No hay nada peor que ir en el bus oyendo una conversación ajena y tener que bajarse sin poder saber el final del chisme”. Ese escrito apareció en mi Facebook en uno de esos tantos memes que me hacen reír hasta más no poder, tal vez me sentí identificado con el escrito, porque… no lo niego, a veces cuando voy en el bus para mi trabajo me ha tocado escuchar unas conversaciones tan buenas, que varias las he convertido en cuentos que algún día publicaré.  Esa misma noche, en medio de las risas, y después de releer el meme, recordé a una de mis estudiantes, quien me contó que cerca de su casa había una señora tan chismosa que ya era reconocida, entre los vecinos, por su famosa expresión: “no me diga más, cuéntemelo todo”, decían que lo que esa señora no supiera nadie lo sabía, de ahí su fama barrial de comunicadora. De mi parte, creo que casi todos hemos tenido vecinas y, vecinos a quienes les gusta fisgonear por entre las cortinas dejando volar su imaginación armando un cuento o armando un chisme, no sé.

Debo admitir que despertó tanta curiosidad el tema en mí, que de inmediato emprendí una consulta exhaustiva sobre el chisme con sus causas y consecuencias. Encontré argumentos muy pertinentes en Sigmund Freud y Jacques Lacan, quienes abordan el asunto desde la “realidad psíquica”, donde aparecen las fantasías, las experiencias y los deseos que suelen distorsionar la realidad.  De eso no hablaré aquí por el espacio de esta columna, pero, si lo discutiré con mis estudiantes. Por otro lado, quise también tener una definición clara sobre el asunto y me encontré con que el chisme se tiene como un comentario o noticia no verificada que circula entre la gente, generalmente de carácter negativo. De inmediato, recordé que algún día, en otro artículo, aduje que no estoy de acuerdo con que hayan mentiras piadosas, mentira es mentira y punto, igualmente chisme es chime, y este por más que lo decoremos lleva intrínseco su veneno.

Quiero ser muy respetuoso en este comentario, y, en ningún momento ofender a nadie, pero, yo creo que algunos antioqueños tenemos sobredosis comunicativa, como dice el dicho, “hablamos hasta por los codos”, eso no está mal, pero sí creo que debemos ser prudentes y cautelosos de los comentarios que hacemos y a quién o quiénes se los hacemos.  Somos tan campantes para entablar una conversación que hay quienes, sin importar el interlocutor, abren de par en par el libro de su vida y van contando hasta detalles íntimos de su vida. Generalmente, las palabras mágicas que rompen el hielo con el otro tienen relación con el clima, uno de los dos empieza diciendo, “qué calor…” o “qué frío”, y ahí se desata la conversación, no importa que sea en una fila, en un bus, en una sala de espera, caminando, en urgencias médicas, en una fiesta y en muchas ocasiones más, lo importante es tener con quien hablar.

Que hablemos hasta mirándonos al espejo no le veo nada de malo, lo malo es pasar del comentario al chisme, es decir, agregar suposiciones perversas y sin verificar que puedan acabar con la honra de alguien, eso sí está mal y no me parece justo. Siempre le he huido al chisme y a los comentarios vulgares o disonantes, la verdad no me gusta contaminarme con asuntos que yo no pueda resolver, ahora, me preocupa sí y no dejo de reconocer que existen grandes carteles del chisme que hacen mucho daño, qué miedo.  Para mí, es claro que la génesis de no pocos comentarios convertidos en chismes, empiezan en algunas porterías de las Unidades Residenciales, nadie sabe tanto de las familias que allí habitan como el portero, quien sabe todo y de todos, sabe a qué hora entran y salen, quiénes los visitan, qué periódicos leen, qué domicilios piden… en fin.  Igualmente, las tiendas barriales, las revuelterías y las peluquerías, en muchas ocasiones, se convierten en centros de atracción comunicativa, allí no pocas veces se pule y se perfuma el comentario, convirtiéndolo en chisme y echándolo a rodar como bola de nieve por las calles del barrio.

Ah, yo me pregunto, ¿en nombre del chisme cuántas personas han muerto?, de ahí que “la prudencia que hace verdaderos sabios” nos debe hacer pensar antes de hablar y conectar bien la lengua con el cerebro. No podemos ser tan folclóricos difundiendo comentarios de algo que en verdad no nos consta, quien no sepa que no invente, quien nada vio que no especule, quien no escuchó que no hable y quien quiera ser respetado, debe ante todo respetar. Para terminar, quiero agregar que aunque para muchos el chisme tiene un morbo, un no sé qué, que encanta y enamora, creo que debemos ser muy responsables y pensar bien antes de multiplicar un comentario que pueda destruir a alguien.

Coda: propongo un bloque de búsqueda para los chismosos y que se les multe la lengua de acuerdo con el calibre del chisme.

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Redacción Minuto30

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