En la década de 1980, las familias colombianas destinaban aproximadamente el 50% del total de sus ingresos a la compra de alimentos, en la actualidad, este rubro apenas llega a la cuarta parte del gasto total.

A medida que los países van generando un mayor bienestar para sus habitantes, el consumo de los mismos va teniendo variaciones importantes, capaz de modificar la oferta de bienes y servicios y por lo tanto, la producción nacional.

En la concepción tradicional de las economías, mientras más grande sea el salario real de una persona, mayor será su utilidad personal; por lo tanto, el consumo es ideado como la variable más importante dentro de una economía debido a que esta estimula la demanda, generando una cadena de valor que conduce a más consumo, pilar en el que se apoya la estabilidad del sistema productivo.

El cambio en el consumo de las familias colombianas se presenta por varias razones, la fundamental es que la composición tanto de la familia nacional como su fuente de ingresos han sufrido cambios sustanciales, el tamaño de las familias no es el mismo – de hecho, se habla de la familia unipersonal- y en la mayoría de los casos, ambos integrantes aportan al ingreso del hogar.

Es innegable el cambio en el comportamiento del consumo en Colombia, así como la desaceleración del mismo; el gasto en educación y transporte, así como en comida fuera de casa, son las nuevas tendencias del consumo en Colombia, variables que adquieren cada vez mayor importancia a la hora de decidir en qué gastar los ingresos de la familia.

Por otro lado, las características sociales y culturales hacen que el consumidor colombiano sea sui generis al resto de los consumidores de la región; ejemplo de ello son los ya conocidos “intentos fallidos” de algunas empresas chilenas que han querido incursionar en el mercado colombiano y que, a pesar de la indudable experiencia de estas organizaciones en materia de mercadeo, no han logrado calar en el complejo consumidor colombiano.

Frente a los dos tipos básicos de consumo – el primero referido a lo “obligatorio”, consistente en la adquisición de bienes denominados de primera necesidad y el segundo conocido como de “segunda necesidad” dirigido a buscar un bienestar adicional – se establece una relación donde a mayor ingreso del individuo, mayor porción del gasto se dirige a la segunda categoría.

El consumidor colombiano del siglo XXI es un muy diferente al de las pasadas generaciones, donde la funcionalidad, personalización y servicio de post-venta son los nuevos pilares en los que se apoyan sus adquisiciones, sumando una gran inclinación al E-commerce, fenómeno que desplaza día a día las ventas tradicionales.

Nichos específicos como las personas solteras, varían un poco el comportamiento del consumo de los colombianos, ya que su forma de consumir se inclina mayormente hacia el grupo de bienes de segunda necesidad.

Bajo estas premisas, el emprendedor colombiano debe estar siguiendo detenidamente el comportamiento de estos fenómenos con el objetivo de ajustar sus productos y servicios a los nuevos canales de distribución, como lo son las plataformas online.

Así mismo, no se puede pasar por alto en los análisis, tanto de los planes de negocio, como del día a día de las organizaciones empresariales, la tendencia innegable en el consumo de bienes de alta tecnología como celulares, tabletas y computadores portátiles, que son tomados en muchos casos como indicadores del estatus económico; de la misma manera, es necesario determinar los efectos de nuevas inclinaciones en el consumo de bienes andróginos -que no hace distinción entre productos para hombre o mujer- como relojes o cierta clase de calzado.

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Abogado especialista en Derecho Empresarial
Magister en Economía Aplicada
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Redacción Minuto30

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