.

Se requiere disciplina social y lo más importante buena voluntad para en lo posible refrenar los impulsos y las costumbres atávicas repito, que nos llevan a mostrar respeto o cariño a través del apretón de manos o el beso y abrazo.

Es seguro que las personas de la cultura occidental en donde la cara es de suma importancia para el reconocimiento, la conquista y las relaciones interpersonales han sufrido el doble con las medidas de mantener tapada la mitad.

Las conquistas o los flechazos se disminuirán considerablemente durante este período de cuarentena. Es una desafío más para los que están es esa edad en donde la seducción es un imperativo.

Deberán utilizar las redes y la confianza en que la foto del otro sea real.

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Redacción Minuto30

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