Las universidades públicas colombianas están enfrentando una doble crisis que les impide alcanzar su máximo potencial. Por un lado, están altamente politizadas, lo cual resulta grave porque pone en entredicho la objetividad de las cátedras impartidas. Por el otro, enfrentan serios problemas de financiación, siendo crítico porque amenaza el correcto funcionamiento de las universidades estatales en el mediano y largo plazo.

No es casual que en la UNAL se vean murales alusivos al ‘Che’ Guevara o en Univalle haya constantes paros de pseudo-revolucionarios que entorpecen el proceso formativo de quienes sí quieren estudiar. Necesitamos que estas instituciones vuelvan a ser los templos del conocimiento que solían ser y no centros de adoctrinamiento que se financian con el dinero de NOSOTROS, los contribuyentes, necesitamos que algunos docentes del sector oficial aprendan a diferenciar su rol de educadores del de activista.

Cansa que desdibujen la labor y abusen de su figura de autoridad para influir en el criterio de nuestros jóvenes.
Cabe señalar, que la politización de las universidades no sólo se experimenta a nivel docente. En algunas instituciones se presentan fenómenos como los “capuchos”: jóvenes expertos en alterar el orden público, sin olvidar, la presencia de jóvenes productores, distribuidores y consumidores de estupefacientes al interior de los claustros que deberían usarse para debatir ideas.

Es así, que volvemos a la crisis financiera que enfrentan las universidades públicas, una que es propiciada por malos manejos a nivel administrativo, recortes por parte de la Nación y abuso por los que llamo “estudiantes profesionales”.

Necesitándose de verdaderos magos para hacer del sector oficial uno más eficiente, atractivo para la inversión y riguroso con las matriculas estudiantiles. Siendo el último punto uno álgido, porque ¿cómo es posible que haya gente que lleva hasta 10 años intentando terminar un pregrado? Esos cupos hacen falta.

Urge recuperar la calidad de la educación pública en Colombia, todavía lamento que en rankings internacionales como el de la revista británica Times Higher Education (2017), de las 81 mejores universidades de América Latina, sólo una universidad colombiana aparecía entre las 10 primeras y era PRIVADA, la Universidad de los Andes.

Ojalá con el reciente anuncio del Presidente Iván Duque y la Ministra de Educación, María Victoria Angulo, sobre la reestructuración del programa Ser Pilo Paga, las universidades públicas –mayores beneficiarias de la reforma-, entiendan que tienen una responsabilidad de talla histórica con el país. Ya que, de no aprovechar esta “danza de los millones” que se avecina, difícilmente podrán volver a levantarse a futuro.

Demuéstrenle a Colombia que en el sector oficial son más los docentes que desean enseñar y más los estudiantes que desean aprender, que aquellos que van a las públicas a adoctrinar, protestar por cuanta cosa se les ocurre o perder el tiempo.

Hagamos de estas instituciones educativas unas que den de qué hablar, pero no por sus paros o manifestaciones multitudinarias, sino por su producción intelectual, alta formación académica o contribuciones al conjunto de la Nación.

@Will95H

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Redacción Minuto30

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